“- ¿Alguna vez te preguntas si existe gente viviendo en el tercer planeta?
–El tercer planeta es incapaz de mantener vida –sostuvo el esposo pacientemente- Nuestros científicos mantienen que hay demasiado oxígeno en su atmósfera.”
Ray Bradbury
En la ficción y los relatos Marte es el candidato constante para hospedar formas de vida externas a la Tierra, desde que la National Aeronautics and Space Administration (NASA) se aplica pacientemente a entender el universo en su más amplio espectro, los ocho nombres que nos aprendimos de memoria en el colegio –Plutón, Neptuno, Saturno, Urano, Marte, Júpiter, Mercurio, Venus- han prosperado en un compendio de 1.030 planetas extrasolares, a los que hay que añadir otros 4.696 planetas candidatos en diferentes sistemas solares.
El pasado 22 de febrero la lista creció cuando la NASA reveló que a 40 años luz -en la constelación de Acuario- hay un sistema solar con siete planetas que giran en torno a una estrella conocida como enana roja; todos destacan por tener un tamaño equivalente al de la Tierra, pero hay tres planetas con más probabilidades de disponer de agua líquida y océanos que el resto, colocándolos en la categoría de habitables. Y aunque los científicos afirman que harían falta unos 400 años para llegar al Trappist-1 con la tecnología actual –así llamaron al nuevo sistema- también sostienen que dentro de una década podrían confirmar la presencia de vida externa a la Tierra.
Imaginar y dilucidar sobre la existencia de algo más que gravedad y estrellas fuera de las fronteras terrestres ha sido la base para cientos de historias utópicas y caprichosas en donde extraterrestres, conflictos bélicos, poderes sobrenaturales y una tecnología con bastantes años de ventaja se juntan para dibujar qué pasaría si pudiéramos viajar a otros planetas, una tesis cada día menos incierta. Cuando en 1950 el escritor estadounidense Ray Bradbury publicó las Crónicas Marcianas hizo un repaso bastante acertado, aunque no definitivo, de cómo sería la colonización del espacio en un escenario en donde Marte es el punto de fuga elegido para una migración masiva.
Bradbury, también conocido por ser el autor de Farenheit 451, recolectó en 25 relatos que narran desde enero de 1999 hasta octubre de 2026 una ficción en donde gracias a una guerra nuclear y a la inminente extinción de la humanidad se emprenden una serie de expediciones al “planeta rojo” para tantear el terreno. El astronauta al mando de la expedición es asesinado por un marciano, al no tener noticias de este una segunda expedición se presenta en una cadena que concluye cuando finalmente Marte es colonizado por una civilización que resbala en los mismos errores, prejuicios y censuras una y otra vez, advirtiendo que la naturaleza humana se repite en círculos sin mirar hacia abajo para atarse los zapatos.
Los hombres de la Tierra
A propósito del último descubrimiento de la NASA, los posibles escenarios de las Crónicas de Bradbury sugieren el desenlace de una futura expansión de la raza humana mientras esta baila al ritmo de carritos de perro-caliente, manicomios, pueblos en llamas, enfermedades endémicas y muertes impuestas.
“Me imagino que no podría usted…-sugirió el capitán-, quiero decir, en fin, no podría intentar reflexionar…-Titubeó.- Hemos trabajado mucho, hemos hecho un largo viaje y quizá pudiera usted estrecharnos la mano al menos, y darnos la enhorabuena- añadió con voz apagada-. ¿No le parece?” (Bradbury).
Bradbury plantea la colonización de un planeta, más no un descubrimiento excepcional. En un primer posible escenario los humanos no sobreviven ante la especie primigenia por ser incapaces de entender las diferencias entre sus realidades. Esa creencia científica y moral que se dispone a adueñarse de un lugar autoproclamando nombres es resistida, los mismos extraterrestres les revelan que todo lo que existe en Marte ya está nombrado y definido. Es así como las intenciones de imponer los conocimientos humanos son rechazadas como si fueran “cosas usadas”.
