Yabucoa es un municipio costero de Puerto Rico y se le conoce como la “Ciudad del Azúcar” porque era allí donde se producía la mayor cantidad de Estados Unidos y del Caribe. Pero aquello acabó cuando en 1992 cerró la central. Yabucoa está ubicado al este de la isla. Por allí entran casi todos los huracanes y tormentas que afectan al territorio caribeño. María no fue una excepción e irrumpió intempestivamente el 20 de septiembre del año pasado con vientos de 250 kilómetros por hora. Destruyó casas, tumbó árboles, el tendido eléctrico, se llevó la luz. Es marzo de 2018 y Yabucoa sigue en penumbra. El 83% de la gente del pueblo no cuenta con generadores eléctricos y esto está afectando a la salud de muchos.
Lo cuenta Carmen Flecha, médico de familia y dueña de una de las pocas clínicas del lugar, aunque ella asegura que todos sus colegas están haciendo lo que pueden para colaborar. Por suerte, dispone de un generador que permite el funcionamiento diario del centro de salud de entre cinco y siete horas. En el municipio hay alrededor de 10 “médicos primarios” para los casi 40.000 habitantes. La clínica de Flecha sirve a 2.000 pacientes, pero cada día este número aumenta a pesar de que el equipo ya no da abasto. “Como soy una de las pocas que tiene un generador de electricidad y tengo un staff completo, me llegan muchos pacientes que no son de mi cuota”, explica a The Objective.
La doctora señala que ha acudido al gas propano para mantener encendido el generador de luz, ya que en Puerto Rico hay una incidencia muy alta de asma que ha empeorado en los últimos días por el polvo del Sáhara que cubre a la isla como una bruma. Hace al clima más caluroso. Cada año, unas 182 millones de toneladas de polvo del desierto africano cruzan el Océano Atlántico, quedándose alojado en la atmósfera de algunos países de América y del Caribe. De modo que, cada día, a las consecuencias de María se suman nuevos problemas que no son tan evidentes a primera vista.
“El generador eléctrico usa gasolina o gas propano, pero hemos optado por el segundo porque no produce mucho olor y no afecta tanto a las personas con condiciones respiratorias, que en el país son muchas. No queremos que en la clínica estén expuestos a estos gases”, acota.
Flecha no es optimista ante la pregunta de cuándo cree que volverá la luz. “Las autoridades han proporcionado poca información sobre ello y contamos con un área rural bastante amplia, por eso vamos a ser los últimos en recibir la energía eléctrica. Desde diciembre nos están diciendo que pondrán la electricidad”.
Maribel Rivera, de la Oficina de Comunicaciones de la Alcaldía (opositora), nos ha dicho, por su parte, que la agencia encargada de la energización de Yabucoa es la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE) quien ha contratado a la Compañía COBRA Energy. “Nos han informado que los trabajos se han atrasado por la falta de brigadas y materiales”.
Pérdida de peso
Una de las historias que más se repite en los pasillos de la clínica de Carmen Flecha es la pérdida de peso en los pacientes. “El promedio es de entre 5 libras (2 kilogramos) y 10 (5) menos, desde septiembre. Yo lo achacaba a la crisis al acceso de alimentos, pero ahora que los mercados están funcionando a capacidad, me he dado cuenta de que tiene que ver con la energía eléctrica”. Muchas personas cocinan con hornillos que dependen de la electricidad. Aquellos que utilizan gas se han visto muy limitados por que subsisten con sus ahorros y tienen poco dinero para los generadores.
“Ha sido impresionante, no reconozco a muchas de las personas que me llegan. No siento que se estén muriendo de hambre, pero la falta de los servicios básicos ha cambiado la forma en que manejan su día entero, incluyendo lo que cocinan. Muchos cocinan una vez al día”, relata Carmen.
No hay manera de refrigerar carne fresca y verduras, por lo que la gente está comiendo, sobre todo, embutidos y productos enlatados, alimentos altos en grasa y en sal, que son “veneno” para la salud, según la doctora.
En Yabucoa han muerto 1.000 personas directa o indirectamente por María, según cifras extraoficiales. El padre de Carmen es uno de ellos. Su hermana Ángela Flecha cuenta que falleció en noviembre por un ataque al corazón, y afirma que “tal vez pudo haber sido salvado si las comunicaciones hubieran funcionado”. “Es una de las personas que ha muerto en Yabucoa después de la tormenta”, añade Ángela.
Las principales causas de muerte en los hospitales y clínicas, desde María, son fallos cardíacos congestivos y descompensaciones en la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) que han empeorado, ahora más, con la presencia del polvo del Sáhara. “Los hospitales están saturados de pacientes. Desafortunadamente fallecen. La situación no ha ayudado. No es algo que se dé porque el paciente tenía la condición sino porque todo lo que está ocurriendo no les beneficia”, dice Carmen.
