En 1941 durante una exclusiva cena de la industria cinematográfica ofrecida por Orson Welles, el director sudamericano Gabriel Figueroa compartió la historia de una criatura anfibia mitad humana que emergía del río Amazonas una vez al año para raptar a una mujer y desaparecer sin rastro. En 1954 una de las personalidades presentes en aquella cena, William Allan, produjo La criatura del lago negro, un precedente elemental para la humanización de los monstruos y criaturas fantásticas en la pantalla grande.
Más de seis décadas después, el cineasta mexicano Guillermo del Toro ha logrado recuperar la esencia de una historia que se ancló en su imaginario desde que la vio a los siete años de edad. La forma del agua, la última película del director reconocido internacionalmente por el hermoso debut que fue El laberinto del fauno, es un etéreo homenaje al cine fantástico, los monstruos, la filmografía de los 60 y sobre todo un honorable final para La criatura del lago negro que raptó a Julie Adams a finales de los años 50.
Con trece nominaciones a la estatuilla de Oro de los Oscar este año y otras 150 nominaciones a premios y festivales alrededor del mundo, entre lo que se encuentran el recibimiento del León de Oro del Festival de Venecia y el Globo de Oro como mejor director, la película protagonizada por Sally Hawkins, Doug Jones, Michael Shannon y Octavia Spencer se enuncia como una carta de amor al cine. En ella el clima cultural, los derechos civiles y las dinámicas de poder recuerdan que en la “gran América” siempre han existido escenarios en donde la segregación busca establecerse como el denominador común de una sociedad.
Situada en los años 60 en Baltimore, previo al asesinato de John F. Kennedy, La forma del agua narra un romance único entre la conserje de una central de investigación del gobierno, Elisa -muda de nacimiento y con unas cicatrices extrañas en el cuello que evocan a las branquias de los anfibios-, y una criatura encerrada en las facilidades del lugar que es torturada en el nombre de la ciencia y la seguridad nacional.
Las referencias hacia La criatura del lago negro son evidentes, pero el film no se trata de un remake sino de una celebración al cine y la filmografía antigua, un homenaje a influencias cinematográficas como The Red Shoes ,The Harder They Come e inclusive la estética de Andy Warhol. Y es que para Del Toro el anfibio que sostiene a una aterrorizada Julie Adams en el póster de 1954 es una de los diseños más hermosos que ha visto. Desde que lo descubrió el esquema de un romance en donde la pareja de especies comparte helados y paseos en bicicleta ha sido clave para uno de sus proyectos más ambiciosos.
La forma del agua relata una historia de amor con tintes de fábula en donde la transformación no es necesaria para la comprensión de dos individuos. La película hace justicia a uno de los temas más comunes de los filmes del director, que no solo se expresa mediante monstruos y criaturas sino mediante la idea de que en este mundo solo nos tenemos los unos a los otros.
Doug Jones, quien ha aparecido en varias películas de Del Todo como Mimic, Crimson Peak y Hellboy, en donde también interpreta a un hombre anfibio, es el cuerpo y movimiento detrás de la noble criatura de La forma del agua. Junto con la ayuda de la escritora Vanessa Taylor y el escultor Mike Hill, -quien ya ha diseñado un Frankenstein de tamaño real para la colección privada de horror de Del Toro- el alma del anfibio tomó vuelo con una simple instrucción del director: «Quiero que canalices dos cosas: el Silver Surfer [héroe de Marvel Comics], con su fuerza heroica y su sensualidad discreta, y a un matador. Cuando los observas, tienen mucha confianza y lideran con las caderas y la pelvis”, le indicó el director al actor según The Hollywood Reporter.
Por otro lado el, apego de Del Toro por su último proyecto, que originalmente iba a ser filmado en blanco y negro, lo llevó a desembolsar $200,000 de sus propios fondos para presentar a Fox Searchlight un guión que según el director los hizo llorar a todos al final de la primera propuesta.
Más que criaturas y monstruos
La humanización de los monstruos, que siempre han fascinado al director, y el romance silente entre dos especies distintas es de hecho una persiana para contextualizar polémicas pasadas que siguen teniendo vigencia hoy en día como: la discriminación racial, la intolerancia y un particular complejo de hombre blanco, poderoso y privilegiado.
«Lo configuré en 1962 específicamente, porque cuando la gente dice: ‘Hagamos que Estados Unidos vuelva a ser grandioso’, están soñando con esa era», explica Del Toro a la revista estadounidense Deadline. «Es una época donde los autos tenían aletas de chorro, las cocinas eran automáticas. Todo era genial si eras blanco, anglosajón y protestante, pero si eras otra cosa, estabas jodido. No ha cambiado tanto».
Esta elección tanto -personal como política- de escenarios y geografías temporales hacen que la película se conjugue en reversa a los roles desempeñados en filmes de época. “Quería convertir en malo al personaje con un buen traje y una mandíbula cuadrada (que suele ser el tipo bueno en las películas de ciencia ficción de los años 50)”, agrega Del Toro.
Palabras innecesarias y miles de tonos verdes
Sally Hawkins hace que las palabras sean innecesarias con una actuación sutil y serena que se conjuga con todos los colores de la película. La actriz también contribuyó con el guión de su personaje; Del Toro se inspiró en una historia escrita por esta sobre una mujer que desconoce que es una sirena. El detalle de los rasguños con forma de branquias en el cuello de su personaje fue tomado de dicha historia.
El silencio de la película es sustituido con un soundtrack y una musicalización que riman con los pasos y el mutismo de sus personajes. La cinematografía etérea de Dan Laustsen se aferra a miles de tonos verdes para crear la atmósfera de ensueño de un cuento de hadas para adultos. Esa paleta infinita crea un juego de tonos que pasan por la aguamarina, los ásperos verdes oxidados de edificios antiguos e institucionales, el brillo de neón de una gelatina hasta el verde cerceta metálica de un nuevo Cadillac.
Por otro lado, no solo la crítica coincide en que La forma del agua es una de las mejores piezas de Del Toro desde El laberinto del fauno, el propio director reconoce un particular orgullo por la película.
«Para mí no se vuelve más personal que con La forma del agua. Estoy orgulloso de ella. Es la película favorita que he realizado«, dijo Del Toro a Collider. «Me encanta. Lo llamo ‘un cuento de hadas para tiempos difíciles’ porque es una pomada contra el mundo, donde nos levantamos todas las mañanas con peores noticias».
La fidelidad de Guillermo Del Toro por los monstruos crea un homenaje moderno y un cuento de hadas gestado décadas atrás que por fin encuentra su final perfecto.