Mad Cool 2017: El monopolio de los Foo Fighters
La lluvia había tomado el día y el diluvio era tremendo cuando el Mad Cool se puso en marcha. El mes de julio no eligió otro día para sus tormentas esporádicas y los asistentes desfilaban con sus pelos mojados, secando sus calcetines en los baños, equipados con sus chubasqueros de bazar chino. Pero de pronto se puso el sol por la tarde, justo antes de anochecer, y las nubes negras fueron disipándose. Parecía increíble: el cielo despejado, luna llena, todo tranquilo.
La lluvia había tomado el día y el diluvio era tremendo cuando el Mad Cool se puso en marcha. El mes de julio no eligió otro día para sus tormentas esporádicas y los asistentes desfilaban con sus pelos mojados, secando sus calcetines en los baños, equipados con sus chubasqueros de bazar chino. Pero de pronto salió el sol por la tarde, justo antes de anochecer, y las nubes negras fueron disipándose. Parecía increíble: el cielo despejado, luna llena, todo tranquilo.
La noche no dio planes más allá de los Foo Fighters. La banda se presentó ante un público rendido –coreaba las pruebas de sonido– y superior en número a los asistentes de Foals, que se entregaban a unos pocos metros sin grandes resultados, incluso una hora antes de que los cabezas de cartel pisaran el escenario.
Cuando Dave Grohl, vocalista de los Foo Fighters, tomó el micrófono, el terreno inmenso de la Caja Mágica se vino abajo. Grohl, vestido con su habitual camiseta negra, el colgante en el cuello, las guitarras de un azul eléctrico, sabe qué decir cuando le observan 40.000 personas. “Estábamos en el hotel y comenzamos a escuchar ‘Psssrrrttt…”, dice Grohl, reproduciendo sonidos de lluvia y tormenta. “Nos preguntábamos qué podía pasar. Pero mirad, giraos, qué noche. ¿Habéis visto la luna?”.
La luna está llena y el cielo da una tregua. Los Foo han comenzado con Everlong, una canción que nació para marcar vidas, y no han bajado el ritmo en 150 minutos de directo; esta banda de pop encubierto en guitarras poderosas y una batería durísima se ha convertido en uno de los grandes grupos de rock internacional y se ha ocupado de recordarlo en esta noche de verano. Cada canción ha estado acompañada de solos inesperados, de improvisaciones impostadas, de palabras que embelesan. Foo Fighters no pierde en ningún momento el control.
Mientras tanto, había más vida en otros rincones del recinto, solo que era una vida silenciosa. Había vida en los escenarios pequeños, que sirven de refugio en las horas altas; en las zonas gastronómicas, con unos precios altísimos; en las barras periféricas, con cada cerveza a 40 minutos de espera. Y este ritmo continúa el viernes y el sábado con conciertos de los Kings of Leon, de Green Day, de Cage the Elephant, de Foster the People… Todos ellos actuarán con la ambición del espectáculo y manteniendo presente la cumbre coronada.
Dave Grohl no se cansó de dar las gracias, como rindiendo cuentas pendientes, y lanzó la promesa imborrable de regresar algún día: “No tardaremos en volver otros cinco años, esto ha sido demasiado bonito”. Luego, mascando su chicle, manteniendo la voz que arriesga en cada noche, creó un silencio efímero y miró al horizonte: “La próxima vez será por más tiempo, la próxima vez será más ruidosa”. Entonces se marcharon con cierta premura, sin simulacro de bises y directos a Lisboa, donde actúan esta noche de viernes.
En Madrid, mientras tanto, se prevén más lluvias torrenciales y entretenimientos de toda clase; si bien la noria sigue a prueba, la lluvia no garantiza la seguridad completa, hay un concierto que volverá a concentrar las miradas: Green Day actúa en unas horas (23:25h), y ya se sabe que el artefacto de la nostalgia funciona con la eficacia de las bombas de relojería.