Venezuela, las voces de una crisis humanitaria anunciada
Si el infierno existe tiene que ser algo muy parecido a lo que ahora se está viviendo en Venezuela. Con fuerte escasez de comida, racionamiento de agua, luz, falta de medicamentos… La vida pasa mientras haces cola en la puerta de cualquier establecimiento. Con un 180% de inflación oficial en 2015, un 70% de escasez de medicamentos, según la Federación Farmacéutica, y una rampante impunidad en la que quedan sin castigo 98 de cada 100 delitos comunes y graves denunciados -según criminalistas, sobre informes del Ministerio Público- vivir en Venezuela se ha convertido en toda una lucha de supervivencia, donde cada minuto puede ser el último, porque en 2015 fueron asesinadas 76 personas por día, 3 por hora, de acuerdo a cifras según la ONG Observatorio Venezolano de la Violencia.
La rutina en Venezuela: horas de colas y escasez de alimentos
Miriam Ringel, de 45 años, y madre de dos niñas de 12 y 25 años, cuenta a The Objective, cómo en su nevera sólo hay “dos tomates, una cebolla y algo de pescado”. Conseguir comida es imposible en un país donde los alimentos brillan por su ausencia y un pollo, por ejemplo, vale 4.200 bolívares. Teniendo en cuenta que el sueldo mínimo mensual está entorno a 15.000 bolívares, unos 13 euros, y que un kilo de carne equivale a la tercera parte de un salario mínimo, para que una familia de cinco miembros pueda cubrir la cesta de la compra de un mes debe invertir, al menos, 18 salarios mínimos. Y en medio de ese panorama, donde la moneda ha perdido el 99% de su valor desde 2012, el FMI pronostica que los precios subirán un 720% este año y un 2.200% en 2017.
De esta forma, Miriam asegura que lleva más de un mes sin comer carne ni beber leche. Incluso el agua es un lujo en un país donde la del grifo no es potable y en los supermercados hacerte con una botella es todo un triunfo. “En Caucagua hemos estado 19 días sin agua, los vecinos tuvimos que reunirnos y hacer un pozo. Después había que hervirla porque salía sucia”, nos comenta Miriam.
Hacer la compra en Venezuela no es una tarea fácil. Conseguir los alimentos más básicos como leche, harina o pan se ha convertido en toda una odisea que puede requerir muchas horas y esfuerzo debido a la escasez crónica. “Los lunes y los sábados –cuando a Miriam le toca hacer la compra según su libreta de racionamiento– me levanto a las cuatro de la mañana para hacer cola. Eso no me garantiza que vaya a conseguir alimentos, la mayoría de las veces me voy con las manos vacías”.
Pero toda esta situación se agrava aún más si de un día para otro, de repente, te quedas en la calle, sin vivienda. Y esto es lo que le ha pasado a esta joven caucagüeña, que tiene dos hijas de 14 y 20 años. Hace siete meses perdía su casa al quedar totalmente destruida cuando un árbol cayó encima y la hizo añicos. “Ahora vivimos en casa de mi suegra. El Gobierno y el Ayuntamiento me dicen que no me pueden ayudar”.
Los colegios: blanco fácil de saqueos
Los datos que aporta la ONG Observatorio de Salud añaden más leña al fuego crítico ya que señalan que el 12% de los venezolanos no tienen acceso a las tres comidas diarias. Los relatos de niños que se desmayan en los colegios son cada vez más frecuentes e incluso un gran porcentaje de pequeños están dejando de ir al colegio. “De esta forma no tienen que madrugar, se levantan tarde y, por lo tanto, no desayunan”, nos comenta Luisa Pernalete, coordinadora del Centro de Formación e Investigación Fe y Alegría. “Es una comida que se ahorran los padres”, señala Pernalete, quien asegura que nunca ha visto a la gente tan hambrienta en su país. Voz sabia que lleva más de 40 años trabajando en zonas populares al lado de los más desfavorecidos. “El otro día me contaban como una niña recogía la merienda que le sobraba a sus compañeros del colegio para llevársela a sus padres. Llevaban tres días sin comer”.
Los robos de comida en los comedores de los colegios cada vez son más frecuentes. “Saben cuando llegan los alimentos de ayuda gubernamental a los centros educativos y los roban”, nos comenta Luisa que además denuncia que hace unas semanas la comida de 450 estudiantes de la escuela Santa Ana fue saqueada.
Venezuela, se ha convertido en un estado fallido. Porque nunca un país que debería haber sido tan rico ha terminado siendo tan pobre. Es lo que se llama un colapso social y económico completo. Y esto ha sucedido a pesar de que Venezuela tiene las mayores reservas de petróleo del mundo. Según la Energy Information Administration, tiene una reserva de 298.000 millones de barriles. Cierto es que el precio del crudo, que ronda los 50 dólares el barril, no ha ayudado. Sin embargo, todos los demás países cuya economía dependen de este combustible han logrado evitar este final destino.
