Carla Simón en la Berlinale
Hace año y medio estudiaba un máster de cine en Londres, parece poco, y un año después se puso a rodar una película que es la fotografía del verano en que perdió a mamá.
La ilusión se desborda y es natural: Carla Simón está tocando el cielo. Hace año y medio estudiaba un máster de cine en Londres, parece poco, y un año después se puso a rodar una película que es la fotografía del verano en que perdió a mamá. Ahora, en este invierno gélido de Berlín, Carla comienza a saborear las mieles del éxito y presentará Estiu 1993 [Verano 1993, en castellano]; así se llama su primer largometraje–en la deslumbrante Berlinale, dentro de la sección Generation, tan carismática desde su inauguración en 1977, donde Carla es la única representante española.
Esta genuina sección del primer gran festival europeo del año tiene un espíritu que la desmarca. Las películas que se presentan aquí se agrupan en dos partes o premios, Generation KPlus y Generation 14Plus, en función de las edades de sus protagonistas, en cualquier caso menores de 18. Se trata de una sección donde las historias giran en torno a la infancia y la adolescencia, en ese mundo incierto donde comienzan a romperse los cimientos y a devorarnos los miedos. De su recuerdo y de la imaginación, en ocasiones desbordante, comienzan a construirse películas maravillosas.
Pues bien, la joven Carla Simón, de 31 años, llega con la historia de su vida. En Estiu 1993, una niñita de seis años comprende para siempre que mamá no volverá y que sus tíos y su prima son ahora su familia. En un ambiente único, en la montañosa comarca de Garrotxa, cerca de Francia, la pequeña Frida construye una nueva vida.
«Es una historia autobiográfica y no puedo ocultarlo», dice Carla mientras ríe. «Eso para mí fue muy bueno a la hora de escribir el guión porque enseguida fue como poner mis recuerdos juntos. Ahí había un material muy vivo. Todo fue dotar de estructura a unos recuerdos y convertirlos en película. En el guión todo era perfecto. Pero cuando me puse a dirigir era difícil lidiar con la memoria. Tú tienes unas imágenes claras, esos recuerdos. Lo ves de una manera muy concreta y luego te ves allí… Yo busco interpretaciones muy realistas y te das cuenta de que no puedes dirigir al milímetro porque entonces pierdes naturalidad. Rodamos con dos niñas, una de cuatro años y otra de siete, y para darles un poco de libertad teníamos que jugar con lo que había. Fue duro renunciar a estas imágenes».
Una cincuentena de niñas se presentaron en enero de 2016 en la escuela de la Bòbila, en les Preses, Girona, para enfrentar un casting. De este pueblecito catalán salieron las niñas protagonistas. Pero las selecciones siempre son complicadas y trabajar con personitas tan jóvenes es un desafío; es difícil que puedan memorizar un guión, sentir su rol en rodaje y no pueden –por ley– trabajar más de 6 u 8 horas al día, según el caso.
«Yo lo disfruté muchísimo, pero es difícil». Carla suspira y continúa: «Trabajamos mucho esto con los actores, quedamos los fines de semana en Barcelona, pasamos muchas horas juntos para hacer largas improvisaciones para que las niñas fueran entendiendo el juego, para que disociaran también un poco entre sus padres reales y los de la película. Y antes, en el casting, ya buscamos que las niñas se parecieran a los personajes que había escrito. Pero ellas nunca, nunca leyeron el guión. Todo dependía de lo que les iba proponiendo en cada escena y había frases concretas que yo misma les lanzaba durante la toma, y rodar así era bonito cuando funcionaba, pero a veces una mirada a cámara te hace perder la escena. Y sufres. Sufres mucho».
Estiu 1993 es la única representación española en Generation y aspira a llevarse el Oso de Cristal a Mejor Película
Uno imagina que una obra, en todas sus fases, es sufrimiento. Porque otro de los puntos que me intriga es conocer cómo es conseguir fondos y confianza para una primera película en alguien tan joven, con el camino por recorrer y con la única experiencia de las lecturas y los cortometrajes. Carla agradece profundamente todo el apoyo de Inicia Films, su productora, que primero se interesó por ella cuando era una estudiante en Londres para después sacar adelante un guión que Carla mimó durante años; pero ahora que ha terminado Estiu –cerraron el montaje hace una semana– ha podido conocer las asperezas de manejar un tiempo y un dinero que siempre son escasos. Quiso rodar ocho semanas pero solo tenía dinero para seis. No importa; está satisfecha con el resultado.
Carla tiene un vuelo a Berlín. Allí, en Generation, competirá por el Oso de Cristal en la categoría KPlus, donde conocerá de primera mano el trabajo de otros autores con las mismas ambiciones y distinto talento. De la sección, destaca, le interesa una de sus características esenciales: niños de todas las escuelas podrán ver su película gracias a las visitas programadas por sus profesores, una experiencia en la que colaboran la organización del festival y el gobierno local.
«Ese contacto con las escuelas me interesa mucho», dice Carla, que tiene que hacer las maletas. «Por eso también doy clases de cine a niños a través de Cine en Curso. Me pregunto qué opinarán de mi película».