«Un escritor que intenta en el siglo XIX rehabilitar las antiguas leyendas del hombre lobo y el vampiro se ha propuesto una tarea formidable. La mayoría de las deliciosas viejas supersticiones del pasado tienen una forma triste de aparecer, floja y enfermiza bajo el resplandor de un día posterior. En una historia como Drácula, de Bram Stoker, el lector debe reconocer a regañadientes que la región de los horrores ha cambiado su terreno»
Reseña de The Manchester Guardian sobre Drácula, 15 de junio de 1897
Las historias de vampiros tienen un antes y un después, y el personaje de Drácula es la pared que coexiste entre lo antiguo y lo contemporáneo. En 1897 el escritor irlandés Bram Stoker creó al vampiro más emblemático no solo de la literatura, sino de la cultura gótica. Su licenciatura original en matemáticas y ciencias no le impidió escribir y realizar reseñas de teatro para diferentes diarios en Irlanda e Inglaterra, además de trazar al que se convertiría en el segundo personaje más remedado en la cinematografía occidental luego de Sherlock Holmes.
Stoker falleció un 20 de abril de 1912 a los 64 años, pero el prototipo que sobrevivió a su literatura proliferó como un modelo esencial para las novelas de vampiros en el siglo XX y el siglo XXI. Ese estilo gótico encumbrado por su pluma con ayuda del romanticismo y la ilustración post siglo XVIII, sentaron las bases para una tipología dentro de las historias de vampiros en donde además de la clásica damisela en peligro y el héroe típico, se presentan criaturas sobrenaturales y deshumanizadas que juegan el doble papel de antihéroes y protagonistas.
Ahora bien, Stoker no fue el primer ni el último escritor en jugar con la idea de seres nocturnos que se alimentan de sangre humana. Si bien el folklore vampírico tiene sus raíces en la tradición oral de regiones como Mesopotamia, Persia, de la cual se tienen registro de los primeros relatos sobre este tipo de ‘demonios’, la gran mayoría de las culturas desentierran de sus relatos tradicionales a híbridos que se alimentaban de sangre humana.
Tanto en el folklore como en la literatura las causas de su naturaleza varían entre enfermedades, virus e impresiones de dioses inmortales que han encontrado su camino en el imaginario hasta colarse en la literatura con poemas y relatos cortos como “El Giaour” de Lord Byron en 1813:
“Pero antes, sobre la tierra, como vampiro enviado,
tu cadáver del sepulcro será exiliado;
entonces, lívido, vagarás por el que fuera tu hogar,
y la sangre de los tuyos has de arrancar”
El vampiro se convierte entonces en esta figura contradictoria tan sensual como aterradora con la cual es común acercarse a tabúes sexuales y de género, de clase y de religión, logrando una representación más humana que sobrenatural de los conflictos internos de las sociedades y sus tiempos.
El género ha evolucionado con la décadas, comenzando por El Vampiro de Polidori (1819) y la historia de Carmilla (1872) de Joseph Sheridan Le Fanu -ambos preceden a Drácula- pero el molde fue perfeccionado por Bram Stoker. Desde su relato inspirado en el conde Vlad Tepes, un príncipe rumano cruel y extravagante que tenía la costumbre de empalar a sus víctimas, la figura del vampiro ha crecido exponencialmente hasta lograr la humanización de un perfil mucho más romántico y sensible. El retrato del ser de eterna belleza pero maldito, con una ambivalencia personal entre la melancolía y la crueldad se eleva en su transformación con sagas vampíricas como las de Anne Rice o Charlaine Harris.
Estos son algunos de los clásicos que han continuado con la tradición de Drácula, adaptando el modelo al público y sus tiempos.
Soy Leyenda de Richard Matheson
Los vampiros de Matheson son producto de una pandemia universal que se contagia con una rapidez aterradora. Sus criaturas se asemejan a los zombis y es precisamente la mezcla que hace entre las características vampíricas míticas y ese escenario post apocalíptico de los muertos vivientes la que aporta su giro personal al género. Sin embargo, los infectados y sus rituales más básicos parten de las bases folklóricas de Drácula y los vampiros antiguos.
Déjame Entrar de John Ajvide Lindqvist
Esta es una historia de terror sueca. El título deriva de la creencia de que los vampiros no pueden ingresar a una vivienda sin invitación. Oskar, un niño de doce años que vive con su madre divorciada conoce a Eli, una niña que no es lo que parece. Al tiempo que su amistad avanza lo hacen las muertes de varios habitantes del pueblo.
La influencia del folklore vampírico impregna la novela, pero al igual que en historias futuras y ejemplos marcados como el de Anne Rice, el sadismo da paso a una autoconsciencia que no existe en los primeros libros de vampiros.
Las crónicas vampíricas de Anne Rice
La saga de Anne Rice constituye doce extensos tomos sobre vampiros tan distintos en sus orígenes como en sus nombres y pasiones. Mejor conocida por la adaptación de su primer libro de la serie -Entrevista con el Vampiro- la cual que fue protagonizada por Brad Pitt y Tom Cruise en la pantalla grande, Rice es una de las narradoras contemporáneas más devotas al género. Su aporte ofrece un punto de vista narrativo diferente, en el cual el vampiro cuenta su propia historia y por ende se convierte en un protagonista humanizado en vez de en el clásico villano antagónico. Ahora, el estereotipo de piel pálida, ojos vacíos y actitud aristocrática sigue siendo un rol prestado del esnobismo con el cual Stoker dibujaba al Conde Drácula y su castillo.
Rice es considerada como una de las escritoras que se han esmerado en hacer la transición entre criaturas que chupan sangre y la ética y la moral que se puede explayar en este tipo de literatura.
Diarios de Vampiros de Lisa Jane Smith y Crepúsculo de Stephenie Meyer
El seguimiento de Lisa Smith con las sagas de vampiros es también un preámbulo de las fábulas juveniles y adolescentes que encontraron su cumbre con Crepúsculo de Stephenie Meyer. Pero antes de Bella y Edward, Smith escribió esta historia sobre dos hermanos vampiros que se enamoran de la misma estudiante de preparatoria. La autora norteamericana Stephenie Meyer le siguió el ritmo con otra saga de adolescentes y vampiros que fue la sensación del 2005 entre el género juvenil. Y aunque en ambas la esencia de Drácula que procesa Bram Stoker puede parecer un poco difusa, siguen presentes elementos y rituales que solo fueron concretadas por el escritor en el siglo XIX. Son básicamente vampiros para adolescentes.
La saga de vampiros sureños de Charlaine Harris
Aunque puede parecer más de lo mismo, de hecho la saga de Harris compite con la de Rice en cuanto a extensión e imaginario. La mezcla entre lo humano y lo sobrenatural sigue presente pero los niveles de testosterona adolescente se retraen varios centímetros para presentar a una mesera con poderes telepáticos que vive en un pueblo donde los vampiros son reconocidos públicamente como tales con años de anticipación. Este es su giro y su aporte, donde normalmente existe negación y guaridas en las novelas de Charlaine Harris existe una esfera mucho más pública de lo acostumbraba.
Además de los anteriores, textos como La Historiadora de Elizabeth Kostova, Theodore Sturgeon con Algo de tu sangre y Raymond Rudorff con Los archivos de Drácula son algunos de los descendientes más directos y concretos de Drácula, una figura que se ha convertido en un elemento casi pop de la cultura de terror y que continúa inspirando no solo libros sino películas, series, obras y hasta videojuegos.
Stoker tardó nueve años en escribir su novela, más de un siglo después las copias siguen acumulándose con versiones casi tan inmortales como el personaje y su creador.