Thomas Page McBee: “Tengo más fe en el feminismo que en el gobierno de Estados Unidos”
«¿Por qué pelean los hombres? ¿Qué significa ser hombre?» Nos lo cuenta Thomas Page McBee, primer boxeador trans en competir en el Madison Square Garden.
No dejes que te dominen, si te ven débil te harán de menos ,¿me oyes? Tienes la sartén por el mango, pero ella es quien fríe los huevos. Camina como un macho. Piensa como un macho. ¡Golpea! Pero, ¿es que vas a llorar? Oh, vamos, no seas nenaza. ¿Qué eres, un peluche o un hombre? No, no, no… ¡no abraces! Si es que quieres ser un hombre de “verdad”…
Tenía 30 años cuando empezó a inyectarse testosterona y le gustaba mirar en el espejo cómo su cuerpo se iba a transformando en el hombre que se sentía. Sin embargo, también se estaba convirtiendo en el hombre que no quería ser; algo muy inconsciente, desde luego, marcado en gran medida por la forma en que los demás reaccionaban a su nuevo cuerpo cargándolo de estereotipos. “Me descubrí callando a las mujeres que tenía a mi alrededor” o “una noche mientras hacía jogging vi la mirada asustada de una chica cuando traté de adelantarla”, cuenta.
Cuando los otros hombres empezaron a buscar pelea con él en la calle, Thomas se preguntó el motivo de que alguien apretase los puños decidido a golpearte. ¿Por qué pelean los hombres? ¿Qué pretenden? ¿Por qué debería pelear él? En el boxeo encontró la forma de entender su propia masculinidad y así lo explica en Un hombre de verdad. Lecciones de un boxeador que peleaba para abrazar mejor (Temas de hoy), un libro sobre lo que significa realmente ser un hombre, con la responsabilidad y los privilegios que eso conlleva.
En tres asaltos, el periodista Thomas Page McBee, primer boxeador trans en pelear en el Madison Square Garden, te cuenta como en el ring y en la vida deberías atreverte a ser quien eres y no quien pretendes ser.
Que suene la campana.
Round 1. El mito de la testosterona
Thomas, hay un antes y un después de que empezases a inyectarte testosterona. Conforme cambió tu cuerpo también cambió el lugar que ocupabas en el mundo.
Bueno, siempre he sabido que los hombres tenían más privilegios que las mujeres, pero no sabía cuántos. Por ejemplo, comencé a ganar más dinero en el trabajo y me ascendían más rápidamente o me respondían antes a los correos. Cuando estaba en una reunión, todo el mundo callaba para escucharme; e incluso cuando caminaba de noche por la calle me sentía más seguro pero, al mismo tiempo, notaba que las mujeres con las que me cruzaban me evitaban o se sentían incómodas sin yo hacer nada. Me di cuenta de que mi cuerpo de hombre, que yo internalicé y en el que me sentía cómodo, era un arma y también supe que mis privilegios exigían una gran responsabilidad. Lo que no anticipé son otros aspectos negativos de la masculinidad construida, como el no poder expresar mis emociones o sorprenderme de actitudes inconscientes que yo iba asumiendo como hombre.
Hablé con psicólogos y sociólogos para escribir el libro y ellos me confirmaron que no era una experiencia aislada, que muchos hombres se sentían así por la forma en que nos han educado para ser “un hombre real”, con comportamientos como la dominancia, el no mostrar sentimientos ni llorar para que nadie cuestione nuestra masculinidad. Pero no hay nada biológico en ello, todo responde a una norma social.
Que algunos confunden con una marca de nacimiento. Si el género es una construcción cultural, ¿también es política?
Por supuesto. Estamos marcados por el ambiente en el que vivimos y tratar de separar naturaleza y cultura es difícil porque respondemos al entorno. Cuando empecé a inyectarme testosterona pensaba que me iba a volver más agresivo o violento, porque es lo que todo el mundo piensa, pero es solo un mito. La testosterona nos hace dar un paso al frente y ser más cooperativos para resolver con éxito una situación. Los hombres podemos colaborar en lugar de competir los unos con los otros, pero las creencias son muy poderosas.
