Miriam, de OT: "Los Javis fueron mi salvación dentro del programa"
Miriam Rodríguez es la leona de Operación Triunfo. Su primer single consiguió en un día un millón de visitas en Youtube. Hablamos con ella sobre el éxito.
Hello, her name is Miriam. And she’s a lioness.
Miriam, de OT, ha retomado su camino como solo se imagina ya su música: con mucho trabajo. «Si yo quería empezar a tener cosas con las que poder promocionarme, lo que tenía que hacer era ponerme a trabajar y a componer. Y eso hice. Ahora estoy muy contenta de que haya sido así, porque lo primero que he lanzado al mercado es algo cien por cien mío». Habla, claro, de Hay algo en mí, el single que promociona la tercera temporada de la serie española Vis a Vis, el tema que compuso entre aeropuertos, carreteras y andenes de tren, la canción a la que puso música, letra y vida, la suya. «Yo no soy una reclusa, y espero no serlo nunca más allá de la ficción, pero sí puedo ponerme en el lugar e imaginarme lo que se vive allí estando encerrada, porque acabo de vivir una experiencia de cuatro meses estando interna en un sitio sin poder salir. En esta canción hay mucho mío, mucho mío vivido y mucho mío sufrido».
—Cuando terminó el concurso, todos se hacían la misma pregunta: ¿dónde está Miriam? ¿Qué pasó?
—Los últimos salimos todos de golpe y entonces lo que lo petó, eso es innegable, fueron AitanaWar y Lo malo. Desde dentro ya respirábamos la energía de que iba a ser el hit del verano. Y luego pues Amaia y Alfred tenían que empezar con la promoción de Eurovisión. Entonces, claro, yo me quedé ahí como un poco en la nada, pero fue un proceso natural. Me marché a mi casa y respiré hondo allí con mi familia. De repente Fox me plantea la canción para Vis a Vis y componer empieza a ser mi prioridad, porque, realmente, no tenía nada que promocionar. Porque Lejos de tu piel al final se quedó ahí… Hay canciones que llegan y otras que no tanto.
—¿Te sentías de alguna manera desplazada o pensabas que era algo más circunstancial?
—Circunstancial. Porque Eurovisión era una promoción asegurada y Lo malo lo estaba petando.
—¿Llegaste a estar preocupada en algún momento por si, igual, habías sido tercera finalista y no enganchabas?
—No, pero porque, claro, si eres tercera finalista es porque el público de alguna manera habrá enganchado contigo. A mí me puso tercera el público, así que esa preocupación no la tenía. Además, después todo se coloca y de repente empieza a salir como quieres.
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Es 3 de julio de 2017 y hace calor en Santiago. Miriam Rodríguez, 21 años, morena como un conguito, hace fila detrás de cientos de personas. Lleva años, muchos, esperando este momento. En la cabeza, los días de tumbos con su padre por toda Galicia, y la carretera hasta Madrid; en la memoria, los conciertos en las calles de Pontedeume y las puertas que se cerraban por mucho que llamaras. Miriam Rodríguez sabe que es ahora o que ya no es más. Que, por fin, después de haberse tragado todo Operación Triunfo, llega su turno. «En el momento en el que sale otra vez el casting, lo tengo claro, esta es mi apuesta. Si me seleccionan genial y si no lo hacen, tengo claro que no me presento más». Pero fue, claro que fue. Con el número 1.045 y un tema de su Malú pasa la primera fase. Con Rise Up, el casting final.
—¿Te veías dentro?
—Sí. Es que llevaba muchos, muchos años esperando la oportunidad.
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En la azotea del Círculo de Bellas Artes hace viento este lunes de abril de 2018. Está nublado y Miriam, que ya es Miriam de OT, lleva su chupa de cuero, varios anillos en la mano y una camiseta blanca con letras negras en la que se lee Fearless Woman. Mujer sin miedo. Desde luego. Cuando empieza a cantar, sin guitarra, sin música, la azotea se queda muda. No se oyen ni los murmullos de los guiris que tratan de pillar algo de sol ni el de los sorprendidos fans que se la han encontrado aquí sin esperarlo. Solo ella.
