Girlboss o las biopics que tienen poco de biografías
Netflix estrenó hace unos días la serie Girlboss. Basada en la vida de la empresaria Sophia Amoruso y en su autobiografía Girlboss, la serie relata la historia de una chica que comienza un negocio en la reventa de ropa vintage por Internet.
Netflix estrenó hace unos días la serie Girlboss. Basada en la vida de la empresaria Sophia Amoruso y en su autobiografía Girlboss, la serie relata la historia de una chica que comienza un negocio en la reventa de ropa vintage por Internet. Antes del primer episodio aparece una advertencia: “Levemente basada en hechos reales… muy levemente”. Girlboss fue producida por la propia Amoruso -que revisó cada guión antes del rodaje-, por lo que es de esperar que su retrato excluya algunas cosas, pero la crítica ha sido dura con ella. La serie no deja fuera algunos detalles, sino más bien elimina del todo los detalles problemáticos de la vida de Amoruso, una empresaria con muchos escándalos encima.
Los datos son estos: Amoruso fundó Nasty Gal, una compañía de reventa de ropa vintage y luego de diseños “propios”. Primero fue una historia de éxito de esas que tanto le gustan a Hollywood. Nasty Gal se convirtió en un negocio rentable, muy rentable. Llegó a valer unos 300 millones de dólares. Pero no todo era un cuento de hadas. Y luego una serie de demandas por plagio (y quejas públicas), otra serie de demandas de ex empleadas despedidas por estar embarazadas e incluso una despedida justo antes de un trasplante, y una declaración de bancarrota en 2016 acabaron con la empresa. Sin embargo, Amoruso renunció como CEO de la empresa y Nasty Gal se vendió por un precio «irrisorio» a la compañía británica Boohoo.
Girlboss, la serie, está hecha en un tono de comedia bastante simple y pinta a Sophia como una chica grosera y egoísta, pero a la vez como alguien que el espectador debería apreciar y admirar. Cuando Netflix compró los derechos de la historia, Nasty Gal aún era solvente. Y ahora, tras el estreno, ha tenido pocas -y no demasiado buenas- reseñas. Nasty Gal es historia del pasado.
Pero este no es el único ejemplo de una biografía audiovisual que elimina, esquiva o reescribe hechos de la vida de su protagonista. De hecho, es algo bastante común.
Netflix ya tuvo alguna experiencia con este tema cuando estrenó la exitosa Narcos. El hijo de Pablo Escobar se dedicó a enlistar los problemas con la historia públicamente y a directamente señalar las cosas que nunca pasaron. Y, claro, siempre está la crítica a la perspectiva y la importancia de los agentes americanos de la DEA en una historia que se desarrolla en Colombia.
Y es que las biopics son ese tipo de historia que siempre seduce a Hollywood. No es difícil deducir por qué. Un personaje ya conocido, una estructura ya establecida por los hechos de su vida, drama garantizado pero también está el problemilla de los hechos de la vida del personaje a quien quieres representar que cuadran con lo que se quiera contar. ¿Qué hacer? Pues en la mayoría de los casos poner un cartelillo, como el de Girlboss, que señale que la película o serie está basada en hechos reales y saltarse o inventarse momentos y personas.
¿Ejemplos? Hay muchos. My week with Marilyn es uno bastante exagerado. Ese ejercicio frustrado y típica carnada de Óscar relata la inventada semana de un joven asistente de rodaje junto a la actriz durante el rodaje de El príncipe y la corista. Bueno, según ese joven, que publicó dos diarios contando su cercanía con la actriz y que tiene cero corroboración, la historia es cierta. Incluso llegó a ser tan amigo de la actriz que en un momento de la historia Marilyn se toma un exceso de pastillas y es él quien la salva no sus amigos cercanos a quienes no abre la puerta, es él quien la cuida durante la noche.
Un ejemplo en que la propia protagonista es también productora de la historia, como Amoruso, es The Runaways. Joan Jett produjo la película y mucha de la historia se basó en la autobiografía de Cherry Currie y el resultado deja mucho que desear. Poca información, las otras dos miembros de la banda básicamente no existen y mucha pose, matan una película que podría haber sido una buena historia sobre una banda trascendente del punk.
Otras biopics famosas que juegan con la realidad para probar su punto tienen a un mismo guionista en común: Aaron Sorkin. La red social y Jobs son dos biografías sobre dos conocidos personajes que se inventan hechos, conversaciones y personajes para pintar el retrato de Mark Zuckerberg y Steve Jobs. En el caso de La red social el mismo Zuckerberg criticó la invención extensa en la historia y en el caso de Jobs la propia estructura inventa escenarios para generar conversaciones trascendentes entre Jobs y varios de sus colaboradores.
La lista podría ser eterna. Ficcionalizar vidas reales existe desde que existe la narrativa. Habrá que esperar qué pasa en el caso de Girlboss. Aún no se ha anunciado una renovación, y puede que no la haya, pero la creadora ya ha dicho que no descarta hablar de la bancarrota de Nasty Gal en el futuro. Claro, en tono de comedia, puede que las demandas sobre despidos a mujeres embarazadas y plagios no tengan mucho espacio.