Payasos: Los hombres que ríen sin ganas en la literatura de terror
El icono “cultural” del payaso salió de los cómics y las novelas gráficas de sus rudimentos para jugar a la realidad.
Entre finales de octubre y principios de noviembre se celebran en distintos lugares del mundo a los muertos y a los santos, a los vivos y a los resucitados, un ritual mexicano que se funde con la efervescencia de consumirse en otras pieles por unas cuantas horas. Este año ese maquillaje vino con narices rojas y sonrisas mateadas, los meses de septiembre y octubre se desbordaron con cientos de denuncias y reportes que describían a personas en esquinas solitarias vestidas de payasos; caras siniestras engalanadas con ropas abombadas caminando por las calles de Norteamérica, Londres Canadá y Alemania. En EE.UU. la prensa local reportó casos en 40 de los 50 estados del país, e inclusive Ronald McDonald’s sufrió las consecuencias cuando la compañía de comida rápida decidió limitar sus apariciones ante los «avistamientos de payasos» malvados multiplicándose en distintas ciudades del mundo, algunos con conclusiones bastantes violentas ante la histeria y el pánico mediático.
El icono “cultural” del payaso salió de los cómics y las novelas gráficas de sus rudimentos para jugar a la realidad. El horror y el humor mezclados con promiscuidad trajeron a los “Bad Clowns”, acuñados así por el profesor y escritor Benjamin Radford quien ha estudiado oleadas de eventos similares en 2013, 2014 y 2015 y asegura que «dentro de cinco o seis años habrá otros payasos horrorosos como estos».
Hombre vs monstruo
El género de terror en la literatura se desarrolla con la novela gótica en el siglo XVIII, clásicos como El castillo de Otranto (1764) de Horace Walpole, considerada la primera novela de esta corriente, abren el camino a historias como Vathek de William Beckford o El monje de Matthew Gregory Lewis. En este siglo surgen nombres indispensables para la evolución y “prosperidad” del género, entre los grandes maestros referenciales se exhiben Edgar Allan Poe con El Corazón Delator (1843) o H.P. Lovecraft con El clérigo malvado (1939), apoyados por Drácula (1987) de Bram Stoker y la creación del monstruo de Mary Shelley Frankenstein (1818), piezas claves que explotan el terror psicológico y parte de la mitología sobrenatural de procedencia anglosajona (vampiro, hombre lobo, fantasma, demonio).
Visten de hombres, de políticos, de seres sobrenaturales o todas las anteriores: alcoholismo, depresión, desilusión y bullying son algunos de los puntos de partida favoritos cuando se trata de describir a alguien que siente la necesidad de pintarse la cara de blanco para ofrecer caramelos a los niños.
Ya desde la antigüedad, en tradiciones especialmente vinculadas a los Indios Americanos, el acto de convertirse en payaso era protocolo válido para alejar a los demonios en ritos religiosos, también se presentaba como una iniciativa en la cual la persona debía aguantar insultos y bromas pesadas. Cientos de años después el concepto se amoldó a los vicios de la modernidad y aunque hay mucha más información de estos personajes explotados en el cine y la televisión, los libros también tienen sus payasos macabros escritos en tinta.
Un substancial antecedente para el perfil de los payasos como formas turbadas e incómodas la hace Víctor Hugo en 1869 cuando publica El hombre que ríe, en donde un actor llamado Gwynplaine recorre Francia con el rostro desfigurado en una grotesca sonrisa. Esta es una de las primeras formas de utilizar a la figura no tanto en el ámbito de terror como en el contexto social y político, aquí la tragedia es la intolerancia de un Rey ante lo disímil. Por esta misma línea sigue Donde mueren los payasos (2013) del colombiano Luis Noriega, quien con tinte político y casi premonitorio continúa con una historia en donde un medio de comunicación orquesta una campaña en la que un payaso callejero se convierte en firme candidato a las elecciones presidenciales.
En el libro del alemán Heinrich Böll –The Clown (1963)– este personaje es más bien un hombre deprimido y conformista abatido por la Alemania nazi que salta de hotel en hotel con la melancolía del forastero; el australiano Will Elliott fue un poco más allá con El Circo de la Familia Pilo Payasos tristes, dementes y psicópatas (2011) en donde el payaso ya representa ese ser psicótico de universo circense que viste para impresionar y se maquilla para matar.
Pero es probable que el payaso más terrorífico de la literatura lo haya creado Stephen King cuando en 1986 explota la coulrofobia –fobia social a los payasos- con todas sus letras. It es un libro de más de mil páginas en donde la maldad de una ciudad se materializa en lugares húmedos y olores familiares. Un payaso que se aprovecha del terror particular de cada niño; una mezcla de asesino, psicópata, fantasma y monstruo que atrae a sus víctimas con una sonrisa pintada y un manojo de globos que perecen flotando junto a los sacrificados. “Aquí abajo todos flotan”, It.
La presencia del “monstruo” es una característica clave en el género del terror, ese “algo” antinatural que perturba al mundo corriente con violaciones a las leyes naturales causando aversión y desconfianza. La frenética crisis de los payasos, al parecer, fue amortiguada con el apogeo de octubre y las fiestas de Halloween; sin embargo, aquí recordamos que estas “leyendas” en la literatura suelen sonreír sin ganas y bien sea para parodiar a un político o a un asesino, alguien siempre termina llorando.
“Ya era demasiado. A él no le interesaban los trapecistas. Sólo para destruir el malentendido, explicó que lloraba porque los payasos no le hacían reír” Esa Boca (1959) Mario Benedetti.