La obligación de muchas jóvenes en Japón: ser actriz porno
Ser una mujer joven, tener alrededor de 20 años, ir caminando por las calles de Tokio y recibir una oferta para se modelo; un trabajo con el que podrás obtener dinero y glamour. Puede que no sea difícil aceptar esta oferta soñando con la idea de un futuro prometedor. Así comienza el calvario de muchas jóvenes japonesas que se ven forzadas a participar en películas porno. La industria va en aumento mientras la legislación japonesa no acaba de arrancar para proteger a sus ciudadanas.
Ser una mujer joven, tener alrededor de 20 años, ir caminando por las calles de Tokio y recibir una oferta para se modelo; un trabajo con el que podrás obtener dinero y glamour. Puede que no sea difícil aceptar esta oferta soñando con la idea de un futuro prometedor. Así comienza el calvario de muchas jóvenes japonesas que se ven forzadas a participar en películas porno. La industria va en aumento mientras la legislación japonesa no termina de arrancar para proteger a sus ciudadanas.
«El explorador de talentos tenía una tarjeta de visita apropiada y hablaba muy respetuosamente, así que pensé que era alguien en quien podía confiar», afirma una de las víctimas en un reportaje que publica el diario británico The Guardian.
Esta joven, citada como Kurumin Aroma, firmó un contrato con una compañía de entretenimiento en el que se le requería que se quitara la ropa en una sesión de fotos. «Esa fue la primera vez que escuché hablar de desnudos», asegura. «Lloré, pero me sentí bajo mucha presión para decir que sí, así que estuve de acuerdo».
Esta es la antesala de lo que serán las apariciones en películas porno, una industria muy rentable que genera en Japón alrededor de 5.000 millones de dólares al año, a través de ventas y cuotas de suscripción. Se estima que se producen 20.000 vídeos cada año.
Según han denunciado numerosas organizaciones pro Derechos Humanos en Japón, cuando las jóvenes se dan cuenta de que los contratos que han firmado van más allá del simple modelaje son amenazadas con las consecuencias económicas y personales que podría acarrear la ruptura de dicho contrato. En última estancia las amenazan con contarle todo a sus padres, así que las jóvenes se ven acorraladas.
«No era lo que esperaban o no querían aparecer en películas porno, pero de alguna manera se metieron en una situación de la que no consiguen salir», afirma en ABC Aiki Segawa, una de las trabajadoras de Lighthouse, organización sin ánimo de lucro que trabaja en Japón contra el tráfico de personas y contra la explotación y violencia sexual. «Creo que cualquiera puede convertirse en una víctima y esa es la realidad que estamos viendo», ha asegurado.
«Algunas incluso fueron violadas en grupo»
Este tipo de problemática entre las jóvenes japonesas ha ido aumentando en los últimos años. Según datos de Lighthouse, en 2016, 148 mujeres buscaron ayuda por ser víctimas sexuales. En 2015 se registraron 83 casos y el año anterior, 29. En las denuncias, las jóvenes relataban que se veían obligadas a participar en películas porno, pero algunas de ellas también han denunciado que las forzaban a mantener relaciones sexuales sin protección e incluso que fueron violadas en grupo.
Esta asociación sin ánimo de lucro urge al Gobierno japonés a aprobar leyes contra la trata de personas porque a día de hoy esta legislación no existe. Confían en que el país nipón pueda legislar esta problemática como tarde en 2020.
Desde la organización Human Rights Now afirman que «lo increíble es que las empresas productoras de este tipo de películas pueden actuar con impunidad». Kazuko Ito, abogado y secretario general de la organización, asegura en The Guardian que «no hay ninguna ley que prohíba que las mujeres entren en las películas porno y tampoco hay supervisión gubernamental de la industria. Esto no es sólo una cuestión legal, sino una violación de los derechos humanos», afirma.
Se espera que las autoridades niponas comiencen a trabajar para resolver este vacío legal. Así, el año pasado, el Gobierno lanzó su primera encuesta sobre el reclutamiento de mujeres jóvenes vulnerables en la industria y encontró que 200 de las 20.000 encuestadas habían firmado contratos para ser ‘modelos’, y más de 50 fueron obligadas, posteriormente, a posar desnudas o tener relaciones sexuales delante de la cámara.