Iván Repila: “Los hombres hemos consentido unas barbaridades inadmisibles, por dejadez y por desinterés”
En Further, nuestro espacio de cultura, futuro e ideas, Anna María Iglesia conversa con Iván Repila sobre su nueva novela ‘El Aliado’ (Seix Barral, 2019).
El aliado (Seix Barral) es mucho más que una parodia, aunque éste pueda ser su disfraz; se trata de una dura crítica al machismo y, sobre todo, a los comportamientos machistas de todos aquellos hombres que, sin embargo, levantan la bandera del feminismo y de la igualdad. A través de sus personajes, Iván Repila pone el acento en las actitudes machistas soterradas, naturalizadas, aquellas que no solo hemos dejado pasar desapercibidas, sino que han sido asumidas con normales, como “cosas que pasan”. El lector no sale indemne de la lectura de El aliado, título irónico, pues, como demuestra la novela, decirse “aliado” no te convierte en tal.
Hay algo de provocación en El aliado…
Sí, tiene, además, elementos propios del esperpento, si bien no podemos definir la novela como un verdadero esperpento. Ya que ahora, con tanta autoficción, confesiones y memorias, somos cuatro gatos los que escribimos ficción, tenemos que aprovechar de las herramientas que ésta nos ofrece y una de las cosas que nos permite hacer la ficción es estirar y modificar la realidad y crear, incluso, una realidad nueva utópico-distópica para que nos podamos imaginar mundos posibles.
Leía en un artículo que tu humor podía ser comparable con el de Eduardo Mendoza. ¿Es un autor que tenías en mente?
En realidad no. Yo creo que voy más allá de Mendoza. Mendoza tiene, en líneas generales, un humor más blanco. Yo soy un gran lector de su obra y me gusta mucho tanto a nivel personal como a nivel literario, pero creo que su humor va por un recorrido muy diferente al mío. Mi humor es cabrón, es más negro… Busca hacer más daño
Como mínimo busca criticar y en tu novela apenas nadie sale indemne, aunque el centro de tus críticas es el hombre y las actitudes machistas.
Sí, la novela presta principalmente atención a los hombres, en concreto, a nuestro propio machismo y al machismo que nos rodea. Es cierto que el protagonista utiliza el feminismo como motor o como chispa para comprenderse a sí mismo y para comprender hasta qué punto es un hombre machista, que sí lo es, o no. Sin embargo, el feminismo no es el centro de la novela. Hay muchísima gente trabajando en el ámbito del feminismo desde hace muchos años, estudiando y participando en debates; yo soy, como quien dice, un recién llegado, así que nunca me atrevería a decir al feminismo qué tiene que hacer. En el libro y a través del personaje se plantean preguntas, pero ya está.
¿Los hombres que incluso se dicen no machistas no son conscientes que, en el fondo, lo son?
Totalmente. Por una parte, ahora un partido político como VOX está permitiendo a muchos hombres machistas desnudarse y, además, desnudar su machismo con orgullo y jalearlo. Ya sabíamos que estos hombres existían, solo que ahora tienen un altavoz muy potente; afortunadamente no representan a la mayoría, pero existen, siempre han existido. Por otra parte, estamos un gran número de hombres que nos hemos movido entre un machismo suave y la creencia de no ser machistas. ¡Cuántas veces habremos dicho “yo no soy machista, yo soy un aliado del feminismo”! Pero no es así, nos hemos equivocado todos con estas afirmaciones y, de hecho, en cuanto comencemos a rascar dentro de nosotros mismos y a comprender la realidad con los ojos con los que habríamos tenido que mirarla desde hace ya muchos años, nos daremos cuenta de que todos hemos tenido comportamientos machistas más o menos reprochables. No solo los hemos tenido nosotros estos comportamientos, sino que hemos permitido que nuestros colegas hombres los tuvieran, hemos dejado pasar por alto estos comportamientos como si no tuvieran importancia.