Que hay algo en mí que no van a quitarme. Soy mujer, no pertenezco a nadie.
—Es la frase que repito en todas partes, porque mi objetivo principal es hablar de la mujer, de la fuerza y la valentía de la mujer. Quizás yo dentro de la academia no lo manifestaba tanto, pero cuando salí, la idea que tenía era componer algo directamente así. Luego se me plantea la suerte de vincularlo a una serie que recalca eso. Pero era algo que yo ya tenía muchas ganas de contar. Porque es un mensaje necesario para conseguir la igualdad. Y el canal que nosotros tenemos son las canciones. Además, yo creo que lo bueno de esta edición de OT es que todos teníamos precisamente ese toque de lanzar estos mensajes.
Ahí justo estaba la clave del triunfo del fenómeno OT, la receta del éxito: que estaban como en su casa, que no se privaban de decir nada, que no eran conscientes de que les estábamos viendo, de que eran, dice, libres. «Se nos olvidaban las cámaras completamente, pero es que si no, no hubiéramos podido trabajar. Si estás en una clase y estás pensando que te están grabando, no haces nada porque te mueres de la vergüenza. Yo ahora me veo en vídeos y pienso, si yo hubiera sido consciente de que me estaban viendo tantas miles de personas no hubiera bailado así, no hubiera hecho tanto el tonto, no me hubiera tumbado así, no me hubiera puesto en el sofá del revés, que es lo que hago en mi casa cuando estoy llena. Pero claro, no hubiese sido yo». Y eso que ella se parte y se guarda todos los memes, hasta los que se han hecho con ella tratando de levantarse cinco veces del sofá.
Miriam en el sofá | LOS MEJORES MOMENTOS | OT 2017 pic.twitter.com/hMeQQcgyEb
— clara (@teamiriam) 18 de enero de 2018
Pero aunque ellos no las vieran, las cámaras allí estaban y el reality continuaba. Un canal de YouTube retransmitía casi 24 horas la vida diaria de 16 chavales y la repercusión fue brutal, viral, muy loca. Personas —muchas— que comían cuando ellos comían, que lloraban cuando ellos sufrían y que se reían más con sus chistes que con los de sus amigos. En algunos momentos, llegó a haber 200.000 personas pendientes de qué canciones les repartían. Cuando acabó el concurso y se cerró la academia y Amaia, Aitana, Miriam, Alfred y Ana Guerra se fueron a sus casas, varios miles de personas seguían allí mirando ese vídeo que ya no mostraba nada.
Se convirtieron en una compañía virtual, en los representantes de una generación o de varias, en un tema de conversación diario, en una especie de partido de fútbol que duraba cuatro meses seguidos y en el que se buscaron bandos, se eligieron favoritos, se viralizaron las idolatrías y los odios. Y ahí, justo ahí, fue cuando salió perdiendo Miriam. Ella, que era la currante, la seria en el trabajo, la metódica, la chica con carácter —todos adjetivos elegidos por ella— se estaba olvidando tanto de las cámaras que no se daba cuenta de que afuera, gente que no la conocía pero creía conocerla, la analizaba, la juzgaba y, en ocasiones, también la rechazaba.
—Me perjudicó, al principio, no ser yo íntegramente como era. El problema que tengo yo es que me juzgo mucho, soy muy perfeccionista y muy exigente conmigo misma, y al principio no era partícipe de bromas, me tomaba súper en serio el lado académico. Pensaba: ‘Tengo una oportunidad que no quiero desaprovechar, que no quiero dejar pasar, que a lo mejor el lunes que viene ya no estoy aquí y me voy a arrepentir de habérmelo tomado a broma’. Ese es el lado desde el cual lo mires, no era tomárselo a broma, era disfrutarlo, yo no lo estaba disfrutando al principio.
Hace una pausa y sigue.
