Otazu, un museo de vino y arte contemporáneo
Dicen que el vino es el único arte que se puede beber. Sin embargo, en Bodega Otazu el arte no sólo se saborea, también se ve, se palpa, se aprecia en cada detalle y rincón de esta bodega histórica situada más al norte de España.
Dicen que el vino es el único arte que se puede beber. Sin embargo, en Bodega Otazu el arte no sólo se saborea, también se ve, se palpa, se aprecia en cada detalle y rincón de esta bodega histórica situada más al norte de España, a tan sólo ocho kilómetros de Pamplona, enmarcada entre la Sierra del Perdón y la Sierra de Sarbil, con el río Arga como delimitador natural.
Nada más llegar nos topamos con dos hieráticos guardianes de hierro de Xavier Mascaró que vigilan la entrada de la finca y nos dejan claro que en esta bodega lo menos sorprendente será catar vinos. En el exterior, figuras de colores y diferentes formas te gritan silenciosamente haciendo imposible apartar la mirada de ellas; en el interior, decenas de cuadros y esculturas rodeadas de máquinas y viejos útiles relacionados con el cultivo de la vid. Un pequeño Reina Sofía que este fin de semana nos ha abierto sus puertas para presentarnos, en un evento privado, algunas de sus obras dentro del programa VIP de ARCO 2017, que tiene a Argentina como país invitado.
El argentino Leandro Erlich incorpora en Otazu su obra monumental
‘Valkirias de Otazu – Preludio del Señorío’ es una obra específica monumental creada por el artista conceptual argentino, Leandro Erlich, para la fundación de Arte Kablanc Otazu, dirigida por Guillermo Penso.
Compuesta por 80 cilindros de aluminio afinados – distribuidos a lo largo de 50 metros –, funciona como un «xilófono espacial» y se activan cuando el espectador interactúa con ellos mediante una vara de aluminio, corriendo y haciendo vibrar cada uno de sus elementos y logrando así recrear la conocida melodía ‘La cabalgata de las valkirias’, que abre el tercer acto de la ópera del compositor alemán Richard Wagner ‘Die Walküre’. «Se trata de una pieza cuyo título es una instrucción para el espectador y un deseo para el artista. Llamando a la acción, funciona solamente al correr, de ese modo la música se activa y la obra cobra sentido», nos detalla Erlich. De esta forma, en Otazu se funden dos pasiones: el arte y la música Wagneriana, admirada por Guillermo Penso.
Para poder experimentar ‘Valkirias de Otazu – Preludio del Señorío’ los espectadores deberán hacer un esfuerzo físico. De este modo, Erlich exige un espectador «comprometido, curioso y activo». Situada frente a otra importante obra de la colección, ‘El color de nuestras vidas’, realizada por el artista chileno Alfredo Jaar, la obra de Erlich ha sido instalada en el Señorío de Otazu, donde, hoy día, conviven la Iglesia románica de San Esteban (s. XII), una torre de defensa palomar (s. XVI) y un palacio Renacentista de origen medieval (s. XVI), dando fe de que la historia siempre está presente en Otazu.
Genios de Otazu
Buscando una síntesis entre la labor creativa del artista plástico y el enólogo surge ‘Genios de Otazu’. Un proyecto que todos los años elegirá a un artista para que reinterprete la estética de una barrica de vino de madera utilizando su propio lenguaje. En su primera edición, ‘Genios de Otazu’ cuenta con el artista madrileño David Magán. El resultado al que ha llegado es la creación de una especie de escultura virtual, llamada ‘The Secret Behind The Barrel’ – El Secreto detrás del Barril – que flota en el centro de una pantalla de 3×3 metros. Una obra de luz que cambia con la posición del espectador y que trabaja entre los límites del dibujo y la escultura, de lo físico y lo etéreo.
«El gran reto que se me planteaba era cómo llevar el color del material de las barricas al espacio y, a la vez, producir una obra que esté dentro de mi lenguaje», nos cuenta Magán, quien al mismo tiempo participará en la vendimia natural de dicho vino. Después de 24 meses ejercerá de enólogo para conseguir un ensamblaje único que responda a su propio paladar.