Tecnochamanismo: Hackers e indios unidos contra "los dueños del mundo"
Para el tecnochamanismo la única forma de detener la devastación del planeta es la colaboración entre las culturas tradicionales y la nueva tecnología.
En las empresas de tecnología más punteras ya no hay departamentos, sino ‘tribus’. Existen gurús como Steve Jobs y servidores con nombre de nación indígena, como Apache. En las jornadas de ‘teambuilding’ se abrazan árboles para combatir el estrés y están a un paso de instalar un temazcal junto a la máquina de café… Y mientras tanto, en esa otra jungla distinta de Silicon Valley, hacktivistas, biólogos y programadores de software libre trabajan con las aldeas aisladas recuperando ideas para un futuro mejor perdidas en el pasado.
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Para el tecnochamanismo -«palanca», “antena de radio” y red de “producción de imaginarios”-, los piratas e indios pelean por mantener sus territorios virtuales o físicos, sufren una persecución implacable y tienen un enemigo en común: los dueños del mundo. Y la única forma de poder detener la rápida devastación de nuestro planeta (el final de la naturaleza y de Internet) es crear puentes y redes de colaboración entre las culturas tradicionales y la nueva tecnología. Hemos hablado con Fabi Borges, Ariane Stolfi, Raísa Inocêncio y Carsten Agger, representantes de este movimiento internacional con un pie en la selva y el otro en la World Wide Web que este otoño organizará la tercera edición del Festival Internacional de Tecnochamanismo en los Andes ecuatorianos.
El tecnochamanismo parece un concepto muy moderno, pero la comunidad lleva más de diez años trabajando. ¿Cómo se originó?
Podemos dar una visión muy localizada en Brasil, que no representa la historia de todos los que participan en esta red, ya que es diversa y altermundista y cada cual tiene su propia visión. Pero en el caso brasileño podría comenzar con el Foro Social Mundial de Porto Alegre, a partir de 2001, donde ya existían prácticas que relacionaban la cultura Do It Yourself (DIY) con otras culturas tradicionales y permacultura, y donde mucha gente que pertenecía a esas redes de software libre y DIY se conoció.
También podemos situar como punto específico el Festival Mídia Tática Brasil, que tuvo lugar en 2003 en Casa das Rosas, en São Paulo, organizado por grupos activistas de software libre y arte urbano. En esa época, la Izquierda acababa de llegar al poder con el presidente Lula (PT) y Gilberto Gil era su ministro de Cultura. Gil participó en el MTB y se interesó en colocar le proyecto en el ministerio. En poco tiempo, los grupos hacktivistas estaban llevando a cabo uno de los mayores proyectos de software libre en el Gobierno de Lula (PT), llamado Puntos de Cultura.
El tecnochamanismo es un escenario para el debate y la creación de prácticas y conceptos que intentan recuperar ideas de futuro perdidas en el pasado.
El programa sirvió para que centenares de hackers, hacktivistas y programadores de software libre tuvieran acceso a las comunidades del Brasil profundo y así fue cómo empezó a aparecer el concepto de ‘tecnochamanismo’, por el encuentro con las comunidades ‘quilombolas’, indígenas y ribereñas y la sensación de que no se trataba únicamente de inclusión tecnológica, sino de un punto de conexión entre culturas y saberes. Entonces, en 2014, cuando casi todos sus impulsores habían salido del gobierno, decidimos organizar el primer Festival Internacional de Tecnochamanismo en Arraial d’Ajuda, en el Instituto de Permacultura Itapeco, en Bahía, la Tierra de Todos los Santos; y el año siguiente en la aldea Pará de la etnia Pataxó, cerca de Caraiba, en el sur de Bahía. Quisimos seguir la tradición de festivales que relacionaban software libre con modos de vida alternativos o tradicionales, como Digitofagia, Submedialogía, Metarreciclaje, Tropixel, Tecnomagia, así como el Movimento Sem Satélite, etc.
Los chamanes tienen un pie en la ciencia y otro en el mundo espiritual, ¿también pueden ser hackers?