También se dice que las mujeres no pueden ser violentas. Creo que hay un inmenso poder en admitir que podemos ser todas esas cosas: cerebrales, agresivas, peligrosas…
Lo que ocurre es que si vemos los estudios que se han realizado sobre la agresividad y las mujeres, especialmente en el lugar de trabajo, ellas son penalizadas por tener esos mismos comportamientos que en el hombre son aplaudidos. ¿Cuál es el incentivo de ser agresivo si cada vez que lo haces eres castigado? Antes de mi transición, cuando trataba de hacerme un lugar en el mundo laboral, mi madre solía decirme que tenía que trabajar el doble de duro para demostrar algo. Después de la transición tuve que darme cuenta por mi mismo de que silenciaba por accidente a las mujeres que había a mi alrededor y tuve que encontrar mi propia masculinidad, aprender a escuchar más y estar más callado, a administrar un nuevo poder que hacía que me comportase de un modo diferente.
Creo que los hombres debemos ser conscientes de nuestro privilegio, pero no únicamente para no dañar a los demás, sino para no dañarnos a nosotros. Recordar, por ejemplo, cuando éramos niños y podíamos expresar nuestros sentimientos en libertad y ser quiénes somos. Cuando tienes ese poder pierdes también una parte de tu humanidad.
Round 2. Machismo tóxico y la paradoja de “America first”
¿Qué te enseñó el boxeo?
Cuando le dices a la gente que vas a boxear lo primero que piensan es que quieres ponerte en forma o aprender a defenderte, pero hay otro aspecto psicológico muy interesante que descubrí por mí mismo y hablando con mis compañeros del gimnasio: Boxear tiene mucho que ver con la superación de tus propios bloqueos; yo, sin ir más lejos, era incapaz de golpear a alguien si no tenía un motivo de peso –de niño siempre te dicen que no lo hagas-, incluso cuando ocurre en un ambiente de consenso. Al pasar cuatro o cinco horas entrenando con las mismas personas descubres que cada cual tiene unos obstáculos que necesita superar y nos ayudábamos entre todos; era algo muy íntimo que no precisaba de palabras.
Pero también aprendes a convertir tus debilidades en ventajas, que es algo que no sucede en un deporte de equipo donde cada cual juega el papel que se le da mejor. No hay forma de ocultar tu debilidad en un ring y debes conocerla y transformarla en fortaleza, que en mi caso fue un exceso de energía que logré jugar a mi favor moviéndome muy rápido por el cuadrilátero para esquivar los golpes. Así que la lección es que, en vez de pretender ser otra persona, puedes permitirte ser quien eres.
https://www.youtube.com/watch?v=7CCqyJFc-bM
El mordisco de Tyson, la oreja más famosa después de la de Van Gogh.
En el libro mencionas a Mike Tyson como un ejemplo de masculinidad tóxica.
Tyson es una persona interesantísima y alguien a quien admiro. Cuando ves un combate suyo lo primero que percibes es que alguien brutal, muy agresivo. Pero si lees sobre su vida verás que nació en una familia muy humilde, que forma parte de una minoría racial, y que fue criado desde niño para combatir. No le quedó otra opción… Y sí, es cierto que su vida está marcada por el alcohol y que ha hecho cosas horribles que fueron su decisión, pero a mí me hace pensar un poco en el monstruo de Frankenstein y en un personaje shakespeariano, a merced de sus circunstancias familiares y vitales. Es un ejemplo muy triste de cómo la sociedad te moldea.
Y apoyó a Trump… lo que me hace pensar en que tú empezaste a escribir tu libro antes de la era Trump y lo acabaste después de las elecciones. ¿De qué forma ha cambiado la percepción social sobre las cuestiones de género en estos años? ¿Se ha recrudecido “la crisis global de la masculinidad” sobre la que escribes con movimientos de supremacismo “macho” como Proud Boys?
