Las páginas del crimen que Truman Capote omitió en “A sangre fría”
Gracias a «A sangre fría», Truman Capote se convirtió en ejemplo del «Nuevo periodismo», pero ¿qué hechos de la realidad omitió?
“Es penoso para mí y penoso para ellos. Cuando hay en juego asesinatos, no se pueden tener muchas consideraciones con el dolor personal. Ni con la intimidad. Ni con los sentimientos personales. Hay que hacer preguntas. Y algunas hieren profundamente.”
A sangre fría.
Hasta la mañana del 15 de noviembre de 1959 el pueblo de Holcomb, Kansas-Estados Unidos, era solo un anexo en el mapa. Con una población de 270 habitantes abstraídos en los clichés de los pequeños pueblos americanos, entre casas de madera plantadas en un desierto de cielo azul intenso sumidas en lo ordinario de la rutina, Holcomb llegó a los titulares de los periódicos por todas las razones equivocadas: el asesinato de Herbert William Clutter, su esposa Bonnie Clutter y dos de sus cuatro hijos – Nancy y Kenyon Clutter-. Los responsables de sus muertes, Perry Smith y Richard Hickock, serían inmortalizados seis años más tarde por un intrépido y extravagante escritor llamado Truman Capote.
En 1966 la publicación de A Sangre Fría, una crónica de no ficción novelada sobre “la masacre de Holcomb”, se presentó como una serie de entrevistas, investigaciones, testimonios y artículos ensamblados en una especie de novela testimonial en donde Capote demostró con destreza sus capacidades narrativas. Gracias a estas páginas, el escritor se convirtió en el ejemplo más citado para entender la corriente denominada como nuevo periodismo; la unificación entre literatura e investigación periodística para contar historias reales desde una perspectiva mucho más sucinta y perceptiva, no por ello menos real o “periodística”.
Desde su circulación han surgido varias contradicciones que alegan constantes impuntualidades, omisiones y fabricaciones en el resultado final del texto de Capote, pero tal vez la más relevante hasta ahora la dio a conocer el periodista del diario estadounidense The Wall Street Journal (WSJ), Kevin Helliker, en un artículo para el rotativo en donde asegura que A Sangre Fría no es la única versión escrita de la masacre. Richard Dick Hickock, uno de los autores de la matanza y primordial fuente de información durante las visitas a la cárcel que hizo Truman Capote para su investigación, también escribió un manuscrito relatando las ejecuciones de la familia Clutter.
Capote se desentendió ante los medios y editoriales en aquél entonces e ignoró la existencia de estas 200 páginas escritas por Hickock desde la cárcel. El WSJ asegura que este texto estuvo culminado mucho antes que la novela de Capote, y que existe correspondencia que evidencia su conocimiento sobre el manuscrito del convicto. Aunque no se dejan claros los motivos particulares de la elaboración de este libro, de haber encontrado alguna casa editorial que lo publicara hubiera representado un competidor de ventas nada despreciable para A sangre fría.
La principal diferencia entre ambos relatos, apartando la naturalidad idónea de Capote para convertir cualquier historia de su interés en un relato literario y periodístico a la vez, consiste en que en su versión Hickock infiere que el asesinato fue un encargo de un tercer hombre que les prometió a él y a su cómplice 5.000 dólares por ejecutar al señor Clutter, a quien Capote describe como “el más destacado ciudadano de la comunidad, el hombre más eminente no solo en Holcomb, sino de toda Garden City”.
Hickock delata esta presencia cuando escribe frases como: “Iba a matar a una persona, tal vez a más de una ¿Lo podría hacer? Tal vez, tal vez me acobarde, pero no me puedo acobardar, ya he tomado el dinero, he gastado parte de él, además, pienso, sé demasiado”. Más adelante menciona la recompensa cuando resalta: “Nos estábamos quedando cortos de tiempo, eran casi las dos y nuestra reunión con Roberts era en una hora, no nos convenía perdérnosla. Cinco mil dólares es mucha plata”.
No obstante, aunque el incentivo del dinero se mantiene, en A sangre fría los detalles del crimen no incluyen ningún asesinato por encargo, más bien se describe la avaricia de dos hombres desesperados por robar una caja fuerte con 10.000 dólares que nunca habían visto con sus propios ojos, y cuya prueba de existencia residía en segundas y terceras lenguas.
«Aunque su lectura no es desestimada será con mucha dificultad un reflejo de aquella envidiable narrativa que en 1966 hizo de Truman Stekfus Persons el precursor del “nuevo periodismo”.