Vemos la red de tecnochamanismo como una antena de radio, un aparato sincrético de producción imaginaria, un catalizador de potencias en defensa de los terrícolas. Tal vez la mejor forma de comprender el tecnochamanismo sea percibirlo como una plataforma que se sitúa entre las cosas afines y que crea alianzas entre ellas en un continuo proceso entrópico y experimental. Dentro de esas alianzas entran comunidades supervivientes cuyas perspectivas del mundo han sido devastadas por los sistemas coloniales e industriales y que a duras penas resisten salvaguardando sus ontologías ya transversalizadas, pero insistiendo en ellas.
Gracias a esta transversalidad, han surgido muchos grupos que ven en la red de computadoras, en el lenguaje de la programación y en el uso de aparatos tecnológicos formas de supervivencia y expansión de sus modos de vida. Esos indios, quilombolas, gitanos, beduinos, aborígenes y bárbaros contemporáneos pueden ser hackers y sufren toda la persecución, anulación y silencio que los hackers occidentalizados padecen. Y dado que el movimiento hacker puede servir a cualquier ideología, lo que nosotros intentamos es discutir la ética hacker y su relación con esos sistemas de conocimientos desperdiciados. Por ello, el tecnochamanismo es también un escenario para el debate y la creación de prácticas y conceptos que intentan recuperar ideas de futuro perdidas en el pasado. #takebackthefuture.
Comparáis al jefe yanomami David Kopenawa con Peter Sunde de Piratebay. ¿Qué tienen los indígenas y los hackers en común?
Muchísimas cosas… Los indios y los piratas tienen prohibido ser nómadas. Ambos hoy en día luchan por mantener sus territorios presenciales o virtuales; ambos constituyen redes de apoyo para ampliar sus territorios subjetivos y mantener sus modos de vida y sufren la persecución implacable. David Kopenawa y Peter Sunde representan las luchas indígenas y hackers que anuncian el fin del mundo (el fin de la naturaleza o el fin de internet). Ellos tienen los mismos enemigos: los dueños del mundo. Luchan por existencias autónomas y la vida comunitaria. Ambos están siendo diezmados, no se callan y anuncian la tragedia que está por venir. Ambos son todas las luchas que no encajan en este sistema de producción, consumo y control.
La profecía de los Yanomami augura que estamos cerca del fin del mundo. ¿Vosotros sois pesimistas o realistas? ¿Podemos detener esta destrucción progresiva empleando la tecnología y el chamanismo para salvar el planeta?
No somos pesimistas, pero no podemos ignorar las potenciales consecuencias del Antropoceno. Los indios no tienen lugar en él, como nos dijo Sonia Guarani, portavoz de la aldea Jaraguá, en uno de los encuentros de nuestra red en la Casa Luz, Sao Paulo, en 2016: “Queremos una Tierra sin mal donde nuestra gente tenga la posibilidad de existir. Somos protectores de vosotros, si los indios mueren todos vosotros lo haréis también”. Es importante señalar que cuando utilizamos la palabra ‘tecno’ es para pensar, problematizar, reinventar la tecnología. No se trata sólo de acceso e inclusión digital. Aquí entra el chamanismo como palabra de referencia para todas esas ontologías desperdiciadas.
¿Qué tipo de ciencia tendríamos hoy en día si los proyectos de futuro producidos atrás en el tiempo no hubiesen sido masacrados por las inquisiciones, los monoteísmos, el racionalismo, el capitalismo, el neoliberalismo, fascismos de derechas y de izquierdas? Esa alianza entre tecnología, política y chamanismo trae al centro del debate el futuro de la propia tecnología; no basta con conectar las palabras, es un modo de producción de ciencia y tecnología y sus usos lo que se está cuestionando.
¿Podemos emplear la tecnología para comunicarnos con el Más Allá?
La ciencia ha intentado responder a eso a través de la física cuántica, el multiverso, la teoría de cuerdas, etc. La especulación metafísica y la ficción científica también cooperan para aproximar la tecnología y la ciencia actual a lo que llamamos sobrenatural, como, por ejemplo, la paradoja Einstein-Podolsky-Rosen, que nos ayuda a entender el papel de la observación en la creación de realidad, que para muchos puede representar el papel de Dios, pero desde una visión más chamánica podría representar, por ejemplo, la capacidad humana de creación continua de realidad a través del lenguaje.
