Verde esperanza desde el Monte Qasioun: la destrucción del patrimonio sirio
Cuenta la leyenda que el día del Juicio Final Jesús descenderá del Cielo y desde lo más alto de uno de los minaretes de la Gran Mezquita de los Omeyas de Damasco proclamará el advenimiento del Reino de los Cielos y el fin del mundo tal y como lo conocemos. Puede que para muchos sirios el fin del mundo comenzara hace ya seis años, un 15 de marzo de 2011, cuando el conflicto estalló en el país. El Observatorio Sirio de Derechos Humanos (Osdh) ha asegurado que desde entonces 321.358 personas han muerto y 145.000 están desaparecidas. De todas ellas, más de 96.000 eran civiles.
Cuenta la leyenda que el día del Juicio Final Jesús descenderá del Cielo y desde lo más alto de uno de los minaretes de la Gran Mezquita de los Omeyas de Damasco proclamará el advenimiento del Reino de los Cielos y el fin del mundo tal y como lo conocemos. Puede que para muchos sirios el fin del mundo comenzara hace ya varios años, cuando el terrorismo del Estado Islámico sacudió la región.
Hace apenas seis años, cuando te adentrabas en la ciudad antigua de Alepo o Damasco y deambulabas por sus calles, iluminadas de noche por las luces amarillas de las farolas y las verdes de los minaretes de las mezquitas, tenías una enorme sensación de paz. Actualmente el escenario ha cambiado y todo aquello se ha convertido en vagos recuerdos. La guerra siria no distingue de credos ni edades; de objetivos militares ni edificios civiles; de aquello que es patrimonio de interés cultural de lo que no lo es. Algunos de los edificios históricos más emblemáticos, hoy se encuentran dañados o en ruinas. Los constantes bombardeos, los actos vandálicos del autoproclamado Estado Islámico y los expolios, están acabando con parte del patrimonio de Siria. Alepo, junto con Palmira, son dos de las ciudades más afectadas por este problema.
¿Por qué el grupo Estado Islámico destruye el patrimonio?
La actuación del grupo terrorista Estado Islámico no se trata tanto de una cuestión religiosa -que lo es en cierto modo- como de una estrategia propagandística. La instrumentalización de la religión se convierte en un arma perfecta para lograr unos objetivos muy concretos: sembrar miedo, terror, superioridad o provocación.. Destrozar e incluso conquistar asentamientos arqueológicos es una manera de demostrar su poderío y de intentar desacreditar la labor y la autoridad de las fuerzas de seguridad locales.
El patrimonio cultural en todos sus ámbitos (material e inmaterial) es indispensable para construir la identidad de un pueblo o una región; es un elemento clave para construir la identidad pasada presente y futura de una sociedad y para construir un espíritu de unión nacional. Algunos de los principales sitios dañados por el conflicto son:
La ciudad monumental de Palmira
La ciudad monumental de Palmira se sitúa en el desierto sirio, a tres kilómetros de la ciudad de Tadmir. Durante su época de pleno apogeo fue la capital del Imperio de Palmira, bajo el efímero reinado de la reina Zenobia, entre los años 268 a 272. Este monumento fue declarado patrimonio de la humanidad en 1980 por la Unesco.
Los yihadistas del grupo Estado Islámico han acabado con parte de la arquitectura y las artes de Palmira que fusionaron en los siglos I y II las técnicas grecorromanas con las tradiciones artísticas autóctonas y persas. Entre los elementos destruidos o dañados se encuentran el arco monumental de la ciudad, el teatro romano y el templo de Bel, entre otros.
El teatro romano en 2010:
El teatro romano en 2017:
El templo de Bel en 2010:
El templo de Bel en 2016:
El Arco Monumental en 2010:
El Arco Monumental en 2016:
La gran mezquita de Alepo
La Mezquita Omeya de Alepo fue la mezquita más grande de la ciudad hasta 2013, cuando fue devastada por los bombardeos. El centro religioso fue construido por el califa Walid I en el siglo VIII sobre los restos de un templo romano y de una iglesia bizantina, y tuvo que ser reconstruido tras un incendio que le destruyó completamente en 1169, momento en el que se aprovechó para incorporar un minarete de 45 metros de altura, totalmente destruido en la actualidad. La mezquita era conocida por albergar los restos del profeta Zacarías.
Mezquita Omeya en 2010:
Mezquita Omeya en 2016:
La ciudadela de Alepo
La ciudadela de Alepo es una fortaleza medieval del siglo XIII considerada uno de los castillos más grandes y antiguos del mundo.
Ciudadela en 2010:
Ciudadela en 2016:
La pérdida de identidad
La destrucción del patrimonio supone también una pérdida de identidad personal (documentos de identidad) y nacional. El patrimonio inmaterial tiene una importancia muy grande en lo referente a la construcción del concepto de identidad nacional. La destrucción del mismo tiene unas consecuencias futuras nefastas en la cohesión social de un pueblo una región. En Siria algunos de los elementos más afectados por el conflicto y que pueden acabar desapareciendo son:
- El uso de la lengua aramea en la liturgia de la iglesia siriaca en las regiones próximas a Damasco.
- Los empleos tradicionales y artesanales como el soplado de vidrio, los damasquinados, la taracea o los tejidos naturales. El encarecimiento de los materiales por el conflicto bélico, y la pérdida de clientela y turismo, obliga a muchos artesanos a dejar su trabajo e incluso a abandonar su país. Estos trabajos son principalmente transmitidos de forma oral de generación en generación, por lo que una vez abandonados, son difícilmente recuperables.
- Algunas fiestas católicas u ortodoxas, principalmente en la región de Raqqa, donde miles de ciudadanos de esta corriente religiosa se han visto obligados a abandonar el país.
La Siria de ayer
Todavía recuerdo, como si fuera ayer, aquella noche del 6 de agosto de 2010, recorriendo la Vía Recta del casco antiguo de Damasco en dirección a la ciudadela, donde el músico libanés Marcel Khalife tañía su laúd árabe ofreciendo el último de sus conciertos en el país gobernado por Bashar Al Assad. «Añoro el pan de mi madre, el café de mi madre, las caricias de mi madre… Día a día, la infancia crece en mí y deseo vivir porque si muero, sentiré vergüenza de las lágrimas de mi madre…», así reza una de sus canciones basada en un poema del palestino Mahmoud Darwish.
Por suerte, el patrimonio de Damasco aún se conserva en pie y todavía es posible subir al Monte Qasioun, donde se puede contemplar la inmensidad de una de las ciudades habitadas más antiguas del mundo, donde se respira un poco de paz y donde es posible ver el anochecer mientras las luces verdes de las mezquitas, que llaman al unísono a la oración, y las amarillas de las casas, hacen su aparición en la ciudad del Sham, como se refieren a ella algunos lugareños. Hoy las luces que alumbran algunos barrios son las provocadas por los destellos de los morteros, por el fuego de las explosiones y por los disparos de los fusiles pero, mientras haya una luz encendida en las faldas del Monte Qasioun, aunque solo sea la de una casa o la de una mezquita, no estará todo perdido, aún habrá un pequeño atisbo de esperanza para el pueblo sirio y su patrimonio.