Alonso Cueto: “Buscar es una obsesión nunca resuelta”
Alonso Cueto presenta La segunda amante del rey, una novela en la que, a pesar de la apariencia, no puede definirse como un punto y aparte en la trayectoria de Cueto, puesto que el autor prosigue con su atenta y crítica indagación en la sociedad peruana.
Tras su trilogía Redención, donde se adentraba en la historia política reciente de Perú, narrando la violencia institucionalizada e indagando en la realidad de Sendero Luminoso, Alonso Cueto presenta La segunda amante del rey, una novela en la que, a pesar de la apariencia, no puede definirse como un punto y aparte en la trayectoria de Cueto, puesto que el autor prosigue con su atenta y crítica indagación en la sociedad peruana.
Una historia de infidelidades es el punto de partida para narrar una historia acerca del conflicto de clases, acerca de la lucha por mantener el propio estatus y acerca del dinero como herramienta de poder. Tras muchas infidelidades, el alto ejecutivo Gustavo decide abandonar a su esposa, Lali, para irse con la joven Jossy, sin tener en cuenta que su mujer hará todo lo posible para recuperarlo y, sobre todo, para no perder su estatus. Lali no dudará en contratar a un gigoló que seduzca a la joven Jossy y en acudir a una investigadora para conseguir información sobre la joven. No hay límites para Lali, su estatus, su mundo, su realidad se vienen abajo y ella hará todo lo posible para evitarlo.
Tras su trilogía Redención, se podría estar tentado de afirmar que usted ha dejado de lado el tema político, sin embargo, La segunda amante del rey es una novela con un trasfondo político muy importante.
Es una novela con trasfondo político en última instancia porque toda novela social lo es. Tengo el privilegio de vivir en una sociedad llena de conflictos culturales, étnicos y sociales, es decir en una sociedad llena de historias que contar. La literatura siempre es consecuencia de las dificultades con las que tenemos que convivir los seres humanos y toda historia tiene su origen en el mal. El Perú de hoy es una sociedad fascinante porque hay una clase emergente que hoy coincide en los espacios públicos con la gente de las clases tradicionales. Los colegios, las oficinas y las instituciones en general albergan gentes de diversos orígenes que se encuentran gracias a la movilización social. De ese encuentro surgen muchas historias. La Segunda amante del rey es la historia de una mujer joven provinciana que le quiere quitar el marido a una mujer de Lima de la clase alta. El amor y la lucha social se interrelacionan y la novela es una historia de amor que deviene en historia policial. En todo momento es una historia social.
En esta novela, la violencia es una violencia de clase, ¿podríamos decir que usted indaga en las relaciones de violencia y de dominio entre las clases sociales?
Si, en efecto. Lo que me interesa en esta novela no es quien cometió el crimen sino por qué lo hizo. Lo que Lali no puede aceptar es su destrucción en manos de una mujer de una clase social que considera inferior. En ese sentido la novela se pregunta hasta donde es capaz de llegar alguien con tal de proteger su status social y económico. La respuesta en este caso es una historia de violencia calculada que termina de un modo inesperado para Lali
Usted toma como punto de partida la historia de una infidelidad que lleva consigo la ruptura de un matrimonio de clase alta. ¿Por qué el amor o las relaciones amorosas para indagar en las relaciones de clase?
El amor es un perturbador de la vida, tanto de la individual como de la institucional. Lo primero que descubre Lali es que su esposo tiene la mueca del amor en el rostro y esto la aterra. Siempre he pensado que el escritor se tiene que preguntar qué harían sus personajes en caso de riesgo o de amenaza. Es lo que ocurre en este caso, pues el amor es un elemento de amenaza máximo. Cuando se entremezcla con la necesidad de mantener un status social, nos encontraos con casos interesantes donde no sabemos si lo individual o lo social prevalecen como motores de la conducta.
Le pregunto sobre el amor, pero, a lo mejor, debería preguntarle sobre el sexo como herramienta de venganza, pero también como expresión del poder económico.
Si, el sexo es la ilusión del amor para Jossy. Es una ficción del amor. El gigolo es un farsante que sin embargo vende un bien preciado, que es el de la felicidad. Jossy también aspira a un ascenso económico pues siente que la Argentina es el paraíso para una peruana venida de la selva. Lali en cambio no cree en el amor para nada y piensa que es algo nocivo para la felicidad. En el medio está Gustavo que cae e n la ilusión del amor, se desengaña y al final lo abandona todo. En este sentido, Gustavo es el personaje más débil de todos.
Si bien la novela se observa el clasismo de la sociedad peruana, también se observa la interrelación entre las clases. ¿En la sociedad peruana se han limado las diferencias sociales?