A medida que los precios del petróleo se han desplomado en los últimos dos años, también lo ha hecho la economía, que se encuentra ahora en una severa recesión. Para algunos analistas es el país con peor situación económica en el mundo. El Fondo Monetario Internacional estima que la caída del producto interior bruto durante 2015 y 2016 será de casi un 18%.
Este país es el resultado de un desastre hecho por el hombre. Un estado corrupto donde dos ex funcionarios aseguran que unos 300 mil millones de dólares han sido objeto de apropiación indebida en la última década. Transparencia Internacional señala al país sudamericano como el noveno país más corrupto del mundo, tan sólo le superan Somalia, Corea del Norte, Afganistán, Sudán, Sudán del Sur, Angola, Libia e Irak.
Caracas, la ciudad más violenta del planeta
Sí, ya está confirmado. Caracas, tras destronar a San Pedro Sula –Honduras–, es la ciudad más violenta del mundo. Con 119,87 homicidios por cada 100.000 habitantes, en 2015 se rompieron todos los récords, 28.750 muertes violentas, según el Observatorio Venezolano de la Violencia. Y es que la muerte te puede estar esperando en cualquier parte, en cualquier esquina, sin respetar edad, sexo, ni condición. Hace unos días una adolescente perdía la vida en un autobús cuando de repente se desató un tiroteo en la calle. Una bala la alcanzó. “Tenía sólo 17 años y se graduaba en julio”, nos cuenta la coordinadora del centro de formación.
La comparativa con Madrid, por ejemplo, es impactante: la capital española sumó 16 homicidios en todo 2015, cuando en Caracas se ha calculado que la media diaria es de 14 asesinatos.
Casi nada parece imposible en un país donde matar sale gratis y la vida no cuesta nada. ¿La razón? Impunidad, más del 90% de los casos no llegan a juicio. Incluso salvar vidas a veces se puede volver en contra. Es lo que le pasó recientemente a un médico venezolano. Por falta de medios no pudo operar a un paciente al que atendió con un tiro en la pierna. Finalmente, para salvarle la vida, el doctor no tuvo más opciones que amputarle el miembro. Sin embargo, como si de una película de ciencia ficción se tratase, una vez recuperado, el chico estuvo buscando al médico para matarlo. Pues según el joven, le “había dejado sin pierna y debía pagar por ello”. El chico murió finalmente en una reyerta.
Patricia Yala, periodista venezolana residente en España, también sabe bien las consecuencias de vivir en la ciudad más peligrosa del mundo. En tres ocasiones le robaron su coche a punta de pistola. Además, su madre fue secuestrada cuando volvía de trabajar. Horas más tarde la abandonaron sana y salva en un descampado a cientos de kilómetros de su casa, querían robarle su vehículo. Tuvo suerte, la mayoría acaban en la cuneta de cualquier carretera con un tiro en la cabeza.
Ahora Patricia ha viajado a su país para llevar a amigos y familiares aquellos productos de primera necesidad que allí son ya imposibles de conseguir. En su maleta no hay lugar para camisetas, vestidos o pantalones; sólo hay espacio para medicinas, aceite, salvaslip, cremas, alimentos…
De esta forma, cada día son más las personas que huyen de Venezuela en busca de mejor calidad de vida, en busca de una vida. Emigrar se ha convertido en la prioridad de un país en el que se vive bajo la amenaza de la delincuencia. Y es que la migración venezolana en el mundo ha crecido hasta alcanzar el millón y medio de personas, de las cuales un 50% se han ido durante los últimos seis años, –200.000 venezolanos viven en España–. Además, según un sondeo realizado por la empresa DatinCorp, el 49% de los 30 millones de venezolanos planea salir del país tan pronto se le presente alguna posibilidad.
El drama de vivir sin medicinas
Que te diagnostiquen cáncer es una experiencia aterradora. Pero que te diagnostiquen cáncer en Venezuela es sólo el comienzo de una odisea, una batalla por la vida y otra por conseguir medicamentos para mantener el tratamiento necesario. De acuerdo con la Federación Farmacéutica Venezolana –Fefarven– hay una falta del 95% de los medicamentos en el país suramericano a causa de una deuda de 6.000 millones de dólares que el gobierno de Nicolás Maduro tiene con los productores.
