Las cinco mejores playas para NO plantar una sombrilla y evitar aglomeraciones

Playas forradas de parasoles, cuerpos rebozados en aceite pringando las páginas de sus novelas de tapa blanda mientras se tuestan bajo el sol, señoras con bañadores enormes que llegan de madrugada para ocupar los mejores sitios en la orilla y niños que te salpican arena mientras corren enloquecidos hacia el agua. ¡Empieza el verano! ¡Qué ilusión! Y hay quien lleva entrenando el moreno todo el año y quienes permaneceremos lechosos cual góticos hasta que caiga la primera hoja. A no ser, claro, que vayamos en busca de una playa donde JAMÁS nadie podrá plantar un parasol. Y como soy tan ‘hater’, aquí te propongo unas cuantas que son repelentes de bañistas (y de todo en general).

1. Playa de Ogunquit

No tiene pérdida, se encuentra en la parte baja del Monte Sharp, en noroeste de Marte. Su mayor ventaja es que la ondulación de las dunas es preciosa y tiene un lecho rocoso muy cómodo para tumbarse, y además nunca sube la marea, porque no hay ni una gota de agua. El rover ‘Curiosity’ de la NASA recogió una espectacular panorámica de esta zona, conocida como Dunas de Bagnold, que se extiende kilómetros y kilómetros en Marte, así que nadie te pegará un codazo ni oirás una sola canción de Luis Fonsi a toda pastilla mientras tratas de relajarte.

El único problema es que hasta más o menos 2030 no se empezaran a enviar humanos al planeta rojo y que es más que probable que sea un viaje sin retorno. A lo que hay que sumar que Trump también quiere ir, y casi es más preferible un ejército de señoras colonizando una orilla que una eternidad dunar con él…

2. Isla Fraser (Australia)

Es la isla de arena más grande del mundo y también la más peligrosa, aunque su nombre en lengua aborigen, K’gari, signifique ‘paraíso’. Su descubridor fue el famoso capitán James Cook y la isla fue bautizada en honor a Elizabeth Fraser, la esposa del capitán del Stirling Castle, un buque que naufragó en 1836 a unos cientos de kilómetros de la isla y cuyos tripulantes fueron capturados por nativos. Cuando Fraser consiguió ser rescatada escribió la historia del naufragio y el libro se convirtió en todo un éxito.

Ahora la Isla Fraser es un lugar turístico. Pero ojo con darse un chapuzón a menos que quieras que sea el último, porque la principal amenaza no son los tiburones ni las medusas, sino la multitud de especies de cocodrilos y arañas que nada en sus aguas. Eso sí, la playa está limpísima, no flota ni una triste bolsa de plástico.

3. Chowpatty (India)

Mucho cuidado con tragar agua en esta playa cercana a Mumbai, porque es posible que acabes convirtiéndote en un mutante, aunque las guías te dirán que tiene muchísimo encanto y desde luego lo tiene, pero de otra índole. Es el gran estercolero de la capital de India, allí van a parar las aguas fecales del sistema de desagüe de la ciudad y los desechos que lanza la industria a los ríos, que como reza el poema de Manrique, van a dar al mar, que es el morir. Si aun así no eres muy maniático, decirte que es una de las playas más cuidadas de Mumbai, que la gente se suele bañar vestida y con zapatos, y que si te ahogas algún socorrista con menos manías que tú puede acudir a salvarte. Aunque para ser sinceros, lo dudo.

4. Guarapari (Brasil)

Samba, bikinis minúsculos, cachaça y ¡radiactividad! Las playas atlánticas que van desde Río de Janeiro a Salvador de Bahía son de los lugares más radiactivos del planeta con lecturas que rozan el límite permitido de exposición de los trabajadores de plantas nucleares.

Su famosa Playa de Arena Negra, la más visitada de Guarapari, se cree que tiene propiedades medicinales en casos de reumatismo, gota y artritis, pero también grandes cantidades de monacita, un mineral compuesto por torio que la convierte en playa radiactiva. Así que yo que tú no me quitaría las sandalias para pasear por la orilla.

Como curiosidad bastante graciosa, Guarapari fue bautizada en 1585 por su fundador, el Padre José de Anchieta, como ‘Ciudad de la Salud’.

5. Volusia (Florida)

¿Conoces el chiste de ese niño que montaba en bicicleta y le dijo a su madre: “¡Mira, mamá sin manos!” y dos segundos después volvió a decirle: “Mira, mamá, sin dientes!”. Pues más o menos eso es lo que ocurre en las bellas playas del condado de Volusia, el lugar con mayor número de ataques de tiburón blanco en el mundo. Y aunque todavía no se han producido víctimas mortales y la gente siga nadando en sus aguas, la cantidad de amputaciones registradas no invitan a jugársela.

Según los expertos, solo hay un promedio de diez muertes al año por ataque de tiburón en el mundo y el hecho de que muerdan tanto en Volusia se debe a la falta de transparencia del mar y a que algunos brillantes pescadores tienen la ocurrencia de meterse en el agua con una bolsa de carnada alrededor de la cintura, pero, sobre todo, a que en la región existe una zona natural de reproducción de tiburones, así que es casi como meter la cabeza en un avispero y quejarte si las abejas te pican.

Si después de esta utilísima guía sigues empeñado en ir a una playa en la que no puedas morir, mutar a un ser indeseable o jugar a los náufragos con Trump, haz lo que me aconsejó un amigo mallorquín una vez: Viaja a una isla y soborna a un nativo para que te digan dónde van ellos a bañarse, la gente en esos lugares conoce calas que jamás pisará un turista. Go for it!