Ciencia y ética de los zoológicos
El ser humano y los animales han tenido siempre una relación de convivencia muy estrecha. Podría decirse incluso de prosperidad mutua. Nuestros antepasados dieron buena prueba de ello mediante incontables representaciones artísticas, ya fuera en forma de pinturas rupestres, pictografía o cerámica. Y ese vínculo inquebrantable ha puesto de manifiesto que, queramos o no, ambas especies están destinadas a entenderse.
Quizá la pura necesidad del saber, el afán de conocimiento, empujó a los humanos a organizar los primeros zoológicos de la historia. El cautiverio de animales salvajes comenzó en el Antiguo Egipto, en el año 1.500 a.C., cuando una expedición enviada por la reina Hatshepsut regresó de lo que hoy es Somalia con diversas especies de monos, aves, jirafas y leopardos. Los animales fueron exhibidos en un recinto que la reina mandó construir para tal fin. Esta práctica fue repetida con frecuencia en la civilización egipcia, que además de adorar a los animales por considerarlos manifestaciones de lo divino, servían como regalos o tributos para los faraones.
En Europa, los primeros zoológicos públicos datan de la Grecia Clásica. Los romanos continuaron con la costumbre pero con el objetivo de promover los espectáculos circenses. Durante la Edad Media, el Renacimiento y el Barroco, los monarcas y señores feudales tenían colecciones privadas de animales, muchos de ellos exóticos provenientes de América, como signo de poder. Y no fue hasta la segunda mitad del siglo XVIII cuando empezaron a establecerse los zoológicos modernos en el continente. Desde entonces estos recintos han generado continuas polémicas sobre su utilidad pública y su funcionamiento, dividiendo a la sociedad en función de criterios científicos y éticos.
El trato a los animales
Agustín López Goya, director de Biología en el Zoo Aquarium de Madrid, conoce de primera mano cómo funciona su lugar de trabajo. “El cuidado de los animales en los zoológicos ha mejorado mucho en las últimas décadas. A través de las distintas asociaciones y de los contactos profesionales que tenemos, se ha conseguido avanzar mucho a nivel técnico y teórico. En los congresos y reuniones a las que asistimos se van intercambiando todas estas informaciones, que permiten generar unos documentos llamados ‘guías de manejo‘ en los que se establecen las necesidades de cada especie animal. Estos documentos se van actualizando cada dos años y en ellos participan todos los zoológicos que tienen animales de dicha especie en sus instalaciones”, explica. Agustín hace referencia a la Asociación Europea de Zoos y Acuarios (EAZA, por sus siglas en inglés) y a su filial española, la AIZA.
La Directiva Europea data de 1999. Su finalidad es proteger la fauna silvestre y conservar la biodiversidad mediante la adopción de medidas relativas a la autorización e inspección de los parques zoológicos en la Comunidad. La normativa española se adaptó a ella en el año 2003, y sus disposiciones son claras. Los animales deben estar alojados en condiciones que permitan la satisfacción de sus necesidades biológicas y de conservación. Además, hay que proporcionar a cada una de las especies “un enriquecimiento ambiental de sus instalaciones, al objeto de diversificar las pautas de comportamiento que utilizan los animales para interaccionar con su entorno, mejorar su bienestar y, con ello, su capacidad de supervivencia y reproducción”.
Tanto la EAZA como la AIZA, que legislan el funcionamiento de los zoológicos en España, disponen de diversos programas de cría para regular la procedencia de los animales y se basan principalmente en aquellos que están en peligro de extinción. “En todos los zoos hay un coordinador que se encarga de controlar el programa y hacer que todas las instituciones participantes dirijan a los animales a un sitio o a otro según interese a nivel genético. El objetivo es tener poblaciones genéticamente saludables a medio plazo, unos 90-100 años, que no haya endogamia. Sin embargo, el propósito final es también muchas veces la reintroducción de los animales en sus lugares de origen. En algunos casos se consigue hacer, a pesar de su dificultad. Ha ocurrido por ejemplo con la gacela mohor en el Sáhara, el caballo de Przewalski o el ciervo del Padre David”, indica Agustín.
Una visión muy diferente tiene PACMA, el partido animalista que en las últimas elecciones generales cosechó un millón y medio de votos en las cámaras de representación españolas. Laura Duarte, portavoz del grupo, lamenta que “los animales vivan encerrados en los zoológicos tras ser capturados en su hábitat o nacidos en cautividad. En cualquiera de los dos casos, el sufrimiento para estos animales es incuestionable puesto que pasarán el resto de sus vidas sin poder desarrollar sus comportamientos de forma natural, sin poder interactuar con otros miembros de su especie como lo harían en libertad y sin ver cubiertas sus necesidades más básicas”. Pone como ejemplo la captura de la orca Morgan en aguas holandesas en junio de 2010, que después de su rehabilitación no fue puesta en libertad sino trasladada al Loro Parque de Tenerife.
