Cultura Zef: Así lo parten los chonis sudafricanos
¿Imaginas que unos chonis caricaturizándose a sí mismos acabaran codeándose con los ricos y famosos de Beverly Hills? Así es la cultura zef.
A Ninja y Yo-Landi les gustan los coches tuneados, los dientes de oro, la ropa de licra y fumar porros del tamaño de bates de béisbol. La palabra fuck y sus derivados aparecen en una de cada dos frases que sueltan por la boca. Sus gestos expresan una actitud que oscila entre la amenaza y lo puramente obsceno. Son chonis sudafricanos, pero también los músicos internacionalmente conocidos que conforman la banda Die Antwoord, estandarte de la cultura Zef.
Puede no que sean exactamente lo que Desmond Tutu tenía en mente cuando describió Sudáfrica como la Nación del Arcoiris, pero su controvertido estilo pisa hoy tan fuerte que han llegado a convertirse en modelo de inspiración y orgullo para toda una generación de jóvenes canallas con aspiración a molar. Tampoco imaginaba Mandela que tras una gorra de medio metro se escondiera un tipo capaz de renovar la identidad de la sociedad blanca post-apartheid haciendo del rap un aglutinante más poderoso que el rugby. Pero, ahí está Jack Parow, el músico que puso los cimientos para convertir a los Zef en empoderada tribu urbana.
Renovando estereotipos a través de la apropiación, la música rap-rave y un “elegante” mal gusto, lo Zef traspasa fronteras para encajar como un guante en la cultura globalizada actual. Su habilidad para ofender es universal y triunfa hasta el extremo. La imagen de Sudáfrica ha pasado de limitarse a las exóticas fotografías de National Geographic a protagonizar las chirriantes portadas de Vice. De la segregación racial a la amalgama cultural. De la marginalización al estrellato. Lo barriobajero, si es sudafricano, es cool. Y la culpa de todo la tienen los chonis, que están de moda.
Imperio Zef: Del barrio a la estratosfera
La palabra Zef se asocia con jóvenes de extrarradio que suelen ir en chándal, llevan bisutería dorada, peinados cenicero, cejas cortadas y tatuajes de gánster. Petulancia cani, arrogancia antipijerías y soberbia de clase obrera, ahora envasadas en un producto original y bailable que mezcla hip hop con electrónica. Zef es, básicamente, tal y como se presentaron Die Antwoord con sus primeros vídeos Enter the Ninja y Zef Side, logrando millones de reproducciones en tan solo unos días.
¿Imaginas que unos chonis caricaturizándose a sí mismos acabaran codeándose con los ricos y famosos de Beverly Hills? Pues es justo lo que está ocurriendo. Ocho años después de aquellos vídeos Paris Hilton está obsesionada con Die Antwoord, David Lynch se declaró fan e invitó a la banda a tomar café, Ninja fue elegido para la campaña del diseñador Alexander Wang este año, y hasta el artista Damien Hirst ha hecho una escultura con el busto de Yo-Landi, presente en la última Bienal de Venecia.
Die Antwoord ejemplifican hasta tal punto lo que se considera “molón” que incluso el director de Suicide Squad, David Ayer, ha sido acusado de copiar su estilo sin miramientos para los personajes de su nefasta película, recibiendo por ello una contestación vía Instagram por parte del grupo.
Llegados a este punto, cabe preguntarse si quizá no sean acaso un par de pretenciosos con visión empresarial y eso del chonismo una impostura indudablemente rentable. Lo que está claro es que oponerse a lo mainstream vende y Die Antwoord han sabido cómo sacarle provecho. En 2012, Lady Gaga les propuso ser los teloneros de su gira sudafricana. La respuesta fue un ‘no’ tan rotundo que la banda llegó a reírse de ella públicamente, convirtiéndola en la protagonista del videoclip de Fatty Bum Bum. Una decisión de marketing e imagen de marca de primera calidad.
Zef vs chonis: La tribu urbana detrás del producto
“Zef es como que nada te importa una mierda y tienes tu propio estilo y estás a tu bola. Se asocia a la gente que que tunea sus coches y llevan oro y mierda. Zef es ser pobre pero elegante. Eres pobre pero sexy, tienes estilo”. Así definía Yo-Landi su propio reino en una entrevista publicada en The Guardian al poco de saltar al estrellato. La palabra en sí proviene del argot en afrikáans, uno de los 11 idiomas oficiales de Sudáfrica derivado de los colonos holandeses, y su según parece, le debe su origen al Ford Zephyr, un coche bastante popular y “tuneable” entre la clase media sudafricana.
