'La llamada', el éxito divino que cumple cuatro años sobre los escenarios
La llamada celebra esta noche su cuarto aniversario, cuatro años resistiendo en los teatros, con una crítica magnífica, con un éxito de audiencia fuera de debate; han desfilado por estas butacas más de 150.000 personas.
La Corredera Baja es una calle madrileña larga y estrecha con bares a un lado y otro, unas cuantas tiendas, un salón de belleza, y entre medias el Teatro Lara. No queda lejos de la Gran Vía, que asombra en las primeras horas de la noche, donde están las luces de la ciudad y los teatros que son inmensos. Con todo, siempre hay pequeñas joyas en estos rincones casi escondidos como el Teatro Lara.
La llamada celebra esta noche su cuarto aniversario, cuatro años manteniéndose en los teatros, con una crítica magnífica, con un éxito de audiencia enorme; han desfilado por estas butacas más de 150.000 personas. Este musical, coescrito y codirigido por Javier Calvo y Javier Ambrossi –los Javis, como les llaman en el equipo-, tiene como escenario un campamento religioso de verano. Allí, dos adolescentes pasan un fin de semana de encierro extraño después de ser castigadas por haberse escapado para salir de fiesta. Es en la primera noche cuando Dios, un hombre blanco de mediana edad y con el pelo cano, interpretado por Richard Collins Moore, se presenta ante una de ellas, en vigilia, para cantarle canciones de Whitney Houston. Ella, claro, se muestra sorprendida, busca una explicación, y toda la obra se sucede en ese territorio de permanente búsqueda.
Cuando comenzaron los representaciones de La llamada, las actrices principales eran Macarena García y Anna Castillo. Ahora, después de que Macarena y Anna se embarcaran en otros proyectos, son Susana Abaitua y Angy Fernández quienes adoptan los roles de las dos adolescentes encerradas en ese laberinto de descubrimiento y madurez que son los últimos años de adolescencia.
Es un reto incorporarse a una obra cuando todo funciona, cuando mover cada pieza supone un riesgo. En este caso, sin embargo, ha funcionado. “Todo es muy rápido en el teatro cuando haces una sustitución”, dice Susana, calmada. “Te aprendes el texto, haces tres ensayos y ya tienes que hacer la función. Es complicado; yo soy muy perfeccionista y lanzarme con tan pocos ensayos… Pero fue bien, ayudó que la había visto muchas veces”.
La recaudación de la noche irá destinada a la Asociación Chrysallis, que atiende a familias con menores transexuales
Susana lleva un año y medio en el papel de María Casado, su primer trabajo en un musical. Es joven, a sus 26 años presume orgullosa de sus comienzos, cuando decidió abrirse camino en la interpretación. “Mi primera obra fue con 17 años y hacía el papel de una prostituta serbobosnia”, recuerda, riendo. Casi 10 años después, ha encontrado en La llamada una obra que le entusiasma, donde trabaja con libertad, donde el equipo ha creado un ambiente familiar que se respira entre camerinos, en los minutos previos y durante el montaje del escenario. “Nunca había hecho tanto tiempo una función”, dice Susana. “Pero La llamada tiene algo especial. Cuando comienza la función, la conozco tanto, la he hecho tantas veces, que es un gusto, no pienso, solo estoy en el momento. No estoy pensando en si se me olvida el texto, no estoy pensando en cosas así. Hay algo de libertad mental, y eso sirve como terapia. Te hace dejar de pensar en tus problemas, vives la vida de María Casado y no la de Susana. Son dos horas de meditación”.
Angy, de 26 años, mira con complicidad a Susana. Entró en sustitución de Anna Castillo, justo para el día del segundo aniversario, y desde entonces sigue en el reparto. Su trayectoria ha pasado por el cine, por la televisión, por el teatro, y tiene una experiencia más amplia en los musicales. “Es lo que más he hecho”, explica. “Cuando empecé en los musicales tenía 19 años o 20”. Tanto es así que su nombre ha aparecido en las marquesinas de la Gran Vía por Los 40, el musical y Hoy no me puedo levantar.
Aunque la obra solo se representa de jueves a domingo, esta noche, martes 2 de mayo, hace una excepción por su aniversario, y los productores han anunciado que la recaudación se destinará a la Asociación Chrysallis, que atiende a familias con menores transexuales. El guión es sorprendente, tiene giros, un humor cercano, unos personajes reconocibles. “Son de verdad, naturales, como en la calle», concluye Angy. «Aquí no hay nada pretencioso. Somos dos amigas normales y cualquiera que esté en la butaca se puede sentir identificado”. Quizá de esta fórmula radique su éxito; han pasado cuatro años, tan rápido, y no se vislumbra un final.