Esto es algo que conoce de buena mano Yasmari Bello, de 39 años. En noviembre de 2014 a esta joven venezolana conferencista le detectaron cáncer de mama. Desde el año pasado vive en un eterno viacrucis en busca de las medicinas que necesita para su enfermedad. De diciembre de 2015 a mayo de este año estuvo sin recibir ningún tipo de tratamiento. “Los médicos aseguran que suspender el tratamiento es tan riesgoso como no haberlo iniciado”, nos contaba una emocionada Yasmari al recordar como a una conocida, también con cáncer de mama, le tuvieron que extirpar los ovarios y el útero además de amputarle la otra mama, cuando los tratamientos que recibía le fueron interrumpidos por falta de medicación.
Por ello, en un intento desesperado de conseguir uno de los medicamentos más necesarios para este tipo de patologías, Herceptin, Bello ha acudido a las redes sociales –@yasmaribello– iniciando una campaña a la que cada vez se suman más personas.
El pasado 31 de marzo, la imagen de Yasmari Bello llorando en una protesta de pacientes exigiendo medicinas dio la vuelta al mundo. A partir de ese momento pidió no salir más en una foto llorando, porque esta joven venezolana es, según ella misma se define, “vida y alegría a pesar de las circunstancias”. Y eso es lo que transmite: VIDA. En ningún momento de la entrevista Yasmari perdió la sonrisa, una sonrisa que se percibe tras el teléfono con tanta fuerza que traspasó miles de kilómetros y llega en grandes dosis de felicidad a nuestra redacción de la Plaza Santa Ana, en Madrid. “No podemos estar todo el día quejándonos”, comenta risueña.
De esta forma, con el objetivo de abastecer al pueblo venezolano de medicinas, una de las principales defensoras de los Derechos Humanos de Venezuela y esposa del preso político Leopoldo López, ha lanzando una campaña mundial –#RescateVenezuela– con la que llegaba el pasado martes 7 a España. Cientos de madrileños se volcaban con esta iniciativa y la Puerta del Sol de Madrid se llenaba de medicamentos, mascarillas, tensiómetros y guantes esterilizados, recaudándose cinco toneladas de material médico. Sin embargo, el régimen chavista de Nicolás Maduro niega toda ayuda humanitaria, por lo que Lilian, en declaraciones en exclusiva a The Objective en una entrevista que pueden leer de forma íntegra en Investigations, exige al presidente venezolano que «abra el canal humanitario porque cada día hay personas que mueren por falta de estos insumos».
Y es que el drama de Venezuela no es sólo es un gran problema democrático, político e institucional. Es mucho más grave: es un problema humanitario. Entrar en alguno de sus hospitales es como entrar en una zona de guerra, un lugar suicida. La escasez de antibióticos, de soluciones intravenosas y de alimentos, sumado a los apagones eléctricos, causa la muerte de un número incalculable de personas. Los hospitales se han convertido en improvisadas morgues –siete bebés mueren al día en ellos–, donde, en el mejor de los casos, los pacientes esperan en rotas y sucias camillas. El pasado 15 de mayo The New York Times publicaba un reportaje fotográfico que daba la vuelta al mundo. En él se puede ver el interior de varios hospitales venezolanos que parecen los de cualquier país en guerra.
Impactantes fotografías del Hospital Luis Razetti donde se perciben pacientes enfermos, cubiertos de sangre, soportando la miseria y la calamidad donde los médicos no disponen de las herramientas necesarias para trabajar, obligados incluso a operar alumbrados con la luz de sus teléfonos móviles debido a los cortes eléctricos, y en sucias camillas cubiertas de sangre debido a la escasez de jabón y agua –como se puede contemplar en la fotografía–.
Esto es algo que nos ha confirmado Efraim Vegas, médico cirujano del Hospital Leopoldo Manrique Terrero, quien no sólo denuncia la falta de material médico y la suciedad, sino que también asegura que los hospitales están «plagados» de ratas. «La placenta de los partos se la comen las ratas y los gatos», nos comenta Vegas, quién añade que en estos momentos en el centro donde trabaja hay una plaga de caracoles africanos que complica mucho más la situación. «Los hospitales están contaminados, la solución es cerrarlos todos, desinfectarlos y rehabilitarlos uno por uno».
La falta de ambulancias es otro de los problemas a los que tiene que hacer frente el pueblo venezolano. Enfermos trasladados a ambulatorios u hospitales en camillas improvisadas, sillones e incluso en camiones de escombros ya es una imagen frecuente por las calles de cualquier ciudad del país. «Para 10.000.000 habitantes hay sólo 18 ambulancias, lo que supone una por cada 500.000 personas», nos confirma Efraim, quien además es profesor en la Universidad Central de Venezuela, y asegura que se está produciendo una «fuga masiva» de médicos –un profesional de la medicina cobra unos 25 euros mensuales–. «De 100 alumnos, 90 se van fuera», apunta.
Y es que en este mundo hostil de guerras, hambrunas y conflictos políticos y religiosos, Venezuela ha conseguido algo peor que la muerte, ha conseguido el infierno.