Otro ejemplo es la realidad virtual y la experiencia de posesión; a través de las gafas de realidad virtual es posible entender lo que significa un cambio práctico de perspectiva, encarnación o posesión de otros puntos de vista.
Habláis sobre mitos reciclados y cosmología libre. ¿Qué significa exactamente?
Se congrega a un grupo de interesados y se crea una hiperstición colocando las ideas, los imaginarios y los inconscientes para trabajar y elaborar nuevas ficciones o reciclar ficciones antiguas para ampliar el espectro memorial.
Los rituales han sido fundamentales para eso, porque recrean dimensiones corpóreas, amplían la percepción, constituyen una comunidad de signos y de convivencia. Tenemos muchos ejemplos de rituales ‘do it yourself’ y cosmogonía libre que organizamos en los encuentros de tecnochamanismo, así como el trabajo clínico con sueños.
El tecnochamanismo emplea a menudo el concepto de ‘hackeo inconsciente’. ¿Puede ser Internet un inconsciente colectivo?
Podemos emplear algunas películas de ciencia ficción como ejemplo: En ‘Matrix’, la sociedad es monitorizada por programas de computación, la realidad es virtual y el deseo está totalmente conectado con los algoritmos. Aceptar eso es un proceso doloroso y, en el caso de Neo, es preciso que su inconsciente sea hackeado por los navegantes de la nave Nabucodonosor, habitantes de Zion, y por eso es a partir de los sueños que empieza la saga.
En la serie ‘Black Mirror’, en el episodio Playtest, donde el viajero acepta el trabajo de jugar con un programa de realidad virtual a partir de su propio inconsciente y acaba desarrollando una “tecnopsicosis” que lo lleva a la muerte, en ese caso hubo hackeo sólo en cuanto al juego, pero no una guerra hacker para liberar su inconsciente. O en ‘Páprika’, donde un investigador disidente hackea las mentes de las personas con fines criminales y acaba creando un mundo paralelo de pesadilla y locura. O sea, la ciencia ficción ya está hablando de eso hace mucho tiempo, en las sociedades de control el inconsciente colectivo es territorio de disputa.
Todos los medios de comunicación, incluyendo los robots de internet, utilizan esas tácticas de apropiación de los inconscientes para promover sus ideas del mundo. En esa disputa sobre el mundo que queremos, el inconsciente colectivo es uno de los campos más elementales. En ese caso, el tecnochamanismo, con sus teorías, constitución en red, proyectos transculturales e inmersivos, tiende a fortalecer una red de inconscientes colectivos libres, así como promover la salud mental.
Es importante recordar que trabajamos con la idea de inconsciente maquínico del esquizoanálisis, donde el inconsciente es visto como una planta de producción de deseo de mundo, y está formado también por fuerzas externas que dirigen a esos inconscientes según la intensidad de sus interferencias (algoritmos de control en los medios sociales, memes, asociación de luchas políticas con nombres de empresas, etc.). De modo que la formación de comunidades de inconscientes produce una fuerza que es capaz de resistir a las demandas nocivas y redimensionar el patrón colectivo del deseo interfiriendo así en el real sociopolítico. Es la resistencia propiamente dicha contra el ruido promovido por el capitalismo.
Esas comunidades de inconscientes se forman a partir de experiencias colectivas, incluyendo aquí el trabajo con inmersiones, sueños, experiencias de intensificación de estados perceptivos, que sería, por así decirlo, la parte clínica del tecnochamanismo (clínica social para el futuro).
Hipótesis culturales como el paréntesis de Gutenberg o teorías como la hiperstición apunta a que estamos viviendo un segundo período de oralidad, donde las ficciones (mitos) tienen efecto en la realidad. ¿Qué pensáis vosotros?
La ficción siempre ha tenido efecto en la realidad. ¿Qué es la mitología, los monoteísmos, el propio capitalismo, sino una ficción tomada en serio y defendida con armas? Sólo ahora nos estamos dando cuenta de cuán poderosa es nuestra capacidad de imaginar, y eso es liberador porque nos coloca más cerca de la producción de la realidad. Necesitamos ejercer más profundamente nuestra capacidad de producir nuestras ficciones y ampliar nuestros imaginarios, así como invertir más en la potencia de nuestros sueños.