“Si usted me pregunta si creo en el espíritu de las cosas usadas, le diré que sí. Ahí están todas esas cosas que sirvieron algún día para algo. Nunca podremos utilizarlas sin sentirnos incómodos. Y esas montañas, por ejemplo, tienen nombres… Nunca nos serán familiares; las bautizaremos de nuevo, pero sus verdaderos nombres son los antiguos. Por mucho que nos acerquemos a Marte, jamás lo alcanzaremos. Y nos pondremos furiosos, ¿y sabe usted qué haremos entonces? Lo destrozaremos, le arrancaremos la piel y lo transformaremos a nuestra imagen y semejanza” (Crónicas Marcianas)
En el siguiente escenario, la imposibilidad de comprenderse mutuamente recae en la excusa de la locura. Durante la segunda expedición Bradbury narra el viaje de cuatro humanos que son encerrados en un manicomio por contar una inverosímil historia sobre cómo llegaron a Marte en una nave desde la Tierra. Los hombres que esperan ser recibidos con medallas y desfiles son recluidos en un lugar en donde todos alucinan con sus cinco sentidos, algunos inclusive pueden proyectar sus desvaríos al plano físico, por ende su historia es tomada como un trastorno mental más.
Así continúan las escenas, en un formato de acción-consecuencia. Los viajeros se encuentran con un típico pueblo americano, igual a los que dejaron bajo escombros en la Tierra; sin embargo, cuando sus amigos y familiares ya fallecidos aparecen de nuevo en aquél mundo por ilusión o secuelas del aire, se plantea el dilema de si es posible que las civilizaciones de dos planetas marchen y evolucionen de la misma manera. En un relato parecido, Bradbury juega con la nostalgia y el lado confuso de los recuerdos cuando una pareja de ancianos que se mudan a Marte buscando olvidar la muerte de su hijo, Tom, se encuentra con un marciano con la habilidad de transformarse en su hijo fallecido, como si los fantasmas de los fallecidos desfiguraran el cuerpo del desconocido.
Contagio extraterrestre
Ya ha pasado antes, un grupo de hombres llega a una isla, izan una bandera y gritan un nombre, se imponen a sus habitantes contagiándolos con enfermedades desconocidas y superponen las huellas de sus pies descalzos por las de los zapatos. Bradbury formula el exterminio de la vida en Marte mediante una epidemia que se riega como peste negra por el planeta. La varicela se convierte en la “bandera” que clavan los humanos en el planeta rojo.
Por otra parte, se presenta el escenario de dos realidades paralelas conviviendo al mismo tiempo, dos pares de ojos que observan paisajes distintos con un reloj de arena que corre a una velocidad uniforme. Mientras los marcianos ven un pueblo radiante y festivo, el hombre solo percibe un lugar en ruinas inundado por cuerpos sin vida. Y en uno de los retratos más acertados de la raza humana, Bradbury revive el tabú del racismo cuando relata cómo los “negros” emigran a Marte desafiando a sus “patrones”, quienes intentan detenerlos ante la posibilidad de quedarse sin esclavos.
Un hombre solo en Marte
Bradburry también ridiculiza al máximo la persistencia de los ritos y costumbres mercantilistas. Un hombre abre en Marte el primer puesto de salchichas con la esperanza de que al llegar diez mil cohetes que huyen de la Tierra este sea el único negocio del lugar, pero mientras espera a millones de kilómetros y luces de distancia el gran lanzamiento la guerra en la Tierra comienza, hundiendo una estela de ambición y codicia reincidente y familiar.
Las posibilidades son infinitas y Bradburry las describe guiándose por una sola referencia: el comportamiento humano, que 67 años más tarde mantiene una distancia meramente temporal con la generación del escritor. Crónicas Marcianas es una crítica diligente y lúgubre del género humano, de sus defectos, sus vicios y sus errores. Es la sátira de un planeta entero, de encuentros del tercer tipo con “los vecinos” en donde la civilización marciana desaparece para ser sustituida a medias por la terrestre, que en pocos años se consume a sí misma como lo hizo en la Tierra. Las posibilidades transitan entre la soledad del humano en otro planeta, la nostalgia por regresar a casa, la imposibilidad de convivir con otras especies, la intolerancia, el racismo, las guerras y todas esas realidades que coexisten diariamente sin necesidad de salir de la atmósfera terrestre.
La pregunta queda en el aire, luego de 25 relatos y cuatro expediciones, cuando todos desaparecen ¿quién se queda con la credencial de “marciano”, ellos o nosotros?