Desesperanza
El Departamento de Salud de Puerto Rico ha publicado las cifras de suicidios. La tasa ha aumentado en 246% entre noviembre de 2017 y enero de 2018, en comparación con el mismo período entre 2016 y 2017. La desesperanza reina para muchos que no tienen más que lo poco que les dejó el ciclón. En la clínica de Carmen, una psicóloga presta servicios una vez por semana porque muchos pacientes llegan con estrés postraumático.
Esta es la historia de una mujer que por proteger su identidad llamaremos Julia. Tras María, los cimientos de su casa quedaron expuestos. Lo mismo que su temor. Tiene la recurrente pesadilla de que, con otra lluvia, lo que queda de su hogar se vea sepultado por un alúd de tierra. Julia no duerme por las noches cuando escucha una gota de agua caer.
En general, los pacientes de la clínica de Yabucoa están todos muy deprimidos. Cualquier ventolera les causa mucha ansiedad. Están frustrados por llegar a la casa al final de la tarde en lo oscuro. No hay forma de distraerse a esas horas. Las noches son largas y calientes. Las condiciones son perfectas para entrar en pánico.
De la costa al centro
Yabucoa no es el único lugar que sufre estos embates. Desiree Carrasquillo vive en el centro de Caguas (región centro oriental). En su urbanización, llamada Delgado, hay energía eléctrica desde el 6 de diciembre, a excepción de cinco de calles: como la suya, la 14.
Desde mitad de diciembre la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE) ha pasado tres veces por el lugar. Desiree tuvo que mudarse con su novia a casa de sus padres -que tienen electricidad desde hace unos dos meses- ya que, además de la falta de luz, la situación las llevó a quedarse sin dinero.
“La mudanza fue más por salud psicológica. El primer mes fue más fácil porque a pesar de que no teníamos agua y electricidad, no estuve trabajando y tenía tiempo para buscar cada día lo que necesitábamos. Yo soy maestra y la escuela cerró por un mes”. Luego el colegio extendió el horario para cubrir las clases perdidas y resultaba imposible compaginar el trabajo a jornada completa con el trabajo de buscar los recursos básicos (comida, agua y gasolina).
“No tenemos dinero porque no tenemos luz y hay gastos que normalmente no se tienen cuando hay luz. Si no hay luz no hay nevera. No se puede guardar la comida para el almuerzo del día siguiente. Te ves obligado a comprar de más”, cuenta Desiree con frustración.
Su novia trabaja en un supermercado Walmart, pero en el momento más crítico no se le permitía a los empleados comprar, ni siquiera después de la salida, ni en el descanso. De modo que Desiree, tenía que resolver la alimentación de la casa por su parte.
De la isla a EEUU
Estimaciones recientes establecen la cantidad de personas que se han ido de la isla tras el ciclón entre 120.000 y 200.000, según el diario puertorriqueño El Nuevo Día.
Una de estas personas es Patricia Lewis, ex cantante de la banda de reggae Cultura Profética. Lewis recuerda que antes del huracán ya muchos estaban teniendo problemas económicos. La isla se declaró en quiebra en mayo de 2017 con el fin de reestructurar su multimillonaria deuda de más de 70.000 millones de dólares.
“Nunca pensé que la crisis económica me afectaría directamente. Cuando salí de Cultura Profética me iban a dar un papel en un musical, y ese show fue cancelado porque los estudiantes de la Universidad de Puerto Rico se fueron al paro porque el Gobierno quería quitarle a la isla medio millón de dólares en educación. Ocho de 11 recintos de la universidad hubiesen sido cerrados si se les quitaba ese medio millón de dólares y esto no se ha resuelto. El miedo más grande de los boricuas (puertorriqueños) es que esta deuda todavía está allí”.
La situación de Patricia se complicó con el huracán ya que el musical terminó siendo una utopía. De un día para otro, logró irse con sus padres a Filadelfia (Estados Unidos), donde tienen familia. “Ha sido fuerte. Llevo cinco meses y todavía no tengo mucho trabajo. Tenía mi nombre establecido en Puerto Rico. Estaba grabando un disco allá y ahora tengo que empezar de nuevo”.
Lewis confiesa que hay días en que vive en «desespero” y con “incertidumbre» desde que le cancelaron el musical. Aún así, asegura que ha aprendido a mantener “la fe” porque no sabe hasta cuándo durará el estado de inseguridad. Sabe que, tarde o temprano, la luz volverá a todos los rincones de su isla. Aunque en Yabucoa ya van más de 167 días a oscuras.