Memes y posverdad forman parte de este proceso de darse cuenta de que el lenguaje es un virus (William S. Burroughs, Laurie Anderson), que la historia es la lucha para concretar la ficción colectiva de unos (catolicismo, todos los monoteísmos, ideologías totalitarias, proyectos coloniales). Y lo más importante es entender que la ficción no es un agente simbólico abstracto alejado de la realidad, sino un productor de realidad.
¿De qué forma el ancestrofuturismo y la ruidocracia se relacionan con el tecnochamanismo?
El ancestrofuturismo es un concepto que orquesta la unión de dos campos del pensamiento tradicionalmente separados por la iglesia y después por la ciencia: La ancestralidad es vista aquí como un campo enorme de creencias, valores, proyecciones de futuro, lecturas del pasado, experiencias étnicas, prácticas rituales de innumerables pueblos; el futurismo es identificado con la modernidad como un proceso de evolución y desarrollo continuo.
Pero el concepto problematiza exactamente esa idea de evolución pregonada por la modernidad y, hoy en día, ante las catástrofes climáticas y proyecciones de fin del mundo, se hace más evidente que ese futurismo se encuentra en crisis, ya que no salió exactamente conforme el proyecto y acabó por no traer la libertad de los pueblos, sino a intensificar sus conflictos, así como profundizar problemas sociales como plusvalía y sociedades de clase.
Percibimos que las ontologías desperdiciadas durante el proceso de civilización moderno guardaban semillas de futuro mucho más abundantes y sostenibles, conectadas con el planeta Tierra y su entorno cósmico. De modo que el ancestrofuturismo, y aquí podemos citar también el afrofuturismo, problematiza el proyecto de futuro moderno, trayendo a esa problematización todos los proyectos de futuro que sucumbieron en las montañas de basura creadas por los monoteísmos y el capitalismo.
Por otro lado, la ruidocracia son esas voces venidas de todos los lados, los encuentros de las ontologías vivas y muertas, el ruido de los pueblos que sucumbieron a los proyectos de dominación. Pero también es una técnica de escucha, de crear comunicación intensiva a partir de propuestas ruidosas pero eficaces en la construcción de otros territorios de inteligibilidad. De las prácticas asociadas al ruido, la destrucción de la música armónica occidental que a su vez da cuenta de que todo suena, todo emite, que no hay forma de contener el ruido de las cosas. Es un campo experimental clínico, estético y también tecnológico.
En cuanto a lo tecnológico, pensamos en los aparatos electrónicos que facilitan nuestra escucha de la materia, de los campos magnéticos, del espacio sideral, etc. La ruidocracia también es un movimiento de músicos experimentales ligados al ruido y a la electroacústica que crea un espacio de experimentación colectiva y catarsis, trance, emancipación de la conciencia, alteración de los ritmos y creación de mundos sonoros.
Un ejemplo de ancestrofuturismo y afrofuturismo es la red Mocambos, una red tecnológica compuesta por cerca de 200 quilombos brasileños, que trabaja en el proceso de integración de quilombos a partir de un sistema de preservación de la sabiduría ancestral llamado Baobáxia. Además de implantar un nodo local – mucua de Baobáxia, que es un sistema de acervo digital compartido entre las comunidades-, también planta en cada una de ellas un árbol Baobá, que significa la perseverancia futura de la cultura africana en Brasil, conectándola con una práctica ancestral . Estos árboles pueden vivir miles de años, significando ese proceso la creación de un futuro afrobrasileño milenario.
Aldous Huxley escribió en ‘Las puertas de la percepción’ que el peyote y otras drogas pueden ampliar nuestra visión para percibir parte de algo que él llama ‘Free Intelligence’ (semejante al software libre de una manera cósmica). ¿Podemos usar otro tipo de tecnología para obtener diferentes estados de conciencia?
Los enteógenos son un camino que pueden llevarnos a otros estados de conciencia, estados de trance y percepción de lo ‘sobrenatural aumentado’ y a otras dimensiones de la realidad. Pero también existen otras tecnologías que pueden ser usadas como puertas a otros estados de conciencia. Si consideramos las sociedades indígenas de América Latina, el uso de enteógenos es un elemento de una práctica ritual compleja que, en algunos casos, puede involucrar varios días de preparación, ayuno y limpieza, sin los cuales el propio uso de esas sustancias perdería su significado.
