Vuelve The Get Down, la gran serie eclipsada por Stranger Things
Nadie sabe en qué momento se originó esto del hip hop porque son muchas sus fechas de nacimiento y demasiados los nombres que se asocian a su creación. Pero lo que es cierto es que surgió como una reivindicación de clase, que lo hizo en las calles bajas en los peores tiempos y que tiene un componente racial innegable.
Nadie sabe en qué momento se originó esto del hip hop porque son muchas sus fechas de nacimiento y demasiados los nombres que se asocian a su creación. Pero lo que es cierto es que surgió como una reivindicación de clase, que lo hizo en las calles bajas en los peores tiempos y que tiene un componente racial innegable; tanto es así que hoy en día existe rap recitado por hombres blancos de clase media, que visten según los cánones que marcó el hip hop hace décadas, y que, sin embargo, no pueden evitar caer en lo grotesco de la imitación.
En Netflix se propusieron crear una serie que reflejara el Bronx en los años setenta, cuando aquellos que no se refugiaban en la música lo hacían en las drogas. Para ello entregaron el proyecto a un esteta como Baz Luhrmann, que jamás había rodado una serie a pesar de tener una carrera en el cine a tener en cuenta, ignorando que el director de películas como Australia o Moulin Rouge nunca se ha ajustado a los ritmos de una producción grande; mucho menos a sus presupuestos, de por sí monstruosos. De hecho, Netflix no tuvo más remedio que emitir los primeros seis episodios en verano de 2016, rompiendo con el plan inicial, tras advertir que la otra mitad de la primera temporada estaba todavía en proceso de posproducción.
Esta segunda parte de la serie es la que acaba de ver la luz. The Get Down es un musical por entregas que le ha costado 116 millones de dólares (por el momento) a la productora, que apostó fuerte por el formato, aunque desconocemos si tanto. Luhrmann transmite un Bronx viejo y en descomposición con las calles sucias y tomadas por las mafias locales y los políticos corruptos. Pero lo hace cayendo en el romanticismo, como si en el fondo solo le importara la historia de Ezekiel y lo demás fuera accesorio. Ezekiel es un adolescente que comienza escribiendo versos y termina formando con cuatro amigos una banda con un estilo musical que es la semilla del rap actual.
También cobra protagonismo Mylene Cruz, la chica de la que está enamorado Ezekiel, que sueña con convertirse en una de las grandes divas de la música disco, aun por encima de la voluntad de su padre, tan mezquino. Ambos crecen en un ambiente que les anima a rendirse, a no buscar más frontera que la de sus barrios en el sur del Bronx. Pero cuentan con la ventaja de que Luhrmann les ha dotado de rebeldía y de entereza, hasta el punto que la serie se transforma en una oda al ‘Todo es posible si te esfuerzas lo suficiente’.
Baz Luhrmann, en otros términos, defendió de este modo su obra: “Estos jóvenes no innovaron porque quisieran hacerse ricos o porque quisieran ver sus grafitis algún día en los museos: lo hicieron porque la ciudad les decía no existes. Lo hicieron porque era su forma de decir existimos”. Para contar la historia con precisión y sin lagunas, el cineasta australiano se las ingenió para conseguir el asesoramiento de Grandmaster Flash –representado en la serie por un actor más joven–, uno de los pioneros del rap, quien potenció la verosimilitud de sus guiones.
Con todo, esta serie llamada a marcar una época se encontró en el camino con un producto que ha rebasado todas las expectativas de Netflix. Porque al mismo tiempo que The Get Down se emitió Stranger Things, y estas son palabras mayores. El éxito de la serie ambientada en el pequeño pueblo de Hawkins atrapó todas las miradas y apenas dejó las migas para el resto. Ahora, la segunda parte de la serie tiene la obligación de terminar lo empezado; justo en el momento en que las grandes producciones de Netflix están en pausa, el camino hacia la cima del joven Ezekiel despierta un interés que antes resultaba difícil imaginar. Todo depende de lo logrado del resultado y de si Luhrmann ha conseguido esta vez contener su voracidad estética en beneficio del entretenimiento.