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Además de Capote, la única persona que sabría de la existencia del manuscrito y que lo habría mantenido bajo su protección todo este tiempo fue un periodista de la zona llamado Mack Nations, quien contactó en 1961 con los dos condenados mientras trabajaba en un reportaje sobre el corredor de la muerte para el The Wichita Eagle. Su correspondencia con Hickock fue bloqueada por una orden de las autoridades penitenciarias de la cárcel, el contacto directo o indirecto con los presos fue restringido pero no antes de que Hickock y Nations hicieran un acuerdo, meramente verbal, en el cual el asesino escribiría su historia y se la enviaría al periodista por correo, quien lo transformaría en un manuscrito literario para venderlo a alguna casa editorial. La prisión de Kansas impuso la nueva prohibición pocos meses después de que comenzara la correspondencia oficial del libro, la razón nunca se supo, pero Capote sí logró mediante un poderoso abogado conseguir una excepción a la regla de “contacto” con los presos.
En 1962, Nations mandó a las autoridades de Kansas una copia de dicho manuscrito –que logró llegar a sus manos a pesar de la prohibición- y este cayó en posesión de Robert Hoffman, un abogado del Estado involucrado en el caso de los condenados. Al morir dejó el manuscrito a su hijo, Kurk Huffman. Esta es la versión examinada por el Journal, quienes también relatan que Capote quiso comprar el manuscrito pero Nations se negó.
El artículo de Helliker relata toda una tramoya literaria en donde el manuscrito de Hickock permanece de incógnito ya que nunca consiguió una casa editorial que lo publicara, Random House devolvió el texto con la aclaración de que ya tenían un contrato con Capote. A sangre fría permaneció por 35 semanas en la lista de éxitos del New York Times. Para entonces un viejo caso de evasión fiscal puso fin a la carrera de Nations en el diario The Wichita Eagle. En 1968, a dos años del éxito de A sangre fría, este falleció en un accidente de coche. Su copia del libro de Hickock desapareció y encontró de nuevo su camino. Llevaba el título de Autopista al infierno.
El hijo de Nations no cree en coincidencias y recela de los cargos federales contra su padre, que aparecen pocas semanas después de que los oficiales recibieran una copia del manuscrito.
La versión de un asesino
El WSJ aclara que esta “versión” de los hechos no entiende de redenciones ni arrepentimientos, no es una larga carta de disculpa, una justificación, ni muchos menos una aclaratoria, es más bien la descripción detallada de como Hickock y Perry Smith estacionaron su Chevy Sedan en la entrada de la granja de la familia Clutter e irrumpieron en ella para llevarse un botín que nunca encontraron. Según Hickock, lo único que le pesó en aquél entonces fue que su compañero se encargó personalmente de todas las matanzas, dejándolo con un sabor de impaciencia en la garganta. Inclusive detalla como iluminaba la cabeza de cada uno de los Clutter con su linterna para que Smith les pegara el tiro de gracia. “Me habría gustado ver al embalsamador rellenando esos agujeros”, escribe.
Y aunque este nuevo manuscrito no desacreditaría la versión de Capote por completo, de ser cierto, cosa que se pone en duda debido al historial incriminatorio y mitómano de Hickock, sí hubiera incomodado por lo menos al Kansas Bureau of Investigation, cuya labor en el caso de Holcomb es descrita en A sangre fría en un retrato heroico y memorable. Al parecer el asesino no los ensalza con tanto entusiasmo como el escritor.
Según uno de los hijos de Nations, Capote contó la historia que las autoridades querían que se contara, y hay evidencia documentada de la Sociedad Histórica de Kansas en Topeca y la Universidad Pública de New York que prueban que el Bureau intentó frustrar la publicación del texto de Hickock.
A sangre fría
Faltando media hora para la medianoche del sábado 14 de noviembre de 1959 Perry Smith y Dick Hickock entraron a la casa de los Clutter. Después de inmovilizar a los cuatro miembros de la familia presentes registraron todo el inmueble buscando una caja fuerte que según información recibida por Hickock en la cárcel contenía diez mil dólares. Nunca encontraron la caja y se robaron algunos bienes cuyo valor no pasaba de los 40 dólares, pero antes de esto asesinaron a los Clutter uno por uno y huyeron de Kansas hacia México. Al día siguiente dos conocidas de Nancy Clutter, alarmadas por la ausencia de su familia en los servicios de la Iglesia fueron a buscarla y se encontraron con la familia muerta.
Hichcock y Smith fueron capturados el 30 de diciembre de 1959 y condenados por pena de muerte a la horca. Fueron ejecutados en la Prisión de Langsing (Kansas) el 14 de abril de 1965.
Si este nuevo manuscrito es o no verídico, su efecto en la historia de Capote bien podría ser nulo. Aunque su lectura no es desestimada será con mucha dificultad un reflejo de aquella envidiable narrativa que en 1966 hizo de Truman Stekfus Persons, quien adoptó el Capote de su padrastro de origen cubano, el precursor del “nuevo periodismo”. No obstante, la lectura de un clásico suele ser expansiva, y A sangre fría no es solo una novela reconocida mundialmente por decenas de culturas y en decenas de idiomas, es un relato en donde el escritor hace de un crimen en un pequeño pueblo de Estados Unidos una semblanza de árboles y desiertos que todo tienen que ver con el crimen aunque no lo parezca. Es la humanización de una noche y sus consecuencias, la recreación minuciosa de un crimen americano.