Para Laura, la legislación española no se posiciona en favor del bienestar de los animales sino del “interés comercial”. Siempre que no sea posible su reintroducción en la naturaleza, defiende, se debe trabajar para “reconvertir los zoológicos en lugares en los que se pueda rehabilitar a los animales encerrados para que vivan el resto de sus vidas, y esto implica entre otras cosas desarrollar campañas de concienciación y presión” que luchen por el cambio en las leyes. “Además de las lesiones físicas que pueden sufrir los animales en estos recintos, en muchos casos por agresiones entre individuos motivadas por el estrés y la ansiedad, la alteración psicológica más frecuente es el trastorno por estereotipia, que es un patrón de comportamiento repetitivo e invariable visto con frecuencia en los animales encerrados”, añade.
Una cuestión pedagógica
Los profesionales que trabajan en los zoológicos o colaboran directamente con ellos, subrayan su importancia en el ámbito educativo de los ciudadanos. Para Agustín, los animales “funcionan como embajadores de su especie, que vive en sus lugares de origen. Muchos niños ven despertar su vocación cuando observan a los animales en el zoo. Quieren ser veterinarios, biólogos, comprometerse con la naturaleza… Esta es una de nuestras funciones principales, la educativa”.
Sin embargo, ¿es posible mantener esa cualidad didáctica mediante otra fórmula? Como alternativa se presenta eZOO, al que muchos consideran “el zoo del futuro”, que sustituye los animales por el uso de la última tecnología audiovisual. Entre sus innovaciones cuenta con escenarios de realidad virtual y proyecciones holográficas que envuelven a los visitantes en atmósferas casi idénticas a las originales, desde las profundidades del océano hasta la selva amazónica. “Pero los animales vivos son muy difíciles de sustituir con la tecnología. Y los psicólogos dicen que la experiencia vivida en directo con los animales es muy diferente a cuando los ves a través de una pantalla o un libro”, apunta Agustín.
“La función pedagógica que se atribuye a los zoológicos se asienta sobre una mentira”, replica Laura. “Existen miles de especies amenazadas en todo el mundo y son sólo unas pocas las ‘seleccionadas’ por los zoológicos, lo cual denota una actitud meramente comercial, alejada de cualquier interés en la conservación de especies o la pedagogía”. Según ella, es imposible entender la conducta de los animales cuando no se están comportando de manera natural en los recintos.
Flaco favor hacen a la causa de los zoológicos casos como el de Pizza, el ‘oso polar más triste del mundo‘, que vive encerrado en un pequeño habitáculo en un centro comercial de China. “Esta noticia nos denigra como sociedad. También ocurrió con el oso polar Arturo, que vivió 22 años encerrado en una jaula pintada de azul, sin contacto con otros individuos, soportando 40 grados de temperatura en verano, aburrido, solo y enfermo en el zoo de Mendoza, en Argentina”. Una opinión que comparte Agustín, para el que este tipo de instalaciones “subestándar” no cumplen los criterios europeos de “bienestar animal y manejo actual”.
El cautiverio como espectáculo
Los espectáculos con animales son frecuentes en los zoológicos. El público asiste a estas exhibiciones desconociendo lo que hay detrás de ellas, lo que genera muchas dudas en torno al trato que reciben los animales para su entrenamiento. Agustín garantiza que “ya no se hacen del tipo circense, sino que están basadas en comportamientos naturales. A los animales les viene muy bien esta clase de entrenamiento con refuerzo positivo, los entrenadores les mantienen motivados con una buena salud tanto física como psíquica. Se da en todas las especies con las que realizamos estas demostraciones, como aves rapaces, aves exóticas o mamíferos marinos”.
“No sólo son víctimas de su propia privación de libertad, sino que muchos, especialmente aquellos que son utilizados en espectáculos, sufren maltrato físico para obligarles a aprender pautas de comportamiento”, dice Laura. PACMA lleva años luchando contra estas prácticas en ciudades de todo el país con el lema de conceder a los animales “sus tres derechos básicos: el derecho a la vida, a la libertad y a no sufrir”.
En España, estos derechos están recogidos en el Código Penal y fueron modificados por última vez en julio de 2015. Paso a paso las reformas evolucionan hacia esa convivencia próspera, ese vínculo inquebrantable entre ambas especies que parecía haberse difuminado en el tiempo. Y es que el ser humano y los animales sólo pueden entenderse a través del respeto mutuo, una meta en común imposible de contener en una jaula.