No anticipé la victoria de Trump mientras escribía el libro y cuando ocurrió sentí que era muy urgente y que la situación era deprimente, pero también soy fan de ver lo que ocurre, incluso cuando es doloroso. Creo que esta crisis global va a hacer que la gente tome otras decisiones porque ha puesto de relevancia los problemas existentes. Grupos como Proud Boys, apoyados por Trump, o Vox en España, son lo que en sociología se conoce como Amenaza del estereotipo, o cómo hay personas que asumen inconscientemente los aspectos negativos de un estereotipo en un sentido identitario que no juega a su favor.
La gente está enfadada y reacciona queriendo mantener cierto status quo buscando un cambio. Ahora bien, es triste ver cómo muchos hombres se sienten tan identificados con los clichés de la masculinidad construida y esa idea de “ser un hombre real” en lugar de buscar un nuevo modo de ser porque el anterior patrón es dañino. Entiendo que hay una especie de pirámide y en la cima está el poder y el resto es gente juzgando y persiguiendo a otra gente, discutiendo entre ellos por temor a perder un privilegio cuando la realidad es que los hombres pueden ser cooperativos también y debemos ayudar a cambiar el modelo.
Round 3. ¿Por qué no dejáis a los trans en paz?
Mencionas la “caja de ser hombre” que incluye toda una serie de palabras y expresiones relacionadas con la idea de masculinidad, como la fuerza o el control. ¿De qué forma podemos cambiar ese modelo?
La caja es una herramienta que utilizan los psicólogos y sociólogos con adolescentes para testar sus ideas en torno al hecho de ser hombre, que incluyen lo que has dicho. Pero es curioso que cuando se les pide que piensen en hombres que admiran ellos hablen de un abuelo, un padre o un profesor y del apoyo que sentían, o su cariño… Y son atributos que no habían incorporado en la caja. Porque, obviamente, hay una diferencia entre lo que nos es dicho que debemos ser y lo que somos.
No creo que la solución sea evitar ser masculino. A mí me gusta ser hombre y vivir en un cuerpo de hombre, pero hay un gran espectro dentro de la identidad de género y la meta es integrar tu verdadero yo; aceptar, quizás, que eres más sensible, o te gustan los riesgos, o eres tierno. No tenemos por qué ser fluidos en apariencia, pero sí en cómo actuamos y pensar en a quién beneficia que haya esta separación entre lo masculino y lo femenino. La masculinidad tóxica funciona porque opone el hombre a la mujer, de forma que para ser hombres hay que intentar no parecerse a una mujer y es un error. Ser mujer es percibido como erróneo.
Por eso tengo más fe en el feminismo que en el gobierno de Estados Unidos, porque para mí es el movimiento político más resilente de todos y se cuestiona constantemente, es inclusivo y genera discusiones productivas entendiendo que el mundo está en constante cambio.
Por cierto, sigue habiendo mucho debate en torno si las deportistas transexuales tienen o no una ventaja respecto a sus compañeras. Incluso sin ser trans, como en el caso de Semenya, se encuentran con trabas.
Hace un tiempo escribí un reportaje para Playboy sobre las mujeres trans en el deporte y puedo decirte que si fuera cierto lo que dicen de ellas estarían ganando las medallas, pero no hay ninguna que domine. Necesitamos mirar más a nuestro alrededor y preguntarnos por qué se dice esto, porque en el centro del debate está si producir más testosterona te hace mejor atleta, como en el caso de la atleta Caster Semenya a la cual se ha reprimido por tener una ventaja natural y un cuerpo de mujer, cuando no lo han hecho con ningún hombre más musculoso o fuerte que el resto.
Por otro lado, cualquier mujer produce más testosterona que una mujer trans que sigue una terapia hormonal, así que es totalmente falso. Este tipo de debates resulta bastante frustrante y triste porque si una mujer debe afrontar graves prejuicios por vivir en la cultura en la que vivimos, qué puedo decirte de las mujeres trans, que son incluso asesinadas. Pienso que debemos protegerlas y no proyectar nuestras ansiedades y miedos en ellas; tenemos que empezar a preguntarnos a qué viene tanta obsesión con un colectivo que es el 1% de la población y nos empecinamos en cuestiones como los baños o el deporte. Esta es una táctica del patriarcado y si eres feminista y participas de esto estás participando del patriarcado.