Muchas prácticas rituales pueden tener un resultado similar sin implicar necesariamente el uso de enteógenos. Estas prácticas pueden utilizar tecnologías como el canto, bailar, concentrarse o privación sensorial y utilizar tecnologías modernas, como la música electrónica.
Para el tecnochamanismo, el ruido electrónico, los efectos de iluminación y la realidad virtual pueden desempeñar un papel singular en la búsqueda de intensificación perceptiva. Pensamos que vale la pena explorar estas posibilidades y por eso es importante que las personas experimenten desde el lugar donde están. Si pensamos en la vida cotidiana de las grandes ciudades, donde el acceso más fácil es el electrónico, eso puede promover nuevas experiencias que no necesariamente necesiten de migración física (antropológica).
El ruido y la experiencia sonora es bienvenido a cualquier nivel en el tecnochamanismo. Esto quiere decir que las experiencias, consideradas místicas para unos e intensificadoras para otros, pueden existir en cualquier lugar, incluso en el uso de un teléfono móvil. Es una forma de iniciación y después de eso, cada persona o grupo busca sus lugares de interés.
En el tecnochamanismo también se crean tanto rituales como totems. ¿Cuál fue el ritual más importante o espectacular que recordáis?
En el II festival internacional de tecnochamanismo, que tuvo lugar en la Aldea Pará, de la etnia Pataxó, en el sur de Bahía, desarrollamos en una serie de rituales tradicionales indígenas y reservamos una de las noches para la realización de un ritual ruidocrático, donde íbamos a utilizar todos nuestros dispositivos y máquinas de ruido. Sin embargo, todas las aldeas de la región se quedaron sin energía eléctrica y tuvimos que hacer el ritual alrededor de la hoguera, usando nuestras voces e instrumentos acústicos. Este imprevisto hizo que nos aproximáramos a las tecnologías indígenas generando una sinergia muy fuerte y un ritual muy rico, con el cielo totalmente abierto y estrellado, de horas y horas de catarsis colectiva entre indígenas y no indígenas.
¿Qué valores y conocimientos nuestra sociedad puede aprender de las comunidades indígenas?
No existe una cultura menos «desarrollada». Como nos aclara el antropólogo Viveiros de Castro, se trata de ontologías diferentes, de perspectivas del mundo (su teoría del perspectivismo amerindio). Los no indios pueden aprender mucho de las comunidades indígenas. Cada encuentro es una lección de vida, pero aprendemos sobre la posibilidad de la existencia de un modo de vida diferente de lo que la sociedad capitalista y los socialismos de estado ofrecieron para la sociedad ‘civilizada’.
Nosotros estamos esclavizados, vendemos nuestro tiempo para pagar nuestra forma de vida; somos esclavos del trabajo, del calendario, del reloj, del deadline, de los sistemas de financiación. Mientras que los indígenas saben que aprenden con el tiempo y con la naturaleza, y en la naturaleza todo tiene su propio tiempo… El tiempo de cada fruta y de cada animal, el tiempo de aprender, el tiempo de trabajar y de pasar su sabiduría.
En las ciudades perdimos ese sentido del tiempo porque vivimos en el tiempo del reloj, en el tiempo dominado por los sistemas de control. Los indígenas no son especialistas obsesivos, porque ellos colman todas necesidades de sus vidas: son agrónomos, artesanos, constructores, psicólogos, profesoras y nutricionistas. A pesar de que sus vidas estén amenazadas y muchos tengan que trabajar para sobrevivir, conocen esa otra vida posible y sueñan con poder recuperarla. Nosotros también lo sabemos, pero estamos mucho más bloqueados que ellos por la excesiva identificación con los valores de la modernidad durante más tiempo.
