Harvey Weinstein cayó, pero la industria tiene mucho que avanzar con respecto a su manejo narrativo del acoso y el abuso sexual.
Sí, se ha abierto una olorosa y roñosa caja de Pandora que lleva años cerrada y haciendo imposible la vida de muchas mujeres vinculadas al mundo del cine (en esta ocasión, como han dicho Emma Thompson o Meryl Streep estos indefendibles comportamientos masculinos no pertenecen sólo a Hollywood). Harvey Weinstein, el productor estrella -famoso por sus rabietas, su tendencia a inmiscuirse en el proceso de edición de las películas y su facilidad para ganar Oscars- se ha hecho famoso en las últimas semanas por cargos mucho peores -de hecho está siendo investigado en varias ciudades en EEUU y Reino Unido- como los de acoso, abuso sexual y violación. Primero fueron el New York Times y el New Yorker quienes sacaron a la luz testimonios de varias mujeres, más y menos conocidas, sobre los abusos de Weinstein; ahora se suman más de 50 acusaciones y la ola de se ha expandido a otros depredadores de la industria, como el cineasta James Toback, que ya tiene sus propias 40 acusaciones.
Para hablar del tema pensamos en revisar las películas que el propio Hollywood tendría que ver para aprender sobre acoso sexual, pero haciendo una revisión queda claro que las películas sobre el tema son pocas. No es de extrañar si se piensa un poco. La mayoría de los ejecutivos en los estudios son hombres (blancos y heterosexuales), la mayoría de los directores son hombres (blancos y heterosexuales), la mayoría de los guionistas son hombres (blancos y heterosexuales)… ¿se entiende el panorama? Y no es que a propósito todos estos hombres hayan optado por no hablar del tema para cubrirse las espaldas, por ejemplo. Es más simple. No es un tema que vean, que vivan, y no lo cuentan. Hablan de lo que conocen y esto, el acoso sexual, es una dolencia mayoritariamente femenina.
La búsqueda de películas sobre el tema arroja pocos resultados -cuando se busca acoso sexual y no violación- porque la cotidianidad de estas conductas no es material “suficientemente dramático” para la pantalla, o eso parece. Si se incluye violación, ese acto imperdonable y vil que tantas veces se utiliza como catalizador narrativo sin muchos miramientos, la lista crece. Películas como North Country, nominada al Oscar en 2005, retratan la indiferencia de ciertos ambientes laborales ante el acoso masculino, de hecho la película trata exactamente de eso: la minoría de mujeres trabajadoras de una mina demandan a la compañía por los maltratos sufridos en sus instalaciones… está basado en una historia real y de hecho cambió las leyes sobre acoso sexual en el entorno laboral… la directora de esta cinta es una mujer.
En la mayoría de los filmes en que se retrata el acoso sexual sus consecuencias se minimizan, es un acompañante de otras agresiones. O, en los peores casos, es perpetrado por mujeres contra hombres indefensos. ¿No lo recuerdan? El principio de los noventa trajo a los cines los thrillers eróticos y con ellos la figura de la mujer profesional poderosa, obsesiva y peligrosa. El comienzo de la década, tras la entrada masiva de la mujer en el mundo laboral a partir de los setenta, vio a las féminas ocupar cada vez más cargos de responsabilidad (ya no se trataba sólo de secretarias y niñeras) y con ese cambio de paradigma llegó el pánico, transmitido a través de mujeres profesionales que se convertían en violentas acosadoras cuando eran rechazadas. Dos ejemplos claros son Disclosure y Atracción fatal. En ambas, Demi Moore y Glenn Close interpretan a mujeres en altos cargos, centradas en su profesión, que se obsesionan con un hombre (casado, siempre, con una “buena mujer” que le dedica todo su tiempo) a niveles de locura. Nadie dice que el acoso sexual sea exclusivamente masculino (el comportamiento reprochable es unisex), pero es cierto que para ejercerlo se requiere poder sobre el otro… y en la mayoría de los casos en el mundo las mujeres, de una forma u otra, no tienen ese poder.
La verdad es que el acoso es un tema que ha sido manejado de forma mediocre, o no manejado en general, en el cine desde hace mucho (la televisión ha tenido avances mucho más claros, un buen ejemplo de la normalización de este comportamiento hace unas décadas es Mad Men y un buen ejemplo actual es el episodio dedicado al tema de Master of None).
La apertura a nuevas voces narrativas, diversas, producirá más amplios resultados en cuanto se ponga en marcha. Las mujeres directoras no llegan ni al cincuenta por ciento de los cineastas que trabajan actualmente, ni hablemos de mujeres en minorías raciales o religiosas. Es hora de sacudir el suelo de una industria que se quedó en tiempos antiguos en que el hombre tenia -y debía tener- todo el poder. La caída de Harvey Weinstein es un comienzo, esperemos que los cambios sean profundos y reales.