“El 9 de diciembre de 2005, los dos telediarios más importantes de la mañana dicen que van a presentar en vivo la detención de dos secuestradores y la liberación de tres víctimas. Vemos un operativo policial sumamente espectacular y cómo se detiene a una pareja conformada por Israel Vallarta, mexicano, y Florence Cassez, francesa. Se libera a una mujer, a un hombre y a un niño. Unos meses más adelante, otra investigación periodística revela que todo lo que vimos era falso, que era una construcción hecha por la policía. Así lo reconoce el propio jefe de policía. Empieza una catarata de críticas, pero no hace que la situación vaya más allá de ninguno de los dos inculpados. La nacionalidad de Florence va a provocar que Francia intervenga en el caso, va a haber un conflicto diplomático entre México y Francia, entre los presidentes Calderón y Sarkozy, ella finalmente terminará por ser liberada en 2013 por el Supremo mexicano, mientras que Israel sigue en prisión. Y no solo él: se detiene a parte de la familia de Israel, acusada de formar parte de la banda del Zodiaco. Israel sigue en prisión después de 12 años sin sentencia”.
Jorge Volpi (Ciudad de México, 1968) reunió los 20.000 folios sumariales, entrevistó a jueces, policías, abogados, presos e investigadores en un continente y otro y convirtió aquella masa de anécdotas, datos y contradicciones en una novela. No hay nada en ella fuera de la lupa y del escáner del escritor: ningún nombre es imaginario, todo lo que aquí ocurre se sostiene documentalmente. Volpi se propuso esculpir el Everest en este libro y el trabajo le llevó tres años y un proceso severo de reescritura: nunca antes se enroló de esta manera en un verdadero esfuerzo periodístico y nunca antes escribió lo que conoce como novela sin ficción –algo a medio camino entre la ficción y la no ficción–.
Ahora, Jorge Volpi pasea despacio en un hotel céntrico de Madrid, es menudo y tiene las gafas ligeramente inclinadas, como dobladas por la presión de la almohada durante el sueño. No hace grandes exaltaciones, no ríe demasiado, escoge con cuidado las palabras. Ahora que la novela vuela aquí y allá y que fue galardonada con el Premio Alfaguara 2018 de Novela, respira tranquilo y en calma y recuerda el esfuerzo de convertir aquellos episodios vitales de otros en una obra artística. “Fueron años de estar constantemente hablando de este tema, todo el tiempo”, cuenta. “Había momentos en que era difícil avanzar. Incluso al final hice una primera versión del texto que al final no me gustó. Me lo leyeron y me dijeron que no funcionaba. Volví a escribirlo”.
«Sería agotador», le digo, y él responde con un escueto «sí».
Es un trabajo meritorio para una historia con tantas aristas: uno de los operativos policiales más sonados, tremendamente fraudulento –como se demostró–, repleto de injusticias, una metáfora de la corrupción política y judicial en México, una crisis internacional donde intervino Francia. Volpi describe con esmero las connotaciones del asunto Cassez-Vallarta. “Es un caso que revela muchos temas que están presentes de manera universal en nuestra época”, explica. “Una primera parte demuestra la colusión de los medios de comunicación con la policía y cómo la justicia se convierte en un espectáculo. Una segunda parte muestra cómo el poder político interviene en un asunto judicial solamente para lograr sus propios intereses. Creo que son dos temas que no solo están presentes en la justicia mexicana, sino en todas partes. Es algo que pasa en España constantemente, como en el caso del niño Gabriel”.
En esta obra documental, México interviene en cada escena y es inevitable crear la idea trágica de un país tomado por los cárteles del narcotráfico, con normas y leyes sujetas a negociación y una policía tan peligrosa como los criminales. Esta anécdota la cuenta el propio Volpi: cuando llegó a España, le sorprendió la confianza generalizada de los ciudadanos en los agentes. “En México, la corrupción no solo está en las altas esferas como aquí, sino que permea hacia abajo por completo”, dice. “Uno tiene esa desconfianza hacia la policía”.
“Este libro es el segundo o tercer libro que escribo sobre México después de muchos años escribiendo sobre otros lugares, y esto tiene mucho que ver con mi regreso en 2007”, continúa. “Desde 2006, México es otro distinto al de mi infancia y al de mi juventud, es terriblemente violento. Contrasta por completo con el México que yo recordaba, que era relativamente pacífico. Esta historia es el preludio de lo que vendría después: el México de la guerra contra el narcotráfico”.
La vida tortuosa de Israel Vallarta sirve como vaso conductor de un asunto mayor, como una forma de rebelión y denuncia. Parece inexplicable que un hombre se consuma durante 12 años en una celda por un crimen sin demostrar. “El sistema judicial no funciona bien”, explica Volpi, que se licenció en Derecho. “El ensamblaje jurídico es tal que las audiencias, los citatorios, se prolongan durante 12 años en los que alguien puede estar en la cárcel. Además, en una cárcel de máxima seguridad. Él debe ser considerado inocente porque no ha sido condenado hasta el momento por ningún delito. Es totalmente inaudito”.
Lejos queda, pues, aquel México de la infancia, no idílico pero seguro, donde estaban la casa de sus padres, sus primeras colecciones de Edgar Allan Poe, sus aproximaciones a la ciencia. Más tarde, de adolescente, vino su pasión por el dibujo y la pintura y, por encima de todo, la escritura. “Con 16 años conocí a Eloy Urroz e Ignacio Padilla”, dice. “Entre los tres nos convencimos en ese momento de que los tres queríamos ser escritores. Y lo conseguimos”.
Junto a Urroz escribió su primer cuento y lo mandaron a un concurso que había en el colegio. “Sí, era un cuento muy malo”, sonríe. “En ese concurso quedé en tercer lugar. Se llamaba La virgen y la serpiente y era la historia de una especie de campesino mexicano que, al mismo tiempo, era la metáfora de la historia completa de México. Mi amigo Eloy escribió también un cuento metafórico sobre Jesucristo, pero trasladado a unos niños mexicanos. El primer lugar lo ganó Nacho Padilla, así lo conocimos, con un cuento que sigue siendo magnífico . Se llamaba El héroe del silencio y luego se publicó en una colección”.
Desde entonces, dice, su experiencia al escribir ha ido evolucionando, se ha vuelto más rutinaria y disciplinada, aunque no sus intenciones. “Cuando escribo, busco generar placer y adicción”, concluye, con media sonrisa. “Pero, sobre todo, escribo para inquietar y perturbar al lector”.