Ciertas conductas y actitudes machistas no solo se han naturalizado, sino que durante décadas no se las ha juzgado negativamente, todo lo contrario.
Exacto. Es el típico ejemplo del amigo borracho que medio acosa a una chica y tú, que eres el más “aliado” de todos, te acercas a la chica para sacárselo de encima y excusas a tu colega con un “perdona, está borracho”. Esto esto es lo que hemos hecho durante años y ahora, afortunadamente, estamos haciendo un viraje, estamos tomando consciencia y nos damos cuenta de que no basta con decir “disculpa, está borracho”, hay que coger a tu colega y ponerlo en su sitio. Y esto es lo que no hemos hecho y, por esto, hablo de una dejación de funciones: hemos dejado que el feminismo sea algo que atañe a las mujeres en lugar de darnos cuenta de que nuestra participación en el feminismo es clave, primero, para aprender como hombres qué hemos hecho y qué estamos haciendo mal y qué tenemos que corregir y, segundo, para no seguir con las mismas dinámicas de antes, para no seguir permitiendo, como hemos hecho hasta ahora, a los hombres de nuestro alrededor tener comportamientos inapropiados, comportamientos que, como te decía, hemos siempre excusado con “está borracho”, “es así”…. Hemos consentido unas barbaridades inadmisibles, por dejadez y por desinterés.
Y todo esto ha ido acompañado por una profunda ignorancia de la teoría feminista, una ignorancia de la que tu protagonista adquiere consciencia y trata de solventar con lecturas de textos y autoras totalmente desconocidos para él.
Tienes mucha razón y es muy difícil hablar de esto, porque, hablando de mí y solo de mí, solo puedo decir que yo soy el culpable de esta ignorancia de la que hablas. Hasta que he empezado a darme cuenta de mis contradicciones, siempre me había considerado una persona muy feminista, se me llenaba la boca hablando de igualdad. Sin embargo, es acojonante cómo leía literatura hispanoamericana porque me interesaba, ensayos sobre la política norteamericana porque me interesaba la política estadounidense…. Pero, paradójicamente, yo, que tanto decía ser feminista, no había leído ensayos feministas, no me había interesado por las políticas sexuales, no sabía quién era Judith Butler. Yo, que no había dejado de repetir que eres feminista, no me había preocupado en ningún momento de estudiar la teoría feminista, de leer los textos fundacionales, de conocer a las teóricas principales. Y no es culpa del patriarcado, es culpa mía.
Bueno, en parte sí es culpa del patriarcado, del sistema educativo, de cómo se educa a los hombres y de cómo se educa a las mujeres y de qué intereses se les presupone a cada uno.
Sí, pero no me olvido de que, cuando yo tenía 25 años, ya no estaba estudiando. Era una persona inquieta que se interesa por diferentes cosas e investigaba los temas que más me interesaban. Y jamás me acerqué a ningún texto teórico del feminismo y mira que hay muchos, más sencillos, más complejos. Cuando comienzas a indagar en el feminismo y a leer sus textos, te das cuenta de que esas lecturas son indispensables para comprender la complejidad del feminismo en tanto que teoría y práctica política. Y si he empezado a introducirme en estos textos ha sido porque me han empujado a ello mujeres de mi alrededor, no por iniciativa propia, sino porque he caído en una especie de tobogán en el que las mujeres me han implicado y, al final, casi por obligación he comenzado a leer ciertos libros, que nunca habría leído por iniciativa propia. Y me da mucha vergüenza reconocerlo.
Bueno, el gesto de reconocerlo te honra.
Pero no busco honrarme, busco recuperar mucho tiempo perdido y creo que esto deberíamos hacerlo muchos. Obviamente, hay hombres que controlan la historia y la teoría feminista desde hace mucho tiempo, pero, me da la impresión, basándome en mi propia experiencia, que la mayoría de hombres interesados en la cultura, en la literatura o en la política, como puedo serlo yo, han cometido el error, en gran medida voluntariamente, de despreciar el feminismo con la soberbia de quien cree saberlo ya todo, pensando que a ellos, que ya están a favor de la igualdad, nadie les puede enseñar nada nuevo.
