Las mil historias de Miguel Campello entre palmas, sabor a sal y olor a cuero
Escuchar a Miguel Campello es nostalgia, es volver a las tardes de invierno en el brasero; también a tardes de asfalto y alquitrán. Es olor a jazmín en verano; a sonidos de canicas y olor a uvas y naranjos.
Escuchar a Miguel Campello es nostalgia, es volver a las tardes de invierno en el brasero; también a tardes de asfalto y alquitrán. Es olor a jazmín en verano; a sonidos de canicas y olor a uvas y naranjos. Su voz quebrada nos transporta de la mejor forma a los tiempos de las pesetas, cuando los días duraban meses y los segundos semanas. A noches de familia, vecinos y amigos, y compás.
«Qué tiempos aquellos», reflexiona el de Elche nostálgico que, asegura, suele pensar en el ayer para crear.
–¿Y qué recuerdas de ese ayer? –le pregunto mientras nos tomamos un café una tarde fría de diciembre, días antes de dar la bienvenida al nuevo año, en la plaza Pedro Zerolo de Madrid–.
–En casa, con la familia… Los viernes de arroz caldoso con la abuela Rosa, cuando no había otra distracción que la 1 o la 2, o escuchar al Miguelito.
–Y era mejor escuchar al Miguelito…–.
–(Risas) Siempre he sido de hacer todo lo posible para hacer reír a la abuela y a la familia. Un momento de fiesta era suficiente para saber que eso arrancaba sensaciones y emociones en la gente.
Y son eso, emociones, lo que Campello, criado entre piedras, tierras y rastrojos, lleva creando para su público ‘chatarrero’ desde hace más de 40 años. «Yo me crié entre campos de limoneros, almendros, uvas y piojos», rememora, «muchos perros y muchos gatos». En una calle que tenía siete bares, un estaco y cuatro peluquerías. En una época en la que 1.000 pesetas eran como 500 euros hoy día. Y todos esos recuerdos, casi dos décadas después, han tomado forma en ‘Entre mil historias’, dieciocho canciones grabadas en acústico, cinco inéditas, con temas que recorren toda la carrera del artista, desde sus inicios con ‘elbicho’ hasta la actualidad. «Es el antes y el ahora de este camino de sueños que ando desde hace muchos años, lleno de canciones que el tiempo no dejó atrás y otras que recién nacieron y ya quieren caminar. Mil recuerdos de chiquillo, como una aguja en un pajar, los amigos con sus guitarras haciendo palmas y compás, los tambores de cuero y hierro… Quedan muchas más historias, estas son mil nada más», detalla el autor del tan sonado ‘Agua, pan, amor y vino’, que ha mantenido a Campello de gira durante casi dos años. Y de gira también comienza este 2019, con varias fechas cerradas en Almería (23 de marzo) y Barcelona (25 de mayo), porque eso de descansar no está en los planes del artista.
Y de su primer escenario en la casa de su abuela con no más expectación que un puñado de vecinas cantando ‘Yo soy minero’ o ‘El emigrante’ a sold out en sold out, donde su público se deja la voz cada vez que el Miguelito se sube al escenario. Un escenario donde suele deleitar con un frenético directo, al son de su tambor y de sus danzas. Y de su primera canción, ‘Lagrimas saladas’, escrita allá por 1999, a su último sencillo, ‘Caballo negro’, un tema que dibuja la oscuridad y la perfila con su voz quebrada, la abraza, le canta, le baila y le regala luz para secar sus lágrimas. Porque en este sencillo, Miguel Campello se confiesa entre llantos flamencos y palabras desgarradas. «Aunque no me gusta destripar las canciones, porque para cada persona tiene un significado, ‘Caballo Negro’ trata sobre la historia de un familiar que estuvo enganchado a la heroína. Una droga que a tanta gente se ha llevado por delante y que a día de hoy vuelve a estar de moda».
Y entre mil historias, Campello asegura quedarse con todas, con las buenas y las malas y las que faltan. «Nos mantenemos en pie por todas las historias que hemos vivido antes. No hay una historia que vaya sola de la mano». Esa puede ser la mejor filosofía para alguien que ahora mira al pasado para poder seguir en el presente.
Un pasado marcado por ‘elbicho’, que le dio 10 años de carretera y cuatro discos. Una etapa rompedora de flamenco fusión, con mucho rock, mucha rumba, jazz y hasta hip hop.
–¿Por qué se acabó ‘elbicho’?–.
–No tiene una explicación. Es como una relación de pareja, que llega un momento que ni para delante ni para atrás. Éramos muchas cabezas pensantes, con muchas ideas válidas y lógicas pero todas diferentes. De una manera natural dejamos de vernos y crear, y cada uno hemos continuado haciendo lo que nos apetecía por separado.
De esta forma, con ‘Entre mil historias’, Miguel Campello vuelve con toda una oda al paso del tiempo, a la nostalgia de aquella otra vida que quedó atrás pero que vuelve a tomar forma cada vez que volamos hasta ella en forma de recuerdos. Y lo hace como mejor sabe: a corazón abierto, con la pasión en su lírica y una guitarra.