¿Es Zef un insulto o un halago? Depende de cómo se mire. Lo que empezó como un insulto similar a white trash para menospreciar los gustos de los blancos de clase baja, es ahora una bandera que ondear con orgullo. Jack Parow, el rapero sudafricano que empezó a “limpiar” el término, antes de que Die Antwoord se adueñaran del mismo para comercializarlo, asegura que él es la mismísima encarnación de lo Zef porque, según explica, “es cómo crecí y cómo he sido clasificado durante toda mi vida. Así que sí, estoy haciendo un alegato cuando digo que no somos tan malos como todo el mundo nos pinta. Pero al mismo tiempo también estoy engañando a mis amigos y a mí mismo porque somos bastante disfuncionales y jodidamente duros”.
Aunque resulta fácil encontrar parecidos razonables, los Zef no son exactamente lo mismo que los chonis españoles ya que su diferencia más destacable es, por encima de todo, su origen y el remix cultural que su propia identidad conlleva. “Mira. Represento la cultura sudafricana. En este lugar, encuentras muchas cosas diferentes. Blancos, mestizos, ingleses, afrikáans, xhosa, zulu, watookal. Soy como todas estas cosas diferentes jodidas en una sola persona”. En la letra de la canción Enter the Ninja Die Antwoord hacen todo un alegato de intenciones que han seguido a pies juntillas.
En Sudáfrica, los chonis no se limitan a reproducir una herencia quinqui como ocurre en la sociedad española, sino que en su caso forman parte de un puzzle mucho más complejo que encajar. Ninja se esfuerza en insistir en ello en cada entrevista: “La cultura sudafricana es una jodida ensalada de frutas… una jodida Nación del Arcoíris. Sudáfrica está totalmente jodida…pero de una forma cool”. La generación millennial sudafricana nació en un lugar donde había playas, ascensores, tiendas y hasta bancos en las calles que sólo podían utilizar los blancos. Hasta 1994, los negros vivían en el contexto más jodido del planeta y los jóvenes de procedencia inglesa y afrikáans se han visto obligados a cargar con la culpa heredada de sus racistas antepasados.
Xander Ferreira, otro músico en busca de reforzar una identidad blanca conciliadora diferente a la de sus padres, pone de relieve la importancia de la música como agente de cambio: “La generación de jóvenes afrikáans es uno de los grupos más incomprendidos, extraviados y menospreciados del mundo, lo que les hace bastante interesantes. Por eso queremos crear algo para ellos; un himno con el que todos se puedan identificar”. ¿Es esta explosión de creatividad consecuencia de la resaca del apartheid?
Un nuevo estereotipo para derribar los anteriores
Leon Botha (aka DJ Solarize), polifacético artista sudafricano, estrecho colaborador de Die Antwoord y el que fue uno de los enfermos de progeria más longevos del mundo, explicaba que, por fin “el mundo no es sólo lo que ocurre en el extranjero”, sino que la cultura de Sudáfrica se ha hecho a sí misma hasta lograr expresar sus propios conflictos y contradicciones. “Creo que simplemente estábamos realmente hartos. Generalmente, en un contexto local, la gente trata de emular lo que está ocurriendo fuera (…) Pero eso que ves en televisión no es a realidad y no creo que exista eso de una identidad colectiva tangible. Nuestras ideas sobre el bien y el mal, sobre cómo se supone que tienen que ser las cosas, se están desmoronando. Las palabras son solo recipientes de un significado interior más amplio. Cuando ves Enter the Ninja, el vídeo te jode la cabeza completamente porque no sabes qué pensar y crea un conflicto en el espectador”.
¿Proporcionan Die Antwoord y sus compinches Zef la respuesta definitiva para la nueva sociedad sudafricana? Aunque el nombre de la banda signifique justamente eso, “la respuesta” en afrikáans, son muchos los que dudan sobre que sea la mejor forma de dar contestación al conflictivo batiburrillo cultural e identitario de la futura Sudáfrica. Tanto Die Antwoord como Jack Parow han sido acusados de haberse apropiado de elementos de la cultura negra y mestiza para comercializarlos, lo que no hace ningún favor al resto de componentes de la Nación del Arcoíris.
Tal y como reflexiona el rapero Hemel Besem sobre el éxito Zef, “puedes verlo como alguien que está robando elementos de una cultura, como un buitre cultural, o como algo que representa la belleza y versatilidad del arte de nuestra gente”. Los estereotipos, estéticas y estilos musicales no tienen copyright y si algo tienen en común los artistas de éxito del siglo XXI es su habilidad para imitar las buenas ideas de otros. ¿Falta de respeto?, ¿injusta comercialización de tradiciones?, ¿globalización cultural en estado puro? Bienvenidos al 2017. Los chonis sudafricanos se han convertido en inspirador ejemplo, y se mire por donde se mire, lo parten.