El cliché de “libros para mujeres” o “autoras que leen sobre todo mujeres” se ha repetido mucho, incluso, en círculos muy cultos.
Esto es verdad y ha sido un problema, pero, repito, un problema que nos concierne a nosotros y que me concierna a mí, ante todo. Por una cuestión de desapego y de desinterés, leo la etiqueta “literatura para mujeres” e inmediatamente siento que esa literatura no puede explicarme nada que yo no sepa. Esta es una posición tan machista que me da vergüenza reconocerla.
En la novela, se observa como muchas veces el machismo va acompañado de la homofobia.
Por esto el feminismo es un movimiento transversal. El feminismo no alude exclusivamente a las mujeres, sino que abraza también a las personas homosexuales, a las personas trans…. El feminismo es una serpiente con muchas cabezas y todas ellas reman en la misma dirección, en una dirección contraria a la que se ha impuesto siempre y que ha sido capitaneada por el hombre blanco heterosexual de clase media con más o menos estudios. Y ese hombre soy yo y el mundo está hecho de hombres como yo para hombres como yo. Y esto es tan obvio que me resulta patético reconocer que, hasta que no nos dan un par de sopapos, no nos damos cuenta de ello y pensamos que todo está bien.
El protagonista de la novela afirma: “Las redes sociales no son el mundo social”. Uno de los temas del libro es precisamente el papel de las redes a la hora de llevar a cabo una revolución o un cambio social.
Sin querer hacer spoiler, al protagonista, las redes sociales se le quedan cortas. En este sentido, estoy bastante de acuerdo con la tesis de mi personaje, en gran medida por mi propia experiencia. Imparto bastantes talleres de lectura, en los que participan muchas personas entre los treinta y setenta años y me doy cuenta de que, cuando comento los temas que para nosotros, que estamos siempre en redes sociales, están a la orden del día, ya sea temas políticos o exclusivamente literarios, la mayoría de los alumnos no tiene ni la menor idea de lo que les estoy contando. Se nos olvida que la mayoría de personas con las que nos relacionamos no está en twitter y, muchas veces, creo que magnificamos la influencia y el poder de las redes. Es verdad que, a veces, algo que ha salido en twitter tiene consecuencias en el mundo real, pero son excepciones. En líneas generales, en el 90% de los casos, la gente vive tranquilamente sin redes sociales y lo que a ti y a mí nos puede parecer el tema de la semana es completamente ajeno a la gente que nos rodea.
Al final, las protestas, las manifestaciones y reivindicaciones tienen lugar en las calles.
Claro. En las redes puedes calentar el ambiente, pero si en España somos 50 millones de habitantes, puedes calentar solo a 50.000, es decir, a una mínima parte. El verdadero fuego en las calles se consigue de otra manera, se consigue estando en las calles no tratando de calentar las redes a base de tuits.
El protagonista quiere radicalizar el movimiento feminista con la creación de un grupo de hombres activistas de la causa machista. Pensando en tu novela y en la aparición de un partido como Vox, ¿crees que un partido como éste y su discurso puede despertar una respuesta o una contestación más radical a la que ha habido hasta ahora y conseguir implantar el discurso contrario?