Sí, creo que se han ido limando gracias a las políticas económicas de los últimos años que han permitido el desarrollo de una clase media. Pero precisamente porque ahora miembros de distintas clases se encuentran, se conocen y se enamoran, porque hay una interrelación, se producen los enfrentamientos más agudos.
En El Cultural, comentaba que en Perú se ha consolidado cada vez más una clase media. ¿Cómo ha modificado las dinámicas políticas y sociales la consolidación de esta clase, teniendo en cuenta que, hasta hace poco, la política era un ámbito reservado a una élite?
La economía del país ha crecido, se han producido cambios importantes en la sociedad, pero la política en realidad se ha empobrecido. El gran problema de la política sigue siendo la corrupción y la idea de que se gobierna para los partidos y no para el país en general. Creo que vivimos hoy en una época de caudillos en todo el mundo. Allí están Trump, Boris Johnson y Puigdemont como ejemplos. Quedan algunos líderes como Angela Merkel, Trudeau y Macron para sentir alguna esperanza. Nuestro tiempo será de ciudadanos del mundo o no será.
Usted ha prestado atención a lo que podríamos llamar la “historia reciente” de Perú, un país que, en sus palabras, prefiere no “destapar las cajas de Pandora que quieren que olvidemos”. ¿Es la literatura como una herramienta de acción, de cambio?
Sí, diría que sí lo es. Creo que lo que me interesa como escritor es conocer a los personajes y solo se les puede conocer cuando se conocen sus secretos. Todos tenemos cajas ocultas, tanto las personas como las familias y las instituciones. Entrar en nuestros secretos, reconocerlos, confrontarlos es la aventura que se propone una novela. En realidad, es una aventura fascinante también para un escritor que se descubre a si mismo mientras escribe Los escritores escriben sobre lo que no sabían que los obsesionaba, y lo descubren en el proceso.
Suele decir que la novela negra es uno de los géneros idóneos para abordar la realidad social y política, sin embargo, su novela tiene un elemento periodístico: la indagación. ¿En la búsqueda de revelar las cajas de Pandora, periodismo y literatura se deberían dar la mano?
Así es. En realidad, toda nuestra vida es una indagación y una búsqueda. Vivimos buscando, encontrando y buscando algo nuevo. La curiosidad es un impulso fundamental de nuestras vidas desde el jardín del Edén. Sin la indagación, Adán y Eva no hubieran comido nunca la manzana. Tenemos que agradecérselo. Además, nuestra vida, en realidad, es también una historia policial y lo es desde el momento en que nuestro padre nos pregunta quien rompió la ventana. Buscar es, en definitiva, una obsesión nunca resuelta.
La tradición literaria peruana es, esencialmente, realista, basta con citar dos de los nombres clave: Arguedas y Vargas Llosa. ¿Por qué cree que el realismo ha cundido tanto en las letras peruanas?
Sí, nuestra tradición literaria, es decir, la tradición literaria peruana es esencialmente realista y lo es porque nuestra historia ejerce un peso muy fuerte entre nosotros. Nuestra historia ha sido muy rica y nuestras sociedades son muy turbulentas y provocadoras y, por tanto, a los escritores no nos alcanza el tiempo para la fantasía.
Vargas Llosa, en su ensayo sobre Arguedas, afirmó que el indigenismo como verdad histórica es “mera ficción”. Usted que ha trabajado siempre atento a la historia del Perú y a su relato, ¿hay demasiada ficción en el relato histórico que se ha construido?
Arguedas y Vargas Llosa son escritores ejemplares para nosotros. Ambos construyeron grandes universos, aunque obviamente el de Vargas Llosa es más amplio que el de Arguedas. Por lo que se refiere a tu pregunta, lo que puedo decirte es que creo que una de las tareas pendientes de las letras peruanas es la novela histórica. No estamos, literariamente hablando, todavía a la altura de la historia que hemos tenido. Un gran imperio incaico, una época colonial riquísima y un país dramático es más de lo que podemos pedir con materia prima para construir novelas.
¿La búsqueda de un nuevo relato puede explicar que “recuperando la idea de que las novelas pueden influir no en la sociedad, pero sí en la conciencia individual de un lector” y, por tanto, se esté tomando la realidad como punto de partida narrativo?
Personalmente creo que, a lo mejor, las novelas sí puedan cambiar la vida de algunos lectores. De hecho, si pienso en mi caso, puedo afirmar que yo no sería el mismo sin Conrad, Víctor Hugo, Vargas Llosa, Henry James. En principio, si las novelas consiguen cambiar la vida de los lectores entonces también deberían poder transformar la historia, sin embargo, no podemos estar seguro de que así sea. No sabremos nunca del todo hasta qué punto las novelas pueden cambiar la historia, pero nos queda la esperanza.