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Cultura

Oficios de la muerte: “Ordenar antes de morir te hace llevar una vida más sencilla”

Me llamo Margareta Magnusson, nací en Suecia, soy artista y acabo de publicar ‘El arte sueco de ordenar antes de morir’. Mi lema: Si no lo amas, tíralo.

Oficios de la muerte: “Ordenar antes de morir te hace llevar una vida más sencilla”

Me llamo Margareta Magnusson, nací en Suecia y soy artista. ¿Mi edad? Digamos que entre 80 y 100 años, depende de los ojos con los que me mires… Pero podría tener un millón de años, porque he viajado y me he divertido muchísimo durante mi vida. Tengo cinco hijos y bastantes nietos, una familia enorme, y me niego a que se hagan cargo de mis cosas después de mi muerte; me parece injusto y una pérdida de tiempo. Así que cuando mi marido falleció tras una larga enfermedad, me ocupé yo sola de la limpieza de la casa y la durísima tarea de elegir qué tirar, qué mantener y qué regalar, mientras me organizaba para mudarme a un apartamento más pequeño donde pasar los años que me quedan rodeada únicamente de los objetos que amo y que me son útiles. ¡Aún sigo enfrascada en la tarea! Porque ordenar antes de morir es un trabajo largo pero te hace llevar una vida más sencilla… Fruto de mi experiencia escribí ‘El arte sueco de ordenar antes de morir’ (ed. Reservoir Books) y lo que no les cuento a mis hijos de palabra queda para siempre en este libro. Si es que algo es eterno; nosotros, por supuesto, no.

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No entiendo por qué la gente tiene tanto miedo a aceptar la inevitabilidad de la muerte; algunos ni siquiera son capaces de hablar de ella y cuando se van dejan un caos increíble tras de sí. Envejecer, deberías saberlo, no es para debiluchos. Y si esperas que tus hijos hereden todas tus cosas pienso que te equivocas; las familias jóvenes tienen todo lo que quieren, es el resultado de vivir en una sociedad tan consumista en la que acumulamos y acumulamos objetos que no significan nada para nosotros y no nos preguntamos por qué. ¿Por qué lo compré? ¿Por qué sigo conservándolo? Nos tientan constantemente con nuevas tendencias, formas y colores, hasta que un día, quizás a los 40 o 45 años, empiezas a plantearte qué es lo esencial.

 

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«Envejecer no es para debiluchos» -Margareta Magnusson | Foto: Alexander Mahmoud vía Reservoir Books.

 

En Suecia tenemos una palabra para la tarea de ordenar antes de morir, ‘döstädning’. No es que todos los suecos lo hagamos, pero las mujeres de mi generación y anteriores siempre se han ocupado de limpiar después de la muerte de sus maridos, tal vez porque viven más que ellos. Mi madre, que era una mujer muy ordenada y realista, me enseñó esta lección: Poco después de enfermar se dio cuenta de que debía poner cada cosa en su sitio y cuando murió y fui a limpiar la casa, encontré en muchas prendas de ropa etiquetas con instrucciones suyas donde me explicaba qué debía hacer con ellas –a quién contactar, dónde y a quién dejarle qué cosa-; fue un consuelo. Sentí que mi madre de alguna forma estaba allí apoyándome.

Uno de los consejos que doy en mi libro es que cuando sientas la necesidad de ordenar y librarte de cosas antes de tu muerte no empieces por las cartas y las fotografías; corres el riesgo de sumirte en los recuerdos y la melancolía y perderás demasiado tiempo. Lo mejor que puedes hacer es empezar por los objetos más grandes y notarás el cambio rápidamente. Puede que te parezca un poco frío, pero cuando mi marido falleció y decidí mudarme a Estocolmo –de eso hace más de diez años- contraté a un subastador para que vendiera muchos de nuestros muebles y abrí la casa a nuestros amigos y familiares para que se llevasen lo quisieran; ponía también etiquetas en objetos –“Para la tía Ellen” “Para Pete”…-. La limpieza duró casi un año, y luego descansé. También me deshice de mis obras, las que no regalé o vendí, las lancé al fuego. Eso sí, guardé en una caja algunas cartas bonitas y documentos que quería tener conmigo hasta mi muerte y en ella escribí: “Privado. Tirar sin abrir”.

 

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«Si no te gusta, no es útil o no hará feliz a los demás, tíralo; ese es mi lema» -Margareta Magnusson. Foto de Alexander Mahmoud.

Me da pena la gente que se aferra demasiado a las cosas materiales. El consumismo loco destruirá nuestro planeta, pero no tiene por qué destruir nuestras relaciones, como permitir que tus hijos se peleen por una herencia o que un esposo o hermano encuentre algo poco amable que escribiste sobre ellos. Si no te gusta, no es útil o no hará feliz a los demás, tíralo; ese es mi lema. Un poco como hacían los vikingos y otras civilizaciones, que enterraban junto al difunto algunas de sus pertenencias por si las necesitaban en el más allá… ¿Te imaginas si hiciéramos lo mismo hoy en día? Serían tumbas grandes como piscinas.

La muerte no me asusta ni soy religiosa. Cuando mueres, mueres. Me da miedo el sufrimiento, como a todos. He pensado mucho en ese momento y no quiero que tiren mis cenizas al mar porque el agua está demasiado fría; sin embargo, me parece agradable que me entierren en un lugar abierto y que la gente que pase pueda dejar alguna flor en mi tumba. Sí, eso estaría bien.

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