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Chernóbil, 32 años del peor desastre nuclear de la historia

El 26 de abril de 1986 el mundo entero se estremeció ante las noticias que llegaban de Ucrania, una república de una Unión Soviética que ya por entonces había iniciado su camino hacia su disolución. El reactor 4 de la central nuclear de Chernóbil había estallado y provocando una fuga radioactiva de proporciones inimaginables entonces y que las autoridades soviéticas trataron de minimizar. Después se confirmaron las peores sospechas: lo ocurrido en la central sigue siendo 31 años después el accidente nuclear más grave de la historia.

Chernóbil, 32 años del peor desastre nuclear de la historia

El 26 de abril de 1986 el mundo entero se estremeció ante las noticias que llegaban de Ucrania, una república de una Unión Soviética que ya por entonces había iniciado el camino hacia su disolución. El reactor 4 de la central nuclear de Chernóbil había estallado y provocado una fuga radioactiva de proporciones inimaginables entonces y que las autoridades soviéticas trataron de minimizar. Después se confirmaron las peores sospechas: lo ocurrido en la central sigue siendo 32 años después el accidente nuclear más grave de la historia.

Desde el año 2000, se publica el informe del Comité Científico de Naciones Unidas sobre los Efectos de la Radiación Atómica (UNSCEAR), sobre los efectos en la salud provocados tras el accidente de Chernóbil.

Chernóbil, una ciudad situada a 120 kilómetros de Kiev, capital de Ucrania, y próxima a la frontera con Bielorrusia, ha quedado unida ya para siempre a este desastre nuclear. El siniestro del reactor de la central provocó, según la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Organismo Internacional para la Energía Atómica (OIEA), la muerte de 56 personas aquel aciago día. Pero el número real de afectados sigue siendo todavía hoy una incógnita.

 

Ceremonia en recuerdo de los bomberos y trabajadores fallecidos tras el accidente de Chernóbil, en Ucrania. | Gleb Garanich / Reuters

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Viudas de empleados que fallecieron después de las labores de limpieza en la central nuclear siniestrada, durante un homenaje. | Efrem Lukatsky / AP

El experimento

Aunque en un primer momento hubo mucha confusión y opacidad sobre lo que realmente había ocurrido, después se ha sabido que aquel día los responsables de la central nuclear llevaban a cabo un experimento para simular un corte de suministro eléctrico, cuyo retraso, sin duda, tuvo que ver con lo que ocurrió después. Apenas habían comenzado las pruebas cuando, a la 01.24 de la madrugada, hora local, se produjeron dos explosiones con un intervalo de apenas unos segundos causadas por el sobrecalentamiento del núcleo del reactor.

La comunidad científica cree que se produjo un fallo en el sistema de seguridad que debía evitar ese sobrecalentamiento. La primera explosión liberó vapor que causó la ruptura del techo de hormigón del reactor y la segunda explosión terminó por romper las paredes. La investigación oficial determinó que el personal no había seguido las medidas de seguridad.

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Un empleado desinfecta partes radioactivas de la planta nuclear de Chernóbil en esta imagen tomada en 1996, diez años después del accidente. | Foto: Stringer / Reuters

 

Investigaciones independientes informaron de que la primera explosión había tenido un componente químico, mientras que la segunda fue atómica. Los testigos contaron que primero vieron un brillo rojo y que, con la segunda explosión, todo se tornó de color azul celeste, momento en el que observaron un «hongo atómico» sobre la central, una nube que contaminó el cielo. La cantidad de material radiactivo liberado fue 500 veces superior al de la bomba de Hiroshima en 1945.

Afectados directa e indirectamente

En torno a 600.000 personas -entre obreros, bomberos, personal de emergencias- participaron en las tareas de extinción del incendio que se produjo tras el accidente; las autoridades evacuaron a más de 130.000 personas y otras 200.000 fueron reubicadas con posterioridad. Según el informe de la OMSmás de 4.000 personas murieron en los años posteriores al accidente. La radiación alcanzó una docena de países de Europa Central y Oriental, incluida Irlanda, aunque las poblaciones más afectadas fueron Ucrania y Bielorrusia.

