Internada en un hospital psiquiátrico a los 65 años y con escasísimos medios, la revolucionaria artista francesa expandió los límites del arte oficial y trató de contener las voces que la asediaban con sus fascinantes escritos, dibujos y bordados.
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A los 65 años la parisina Jeanne Tripier (1869-1944) fue internada en el psiquiátrico de la Maison Blanche, una ciudad-hospital en Neuilly-sur-Marne, cerca de París. Su diagnóstico: psicosis alucinatoria crónica, excitación psíquica, verborrea y megalomanía. Durante su estancia en este centro, al que entró en 1934 y donde falleció en 1944, plasmó su personalísimo universo en escritos, dibujos y obras textiles como bordados y tejidos. Considerada por la Historia del Arte como una creadora marginal, La Casa Encendida recupera su sugestiva figura en la exposición Jeanne Tripier. Creación y delirio, que podrá visitarse hasta el 5 de enero.
«Ella imaginó que hacía una exposición en París en los bajos del Trocadero. Aquí la muestra también está en un sótano. Es curioso», comentó a The Objective Lise Maurer, psiquiatra honoraria en varios hospitales de París, psicoanalista y experta en art brut que el 6 de noviembre visitó Madrid para ofrecer una conferencia sobre la compleja obra de Tripier. «Ella realmente no había hecho nada malo. Fue internada porque no tenía dinero, la expulsaron de su vivienda y su hijo estaba en paro. Era una indigente», añadió sobre Tripier. Pero mejor comenzar por el descubrimiento de esta inesperada artista.
En 1945 el artista francés Jean Dubuffet acuñó el concepto de art brut para describir el arte creado fuera de los límites de la cultura oficial, reflejo de una creatividad pura y sin contaminar. Su interés se dirigía, por tanto, hacia las manifestaciones artísticas llevadas a cabo por pacientes de hospitales psiquiátricos y los artistas que desarrollaban su creación sin ningún contacto con las instituciones artísticas establecidas. «Cuando Dubuffet puso en la mesa esta idea de nombrar algunas obras como art brut hizo una gira por hospitales psiquiátricos y conoció al médico de Jean, que le dio toda su obra», explicó Maurer. De hecho, Dubuffet expuso rápidamente las creaciones de Tripier en grandes muestras internacionales (París, Lausana, Nueva York) que situaron este arte marginal en el centro de todas las conversaciones artísticas. Y después de reunir la obra de cientos de artistas en 1971 creó la Collection de l’art brut de Lausana, museo de donde proviene la obra expuesta en La Casa Encencida.
«Esta noción de art brut me parece que sigue siendo muy importante hoy en día, aunque haya cierto efecto de moda, porque las obras producidas en psiquiátricos o en otros ámbitos no estaban contempladas en la cultura oficial», afirmó la psiquiatra. «Los nazis hablaban de arte degenerado y juntaban obras de Picasso o colecciones de psiquiátricos pensando que esto tendría un efecto de rechazo para los espectadores en base a creencias que retomaban tesis de la Edad Media. El art brut llegó como una respuesta a ese arte degenerado y este desplazamiento de la mirada me parece muy importante históricamente porque ocurrió justo después de la II Guerra Mundial», señaló Maurer, autora a su vez de tres monografías sobre artistas del art brut: Emile Hodinos Josome No 18 (1994), Laure Pigeon, la femme plume, No 25 (2016) y Remémoirer de Jeanne Tripier (1999).
Volviendo a Tripier, en su disertación Maurer repasó las tres fases que distingue en la obra de la artista. «El internamiento yo creo que la destruyó durante varios meses y después empezó a escribir», explicó. «Al principio no enseñaba a nadie sus escritos, que comenzó a realizar como una forma de reorganizar su mundo interior, que era muy rico. Tal y como ella misma decía de manera muy repetitiva, sufría un martirio. Ella oye voces, los astros le hablan y también hay una parte de invención. Es muy complejo», señaló en referencia la médium. «Escribiendo intenta ceñir, contener, discernir, detallar todas las voces; y al mismo tiempo en la escritura se ve desbordada, habla de estar agotada, de que no puede más y de que está fuera de control», apuntó.
A esta etapa corresponde la primera parte de la exposición, donde Tripier nos traslada, con una caligrafía nítida y sus particulares dibujos, a los que ella misma denominaba clichés, su mensaje. «Ella pensaba que tenía una misión en la Tierra, que era el espíritu de Juana de Arco y que iba a renovar el mundo con sus obras», señaló Maurer. «Si nos fijamos, en cada obra cuenta una pequeña historia: tiene una cierta prestancia divina y un lenguaje extremadamente florido. Ella se crea su universo con pequeños personajes y en esta época tiene toda una magia en torno a ella». Así van surgiendo, en una segunda fase, sus mencionados clichés: manchas de tinta que se entremezclan con la escritura y van cobrando importancia hasta convertirse en los protagonistas.
En esta evolución Maurer percibe un progresivo aperturismo en Tripier, que poco a poco muestra sus creaciones, cuelga sus tejidos en las prendas de compañeros del hospital psiquiátrico e incluso solicita a su médico exponer su obra en una muestra imaginada, parte de la Exposición Universal de París de 1937. En esta tercera etapa los bordados se convierten en una suerte de positivo de muchos de los clichés que presentaba en sus dibujos, piezas únicas dotadas de una increíble expresividad creadas, como la psiquiatra destacó, en unas condiciones pésimas. «Una enfermera mayor dio testimonio de lo ocurrido en la guerra y decía que cogía pequeñas setas de la hierba porque no había qué comer. En esta época 40.000 personas murieron de hambre en los hospitales psiquiátricos de Francia porque eran los que recibían las raciones más exiguas. No sé cómo consiguió los cuadernos o las telas cuando no tenían ni para comer».
Ahondando en su entidad como artista, Maurer afirmó: «Jean era excepcional, sin duda. Escribir estas alucinaciones es muy poco frecuente. El delirio imaginativo es una clasificación psiquiátrica, pero cada persona es de una manera». Y remató diciendo: «Era una mujer que tenía una energía admirable. En su obra se ve su trayectoria vital, su imaginación y a una mujer con una resistencia increíble».
La comisaria de la exposición, la arquitecta Aurora Herrera, moderó esta conferencia y comparó a Tripier con artistas españoles como la también médium y dibujante autodidacta de Cambrils Josefa Tolrà (1880-1959) o Justo Gallego y su increíble catedral de Mejorada del Campo. «Son personas que trabajan en hacer visible lo invisible, que expresando desde otras formas nos introducen en otros niveles de sensibilidad, permiten una toma de conciencia y una dignificación», aseguró. Hablando en particular de la obra de Tripier, afirmó: «Lo que sorprende es que, en estados casi puros creativos, de expresión emocional, uno de pronto aprenda a descubrir cosas nuevas». Y concluyó con una pregunta: «Solo una tercera parte de las obras de art brut provienen de enfermos mentales. El concepto existe, pero cada vez hay más comparaciones con el arte contemporáneo. Quizá habría que plantearse ahora qué es el arte marginal o qué es lo marginal».