Tendremos que verlo, a veces sucede y a veces no. Te voy a poner dos ejemplos. Primero: a raíz de la victoria de Vox, pocos días después, hubo multitudinarias manifestaciones de mujeres y de agrupaciones feministas en las que, obviamente, también participaron hombres y personas no vinculadas a los movimientos feministas, en protesta por el discurso de Vox. Sin embargo, a día de hoy, según las encuestas, Vox sigue creciendo y no sé a dónde nos puede llevar esta situación. Como tú dices, Vox ha provocado una reacción social, pero la reacción a la reacción está haciendo que los de Vox y gente cercana a Vox se recrea y se valentona frente a las protestas que reciben, pues interpretan que si determinados grupos sociales reaccionan en su contra es porque lo están haciendo bien. Está por ver qué reacción se va a imponer. Segundo: en Francia con los chalecos amarillos encontramos el caso contrario. Los chalecos amarillos han tomado las calles y han conseguido parar unas políticas que ellos consideran injustas. Nosotros todavía no hemos llegado a este nivel, no hemos conseguido revocar nada saliendo a las calles.
La pregunta última de tu novela es: ¿hasta dónde hay que llegar y qué herramientas son necesarias para conseguir una auténtica revolución social?
Tú que has leído casi todos mis libros, te habrás dado cuenta que en todos ellos termino hablando más o menos de lo mismo: sitúo la acción en espacios cronotópicos preapocalípticos o prebatalla. Yo escribo sobre estas cuestiones que planteas, porque no tengo respuesta a lo que me preguntas, porque yo mismo me pregunto si, quizás, usando otros recursos más radicales podríamos alcanzar otros objetivos o más objetivos de los ya conquistados. No tengo respuesta, lo único que puedo hacer es escribir y preguntarme constantemente si estamos haciendo las cosas de forma adecuada o no. Esta una cuestión que me consume, la verdad.
La novela termina con un epílogo de Aixa de la Cruz.
Está muy bien su texto. Aixa, al contrario que yo, pertenece al universo académico y sus conocimientos teóricos son mucho mayores que los míos. Fue ella la que me propuso escribir un epílogo cuando yo le expliqué el proyecto del libro y me pareció una idea excelente, puesto que ese epílogo me permitía no solo cerrar la novela, sino tomar la distancia necesaria para poder entender la historia de apropiación del protagonista. Así que le pide que fuera ella que escribiera el epílogo.
El epílogo, entre otras cosas, saca a la luz las contradicciones de todo lo sucedido en la novela y las contradicciones de sus protagonistas.
Sí, el epílogo, por un lado, reflexiona sobre el papel que todos tenemos que jugar todos en este nuevo contexto y, por el otro, nos permite observar que, en tanto que hijos del patriarcado, tanto tú como yo, hombres como mujeres, tenemos que sobrevivir y pelear con nuestras contradicciones. En este epílogo se revela lo complicado que es vivir con las contradicciones a la hora de pelear por un mundo igualitario.
En efecto la pareja del protagonista vive mal las contradicciones que la alejan de determinados presupuestos feministas, que, sin embargo, quiere suscribir.
Y, ¿no te parece hiperrealista? Siendo El aliado una novela casi esperpéntica, contiene piezas de hiperrealismo. Y por lo que se refiere a la pareja del protagonista, ella también ha sido educada en el patriarcado, como todas. De todas maneras, puesto que yo no puedo ponerme en vuestro lugar, lo que no voy a hacer es cometer el error de deciros lo qué tenéis que hacer, un error en el que incurre el protagonista y en el que hemos incurrido durante mucho tiempo. Todos hemos tenido una abuela machista a la que hemos querido explicar qué es el feminismo, pero ¿cómo voy yo, un hombre heterosexual, a explicarle a mi abuela qué es ser feminista? ¿Cómo he podido tener el coraje de hacerlo? Y darte cuenta de que has cometido estas insensateces avergonzantes es un golpe a la identidad bastante duro.
¿Es necesaria una caída de caballo?
Sí, y tiene que ser una caída de caballo que duela. La mía ha sido dolorosa, porque me resistí mucho hasta que empecé a asumir mis carencias, mi individualismo, mis privilegios y mi desinterés. Darte cuenta de todo esto y, al mismo tiempo, seguir queriéndote como ser humano y querer mejorar no ha sido fácil. El viaje está siendo largo y duro, pero es como tiene que ser.