El romanticismo de los franceses suele aflorar como una especie de rasgo cultural. La lengua del amor, el país de los romances, los puentes de las promesas encerradas en candados, elementos que contribuyen a ese cliché institucional en el cual el francés es el equivalente pasional de las tragedias griegas. Pero las lenguas francófonas, que no solo se establecen dentro de Francia sino con antiguas colonias francesas como Bélgica, Canadá, Suiza, parte de África y el Caribe, abarcan más que aceleradas historias de amor. Su preeminencia como lengua universal en siglos pasados y el aporte de sus filósofos y escritores a la escena internacional, tienen una jerarquía característica en el mundo de las letras.
En los orígenes del francés se fusionan culturas romanas, germánicas, celtas y otras lenguas regionales. Su producción literaria ha creado movimientos artísticos, políticos y sociales de autoridad indeleble en la escena mundial, posicionándola como una de las naciones que más Premios Nobel de Literatura ha generado. Hoy, el término de lengua francófona se extiende a toda literatura escrita en francés.
Su bibliografía data de cuando sus escritores comenzaron a usar dialectos que evolucionaron del latín utilizado en las regiones del Imperio Romano. Los épicos poemas Chansons De Geste en el siglo XI son los inicios tempranos de una disciplina pionera en corrientes e ideologías universales. De aquí en adelante el fervor patriótico de los franceses, su amor por la lengua materna, y especialmente las causas y consecuencias de la Revolución Francesa desembocan en el simbolismo de Proust y los contratos sociales de Rousseau, entre cientos de precursores y filósofos claves para la evolución del hemisferio occidental y europeo.
Desde las irreverencias de Rimbaud hasta los cimientos feministas en la obra de Simone de Beauvoir o las ficciones confesionales de Patrick Modiano, los escritores franceses han absorbido sus propias revoluciones para transformar la escena literaria, y estos son algunos de los imprescindibles para entender sus raíces.
Voltaire
François-Marie Arouet, mejor conocido como Voltaire, es célebre por sus aportes filosóficos y políticos, especialmente los que aparecen en obras como Tratado sobre la tolerancia o Cartas Filosóficas. Su rol no fue solo el de novelista, sino el de examinador social e historiador en el campo de la ilustración del siglo XVIII. Crítico de la Iglesia Católica, la intolerancia y la injusticia, establece sus aproximaciones hacia un pacto social que enfatiza el poder de la razón individual por sobre las intervenciones divinas en asuntos humanos. Su producción bibliográfica incluye títulos como Historia de Carlos XII, El siglo de Luis XIV e Historia del imperio de Rusia bajo Pedro el Grande.
Una aproximación más sencilla hacia sus posturas contra el fanatismo y la intolerancia se encuentran con novelas como Cándido o Edipo, que definen una estética francesa en donde se celebra al individuo, su instinto y razón como centro de evolución.
Charles Perrault
Perrault es uno de los grandes precursores de la literatura infantil, cuentos como el de La Caperucita Roja, El gato con botas, Pulgarcito o La Bella durmiente son autoría de este francés que también se dedicó a escribir odas a las monarquías de la época.
Su contribución a la evolución de la tradición oral en los cuentos es vital para las obras infantiles literarias. Su aproximación de la cultura popular generó una modernización de gran influencia en la educación de muchos niños franceses.
El mérito de Perrault no yace solo en la divulgación del folclore popular, sino en el giro narrativo con el cual genera una característica universal que se mantiene hoy en día.
Antoine De Saint-Exúpery
De Saint-Exúpery, también conocido por su pasión por la aviación, es autor de una de las historias más conocidas en la literatura universal: El Principito. No obstante, en su literatura yace un eterno homenaje a la aviación y los escenarios de tierras lejanas en donde sus reflexiones sobre le esencia del ser humano se amoldan a todos los continentes.
Su consagración no es solo literaria sino también periodística, y sus reportajes sobre Moscú, España y Vietnam se suman a una bibliografía tan profunda y reservada como su autor.
Madame de La Fayette
Su figura es decisiva en la literatura francesa, su obra más notable es La Princesse de Clèves considerada como la primera novela francesa moderna. La obra fue publicada anónimamente pero posteriormente se estableció como prototipo de la novela psicológica que comenzaba a escribirse muy precariamente para entonces.
La Fayette se rodeaba de la aristocracia y los intelectuales de la época, por lo que la vida cortesana no le era ajena y su tiempo entre la Casa de Estuardo e intelectuales como Racine y Boileau influye en el prefacio de sus novelas y modelos narrativos.
Simone De Beauvoir
Beauvoir es una especie de musa del feminismo. Su obra reflexiona sobre la independencia intelectual, y su compromiso con el alcance de esta independencia en la esfera femenina es un referente social y cultural del movimiento feminista. Su ensayo El segundo Sexo es una crítica hacia la exigua libertad de una mujer encarcelada y reprimida por generaciones.
