Rozalén se gradúa en el WiZink Center con un concierto cargado de mensajes
María Rozalén se consagró ayer en el WiZink Center como una de las máximas cantautoras de nuestro país con un concierto cargado de mensajes sociales.
Lo que ocurrió ayer en el WiZink Center de Madrid tardarán unos y otros en olvidarlo. Más de 8.000 personas cantándole a la vida, al amor, a la libertad, plantando cara a golpe de melodía al machismo, a las injusticias, a la desigualdad. Al frente, una excelsa María Rozalén que se consagró, sin ninguna duda, como una de las máximas cantautoras de nuestro país y que ayer se estrenaba en este imponente pabellón afianzándose como una creadora impecable.
Y de impecable blanco, pasadas las nueve de la noche, la de Albacete subía al escenario visiblemente emocionada y con «los pelicos de punta» para entregarse a su público durante casi tres horas. El mismo que comenzó a afianzar hace cinco años cuando apenas lograba reunir a un puñado de personas en el mítico Libertad 8 o en la Sala Galileo.
Junto a su inseparable Beatriz Romero, quien traduce las letras de sus canciones al lenguaje de signos, comenzaba el espectáculo con La puerta violeta, una canción necesaria «mientras sigan matando a mujeres en casa». «Queremos empezar los conciertos de esta gira con esta canción y pegar un portazo a la violencia machista», se sinceró María en un discurso lúcido sobre un escenario color violeta sobre el cual se lanzaron otros muchos mensajes sociales.
De esta forma, a lo largo del concierto, la de Letur presentó la mayoría de las canciones que forman parte de su último álbum Cuando el río suena… -disco de oro y número uno en ventas-, como El hijo de la abuela, Amor prohibido, en la que cuenta la historia de amor de sus padres, o Justo, «una historia más humana que política» y con la que el público respondió con un largo aplausos de varios minutos con el cual la artista –y medio pabellón, esto es, ¡unas 4.000 personas!– rompió a llorar. “Sabía yo que acabaría llorando como una coplera”, se sinceró con ese desparpajo suyo. Y es que en este trabajo, el tercero de su corta carrera musical, asegura haberlo «cascao to'». «En este álbum me he quedado contenta, me he despachado a gusto».
Por su repertorio de canciones también pasaron algunas pertenecientes a trabajos anteriores, como Ahora, Berlín o Para los dos. Y cómo no aquellas que hicieron que su nombre comenzara a calar con fuerza entre el público, como 80 veces, Saltan chispas y Comiéndote a besos.
Uno de los momentos más internacionales llegó con Antes de verte, cuando subió al escenario el argentino Kevin Johansen, con el cual se marcó un baile de lo más cariñoso y picaresco. La segunda sorpresa llevaba por nombre Abel Pintos, cantante y compositor argentino y una persona «llena de luz», según la manchega, con quien interpretó Asuntos Pendientes. Y el público estalló cuando inesperadamente el rapero Kase O irrumpió en escena para juntos arrancarse con la canción Mazas y catapultas, rap del que la artista hizo un cover hace un año.
Y uno de los instantes más divertidos tuvo lugar con Las hadas existen, cuando invitó a subir al escenario a una treintena de niños para cantar juntos esta mágica canción convirtiendo este día para más de uno en un cuento de hadas.
Como broche final, como no podía ser de otra forma, Girasoles, una canción cargada de buenrollismo y cuyo fin es recordar que «el mundo está lleno de buenas personas». Sin duda, una noche de graduación inolvidable para la de Albacete y, seguro, para las más de 8.000 personas que durante casi tres horas abrazaron cómplices a la artista convertida en todo un fenómeno que, apunta, no será fugaz.