Maullidos de autor: escritores y sus gatos
Existe un poderoso vínculo entre los felinos y la literatura y buena prueba de ellos son las cientos de fotografías que rescatan del olvido entrañables escenas de escritores en compañía de sus gatos.
Existe un poderoso vínculo entre los felinos y la literatura, y buena prueba de ello son las cientos de fotografías que rescatan del olvido entrañables escenas de escritores en compañía de sus gatos. ¿Por qué los autores sienten tal atracción por los mininos?, ¿de dónde proviene el magnetismo?
Tal y como señalaba David M. Barnett en un artículo publicado en The Guardian, muchos escritores justifican su obsesión por los gatos utilizando la cita del novelista, periodista y dramaturgo canadiense Robertson Davies, quien explicaba que “a los escritores les gustan los gatos porque son criaturas tranquilas, adorables y sabias, y a los gatos les gustan los escritores por las mismas razones».
Cuenta la leyenda que Mr. Peter Wells fue el nombre del gato escritor H. G. Wells; Topaz, el de Tennessee Williams; Catarina, la gata de Edgar Allan Poe; Chopin, el de F. Scott Fitzgerald, y que a lo largo de su vida, Mark Twain disfrutó de la compañía de numerosos seres gatunos apodados Apollinaris, Beelzebub, Blatherskite, Buffalo Bill, Satan, Sin, Sour Mash, Tammany o Zoroaster. Los ejemplos son tan inabarcables como la propia historia de la literatura, pero entre el infinito elenco de maullidos y letras, rescatamos algunos de los casos más emblemáticos.
Jorge Luis Borges
Según sus biógrafos, Jorge Luis Borges tuvo dos gatos llamados Odín y Beppo. El primero, bautizado en honor al dios de la mitología nórdica, y el segundo, con el que posa en la fotografía, llamado Beppo, porque era el mismo nombre del gato que se cree que un día tuvo Lord Byron. En palabras de Borges, el gato “se llamaba Pepo, pero era un nombre horrible, entonces se lo cambié enseguida por Beppo, el gato de Byron. El gato no se dio cuenta y siguió su vida”.
A este felino le dedicó un poema en la obra La cifra, publicada en 1981.
El gato blanco y célibe se mira en la lúcida luna del espejo
y no puede saber que esa blancura y esos ojos de oro que no ha visto
nunca en la casa son su propia imagen.
¿Quién le dirá que el otro que lo observa
es apenas un sueño del espejo?
Me digo que esos gatos armoniosos
el de cristal y el de caliente sangre,
son simulacros que concede al tiempo
un arquetipo eterno. Así lo afirma,
sombra también, Plotino en las Ennéadas.
¿De qué Adán anterior al paraíso,
de qué divinidad indescifrable
somos los hombres un espejo roto?
Patricia Highsmith
La prolífica autora de El Talento de Mr. Ripley y Extraños en un tren mostró una gran pasión por los gatos, y la leyenda cuenta que llegó a tener seis, en su mayoría siameses. Dormían con ella, la observaban y rondaban por su mesa mientras escribía.
Highsmith llegó incluso a incluir a estos animales como personajes en algunos de sus relatos, y según declaró una amiga de la autora “encontraba en los gatos el equilibrio emocional” que los humanos no conseguían aportarle.
Ernest Hemingway
“Un gato tiene absoluta honestidad emocional. Los seres humanos, por un motivo u otro, pueden esconder sus sentimientos, pero un gato no”, aseguraba Hemingway. Su pasión por los felinos es un hecho tan corroborado que su casa en Key West, Florida, convertida hoy en museo y visitada por los devotos del famoso escritor estadounidense, cuenta como uno de su mayores atractivos los seis gatos descendientes de Snowball, el gato que originalmente pertenecía al escritor y le acompaña en la imagen que encabeza estas líneas.
Jean Cocteau
El poeta, novelista, dramaturgo y cineasta francés Jean Cocteau fue un gran devoto de estos animales y se dice que describía a su gato Karoun como “el rey de los gatos”. Diferentes fuentes indican que Cocteau explicaba su predilección diciendo: «Si prefiero los gatos a los perros, es porque no hay gatos policía (…) Me gustan los gatos porque me gusta mi casa. Y porque, poco a poco, se convierten en su alma visible».
Ray Bradbury
El signo del gato fue el título elegido para la colección de 21 cuentos que resumen la trayectoria literaria de uno de los grandes genios de la literatura norteamericana del siglo XX, Ray Bradbury. Además, en su libro Zen in the Art of Writing, el autor comparte su sabiduría con un consejo válido en toda circunstancia artística o creadora: «Este es el gran secreto de la creatividad. Trata a las ideas como a los gatos: haz que te sigan»
Doris Lessing
La ganadora del Premio Nobel de Literatura en 2007, Doris Lessing, concibió todo un tratado sobre el amor humano hacia los gatos. En su libro de memorias titulado On Cats, la escritora británica colecciona historias felinas que mercaron su trayectoria, desde su niñez en las granjas africanas pasando por los apartamentos londinenses de su juventud, hasta llegar a «El Magnífico», el último gato con el que compartió hogar en la vejez. En otro de sus libros, Particulary Cats, la autora vuelve a aferrarse a los felinos para contar su propia vida demostrando que a veces, la compañía de estos animales resulta tan reveladora como la de cualquier humano.
Charles Bukowski
El padre del «realismo sucio» declaró sobre los felinos impresiones con las que más de uno estará de acuerdo: «Caminan con una dignidad sorprendente, pueden dormir veinte horas al día, sin duda y sin remordimiento: estas criaturas son mis maestras».
Julio Cortázar
Un libro cuenta que el gato de Julio Cortázar se llamaba nada más y nada menos que Teodoro W. Adorno. Era un gato callejero, «negro y canalla», que un día aterrizó en su vida en Saignon en el sur de Francia y que se materializaba cada vez que él y su mujer volvían a la localidad provenzal. Un día, Teodoro W. Adorno no sólo no volvió a la casa del escritor argentino, sino que al cruzárselo en el pueblo ignoró por completo al autor que le había dado un nombre tan bonito como rimbombante.
Truman Capote
El periodista y escritor estadounidense Truman Capote es el maestro detrás de joyas literarias como A sangre fría y Desayuno con diamantes, novela donde la aparición del gato es un símbolo clave y además sirve como herramienta para proporcionar el desenlace: «Somos un par de seres que no se pertenecen, un par de infelices sin nombre, porque soy como este gato, no pertenecemos a nadie. Nadie nos pertenece, ni siquiera el uno al otro».
Colette
La polémica novelista francesa autora de Gigi, cuya adaptación lanzaría al estrellato a Audrey Hepburn, fue descrita como la auténtica «mujer de los gatos». En su novela The Cat, retrata el compromiso y la luna de miel de una pareja dividida por la exagerada devoción del hombre a su gato Saha: «No era sólo un pequeño gato», pensó Alain. «Era la nobleza encarnada de toda la raza del gato, su indiferencia ilimitada, su tacto, su vínculo de unión con el aristócrata humano». Palabras las de Collete que muestran una fascinación sin límites compartida por el resto de escritores que ocupan estas líneas.