Ha habido muchos movimientos de éxodo de las ciudades al campo en los últimos tiempos. Esta voluntad de volver a vivir comunitariamente en los campos, en los bosques, en los ríos limpios con calidad de vida es una respuesta al fracaso de esas promesas modernas a las que nos referimos. Porque ya se sabe que ese modo de producción y consumo excesivo, así como la esclavitud del tiempo, causa males irreversibles al planeta Tierra, a la ecología y a la salud humana. Esa reacción es necesaria y bienvenida, y tal vez nos ayude a pensar en nuevas formas de vida y relación más allá del individualismo y la competencia pregonada por los sistemas de control del capital.
En ese sentido, tenemos mucho que aprender de las comunidades indígenas, tanto a nivel de supervivencia como de resistencia.
Mircea Eliade escribió que para las sociedades primitivas el tiempo es circular. ¿Cómo podemos entender el ‘progreso’ en una sociedad donde el tiempo no avanza linealmente?
Si la noción de tiempo no es lineal sería ya no circular, sino espiral, como Deleuze y Guattari mencionan en el libro ‘Mil Mesetas’ … Espirales que se encuentran y también se alejan. Y a través de técnicas de sueños, de uso de plantas enteógenas, de rituales de intensificación de conciencia, de procesos inmersivos colectivos, se puede llegar a esa comprensión con más facilidad.
Estas tecnologías fueron secuestradas por los monoteísmos y después por el capitalismo. La reacción de volver al campo y la reforestación trae consigo la necesidad de ampliar esos estados de comprensión de que esta vida existe también en otros formatos, no sólo el de los apartamentos cerrados y el dinero de los bancos. Cómo hacerlo para que suceda de manera más efectiva sigue siendo un desafío para todos nosotros, pero el propio planeta vivo que habitamos tiene sus formas de convencerse de ello, más allá de nuestras decisiones lógicas y conscientes.
La identificación con el nihilismo, con la nada, es algo que se perpetuó en Europa y fue llevado a sus colonias. Todas estas tecnologías de tiempo y espacio vividas por muchas culturas fueron restringidas por ser consideradas como exóticas, supersticiosas o creencias infundadas. Pero hoy en día hay un movimiento mayor que toma conciencia de la pérdida de esas memorias.
La evolución o el progreso en una sociedad circular (o como nos gusta pensar, espirales y por todos lados) nos llevaría a otra idea de futuro. En primer lugar, la idea de evolución y progreso se pondría en cuestión, pues el cambio estructural de las sociedades podría ocurrir, sin necesariamente constituir la unicidad que el capital crea, junto con su deseo de control e imperio sobre las mentes y cuerpos del planeta (y otros planetas). Y aquí sólo podríamos especular:
En la Amazonia, por ejemplo, los distintos grupos indígenas estaban en medio de un proceso de fertilización y cambio de tierra, quemando leña para crear una capa de tierra negra, creación humana que hoy en día cubre un terreno de un tamaño dos veces mayor que España. En esas tierras negras, los indígenas probablemente seguirían viviendo una vida dentro de las mismas culturas y las mismas tradiciones que antes, pero en un bosque asentado en una tierra más fértil. Entonces el cambio no sería una ‘evolución’ a algo nuevo, sino una variación de la misma vida, con mejores condiciones. Tiempo en espirales: ‘same but different’.
El monoteísmo es el gran responsable de la intrusión de ese sistema temporal lineal, obsesionado con el concepto de ‘evolución’.
En los países nórdicos y otras culturas clásicas pre-cristianas, el concepto de la historia no estaba relacionado con la evolución, sino con la creación de un mundo perfecto, que después entraría en decadencia hasta llegar a su fin y ser sustituido por otra creación. Una concepción cíclica de la historia.
En los Andes prehispánicos se tenía un gran arsenal de conocimientos astronómicos, que conectaban montañas y medían el solsticio de verano y de invierno, por ejemplo. Eso era una tecnología que estaba siendo desarrollada, y en la cima de esas montañas se construyeron iglesias católicas, que se apropiaron de esas tecnologías. Es decir, en el campo especulativo hay varias teorías sobre cómo serían las Américas si no hubieran llegado los colonizadores, o cómo serían las sociedades vikingas si no hubieran sido sometidas por la ortodoxia católica monoteísta, o los beduinos del mundo árabe si no hubiera surgido el Islam. En suma, el monoteísmo es el gran responsable de la intrusión de ese sistema temporal lineal, obsesionado con el concepto de ‘evolución’.