Fue fundadora junto con Sartre, Albert Camus , entre otros, de la revista Tiempos Modernos, referente político y cultural del pensamiento francés a mitades del siglo XX. Posteriormente publicó novelas como Todos los hombres son mortales, Los mandarines y La mujer rota, así como ensayos sobre el existencialismo, la moral y el pensamiento político de la derecha.
Victor Hugo
Una lista de escritores franceses sin Victor Hugo es algo inverosímil, su obra es tan extensa como sus reconocimientos en las letras francesas del siglo XIX. Tanto sus discursos políticos como sus novelas mezclan la ficción con la historia para establecer una fuerte matriz de opinión en contra de males como la pobreza, la pena de muerte y la esclavitud. Sus textos son complejos y severos, entre sus novelas La señora de Paris y Los miserables se establecen como punto de referencia pero también escribió obras de teatro y poéticas como Odas y Baladas, El Rey se divierte, Maria Tudor y Las voces, entre otros.
Es uno de los máximos exponentes del romanticismo francés y a partir de sus triunfos teatrales alcanza el reconocimiento necesario para posicionarse en el género novelado.
Marguerite Duras
Novelista, guionista y directora de cine Marguerite Duras fue miembro activo de La Resistencia y militante del Partido Comunista, del que fue expulsada por disidente en 1950. Su obra es lírica y osada, y sus novelas son la suma de sus experiencias personales. Fue guionista de Hiroshima, mon amour, y escribió entre otras grandes obras El Amante, Días enteros en las ramas y Los ojos azules pelo negro.
El romanticismo de sus novelas desembocó en un estilo experimental que marcó no solamente las letras sino la escena audiovisual con esquemas originales sobre la soledad, el amor y la muerte. Fue además una de las principales figuras del movimiento literario francés nouveau roman.
Émile Zola
Zola es considerado pionero en el movimiento literario del naturalismo, y sus obras tienen un dramatismo detallado y crudo que describen la realidad de Francia y los personajes de su época.
Sus primeras obras fueron relatos que se publicaron bajo el título de Cuentos a Ninon, y aunque en sus inicios juega con el romanticismo no es hasta su monumental serie Los Rougon-Macquart, un conjunto de veinte novelas escritas «con rigor científico» en donde traza una genealogía de más de doscientos personajes, que Zola se establece como una voz crítica y temeraria del siglo XIX.
Especialmente incide en su vida ¡Yo acuso! , un extenso artículo dirigido al Jefe de Estado francés y publicado originalmente en el periódico L’Aurore, en donde defendía la inocencia de un capitán de origen judío llamado Alfred Dreyfus y acusado de traición a la patria por militares antisemitas.
Jean-Paul Sartre
Algo más que el intelectual que rechazó el Premio Nobel de Literatura. En la obra de Sartre existe un compendio de tratados sobre la relación del ser humano consigo mismo y la sociedad, que dieron paso a la representación central del existencialismo. Su obra más conocida se orienta hacia la psicología con escritos como El Ser y la Nada, versión personal de la filosofía existencialista de Heidegger, en donde propone al hombre como poseedor de una conciencia que no depende de la influencia de la sociedad o del ambiente. «La existencia precede a la esencia», sostiene.
Sartre fue también un gran activista político e intelectual, dramaturgo y autor de textos básicos para entender el pensamiento francés como La trascendencia del ego, Los caminos de la libertad y su compendio de ensayos Situaciones.
Albert Camus
Filósofo, escritor y periodista Camus es un nombre que resalta con el auge de la filosofía del «absurdo». Fue uno de los receptores más jóvenes del Premio Nobel de Literatura, siéndole otorgado a la edad de 44 años, y aunque su nombre es a menudo asociado al «existencialismo” su pensamiento se basa más en la exploración de la condición humana y su aislamiento en el universo. El mal, la muerte y la soledad son antagonistas de novelas en donde rescata la libertad individual del nihilismo y expone la conciencia del ser humano como problema actual.
La peste, El extranjero, El mito de Sísifo, La caída y El hombre rebelde son algunos de los textos esenciales para adentrarse en sus ansiedades sobre el valor de la vida y el aislamiento del hombre.
La lista podría continuar con cientos de nombres como Honoré de Balzac – autor de La Comedia Humana– y una de las primeras novelas realistas, Colette, Juliette Adams, Alexandre Dumas, Marcel Proust -autor de En busca del tiempo perdido- y una generación entera de “poetas malditos” con los nombres de Rimbaud y Charles Baudelaire a la cabeza. No obstante, en la arbitrariedad de su selección, esta decena de escritores hacen una introducción amplia y concisa de una lengua que siempre tendrá razones para sentirse afortunada.