—Delante de las cámaras estaba más rígida, más pendiente del trabajo, no daba margen a este lado emocional y simpático, y humor irónico que yo tengo, que estoy todo el día haciendo bromas. Yo era eso en la habitación. Me acuerdo que un día Agoney me dijo: «Yo, a veces, fuera no te reconozco. Estás como muy centrada, tía, y luego aquí eres la primera que se está riendo en el suelo».
Recuerda que a ella la salvaron sus compañeros cuando el jurado le repetía semana tras semana que era fría, que no transmitía, que no emocionaba. Ellos la salvaron de la cuerda floja de las dos nominaciones seguidas y del bucle en el que estaba. Algo estaba fallando si afuera la veían así, reconoce. Esa rigidez que se veía en algunas actuaciones le hace, incluso, daño. «Me causa rechazo verme muchas veces en el programa».
Y sigue.
—Estaba mal, estaba dolida. De pronto estás encerrada en un sitio en el que no tienes a tu familia, a alguien que te lo explique. Me decía Javi Ambrossi: «Necesitas alguien que te conozca y que te mire a los ojos y te reconozca como persona, no como lo que estás mostrando aquí que es solo el lado del artista. Y no estamos conociendo a Miriam». Y tenía razón. Javier Ambrossi y Javier Calvo fueron mi salvación dentro del programa y lo digo abiertamente, porque de no haber sido por ellos nadie hubiera sabido lo que me estaba pasando a mí. Y a mí, claro, me emocionaba porque pensaba qué suerte tengo de teneros a vosotros que fuisteis capaces de marcar una evolución y un antes y un después dentro del programa con respecto a mí. Pero a mi lado personal y emocional, ya no al lado artístico. Ellos me insistían: sal al escenario y ten claro lo que vas a contar, el resto da igual, no importa.
Ahora ese consejo es una de las cosas que piensa justo antes de poner un pie en el escenario —y en su abuela, claro— ante las 17.000 personas del Palau Sant Jordi o las 11.000 del Palacio Vistalegre de Madrid. Ahora que trata de gestionar como ella, que hace cuatro meses hacía conciertos en su pueblo de Coruña, vende miles y miles de ejemplares de una revista con su cara y un disco con las canciones que ha cantado en el concurso. «Hay que llevarlo con la máxima naturalidad posible. Porque es muy fácil perder el norte. Y que yo sigo siendo la misma que entró. Ahora mismo somos fruto de un boom de un programa de televisión. Pero la realidad es que este boom se va a difuminar en breve, en dos días se puede acabar. Entonces tenemos que aprovechar este momento porque es único, no se va a volver a repetir. Yo no soy negativa, pero soy consciente de que no vamos a tener una gira tan intensa como la que tenemos ahora, las firmas de discos que estamos teniendo… ¡que actualmente no se venden discos!».
—Tienes los pies muy en el suelo.
—Claro, porque da miedo a veces, da vértigo porque es todo muy camino de rosas, muy apetecible ahora. Pero, ¿cómo será el día que no tengas una gira? ¿Cómo será el día que retrocedas mucho, mucho, mucho? Eso va a pasar. No sé cuándo. Igual dentro de dos meses o igual dentro de menos, o igual dentro de más, pero eso va a pasar. Puedes pensar que lo tienes todo hecho y es todo lo contrario. Te pusieron aquí arriba, porque un programa de televisión te lanzó ahí, sin haber vivido nada de lo que va por el medio. Entonces claro, la escalera es hacia abajo. El proceso es invertido. Es verdad que ya no vas a ser un personaje desconocido al cien por cien nunca más. Pero nada te quita que ya no trabajes en este mundo nunca más.
Entonces, claro, Miriam Rodríguez, ya no solo de OT, se visualiza, se recuerda y piensa: «Lo que me está pasando es impresionante«.
—Pero se va a pasar. No sé en cuánto tiempo, pero estamos ya en tiempo de descuento. Yo me levanto a las 8 de la mañana y pienso: ‘A ver si puedo componer algo hoy porque si no es un día perdido’.