Otro informe del año 2006 de la Asociación Internacional de Médicos para la Prevención de la Guerra Nuclear (AIMPGN), una organización creada por médicos y organizaciones médicas soviéticas y estadounidenses durante la Guerra Fría para la prevención de la guerra nuclear y desarme de las armas nucleares, titulado Efectos de Chernóbil sobre la salud, ofrecía datos mucho más alarmantes sobre las consecuencias de la explosión de la central nuclear.

A partir de estudios científicos, estimaciones de expertos y datos oficiales, el informe de la AIMPGN ofrecía una lista resumida de consecuencias de la catástrofe, entre las que se incluyen que, desde el accidente, «la mortalidad infantil se ha elevado significativamente en varios países europeos, incluyendo Alemania». «Los estudios disponibles han estimado el número de víctimas mortales infantiles en Europa en aproximadamente 5.000»; «en Alemania, Grecia, Escocia y Rumanía ha habido un incremento significativo de casos de leucemia«, además de indicar que «los defectos congénitos encontrados en hijos de los liquidadores (personas encargadas de la limpieza de la zona tras el accidente) y pobladores de las áreas contaminadas podrán afectar a las generaciones futuras hasta un grado que aún no puede ser estimado».

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Un grupo de chicos ucranianos durante un simulacro de seguridad en un colegio de Rudniya, localidad situada justo en el límite de la zona de seguridad de Chernóbil, en 2006, 20 años después del accidente | Foto: Oded Balilty/ AP

 

El documento cuestionaba también el informe del Fórum de Chernóbil que hablaba de 4.000 muertes previsibles por diferentes tipos de cáncer, una estimación de la OIEA sacada de un estudio de la OMS que «en realidad prevé 8.930 muertes por esas causas». «Y si se comprueban las fuentes usadas por la OMS, se llega a una previsión de entre 10.000 y 25.000 muertes adicionales debidas a cáncer y leucemia», añade la organización de médicos.

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Unas muñecas aparecen en un sucio suelo de una guardería en la ciudad de Pripyat, Ucrania, en el año 2000 | Efrem Lukatsky / AP

 

Donde mayores efectos tuvo la radiación fue en la ciudad de Pripyat, construida en su día para los trabajadores de la planta y situada a sólo tres kilómetros de la misma. En un primer momento, los 50.000 habitantes no fueron alertados de la amenaza de la contaminación radiactiva y sólo fueron evacuados 36 horas después del accidente.

El desastre convertido en turismo

La central permanece en Chernóbil encapsulada dentro de un sarcófago, como único superviviente, como un mal recuerdo, y la vecina localidad de Pripyat es una ciudad fantasma que permanece vigilada en un radio de 30 kilómetros por la policía y el ejército. Por no haber, no hay ni pájaros ni alimañas. Nada.

 

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La abandonada ciudad de Pripyat con la central nuclear al fondo y la nueva estructura de seguridad sobre el sarcófago que cubre el reactor 4, en esta imagen tomada el 5 de abril de 2017 | Foto: Gleb Garanich / Reuters

 

Los expertos aseguran que los efectos de la radiación tardarán años en desaparecer y aún así hay quien ha visto en la peor catástrofe nuclear un negocio. Y es que es posible visitar la zona de aislamiento limitado por una alambrada. Hay visitas guiadas para turistas estrictamente controladas. Según las cifras oficiales, alrededor de 10.000 personas visitan cada año la zona sellada de Chernóbil. Abierta a los turistas en 2011, sólo se puede permanecer en el lugar 10 minutos.

Que se haya convertido en un centro de peregrinación de curiosos se debe a que, aunque aún quedan lugares radiactivos en la zona, los niveles de radiación son mínimos. Las radiaciones beta, que son las peligrosas para el organismo, sólo se aprecian cerca del sarcófago del reactor que se construyó años después del accidente. De modo que visitar la zona de aislamiento no es peligroso para la salud.

Además, en noviembre de 2016 se instaló una gigantesca campana de acero de 25.000 toneladas sobre el reactor, financiada por la comunidad internacional. Un proyecto pensado para garantizar la seguridad de la instalación en los próximos 100 años.

 

 

 

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