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Crímenes imposibles: 'Ragtime' para el asesino del hacha

Prometió no entrar esa noche a las casas donde se escuchase Jazz. En ‘Crímenes imposibles’ recordamos el misterioso asesino del hacha de Nueva Orleans.

Crímenes imposibles: ‘Ragtime’ para el asesino del hacha

A principios del siglo XX una serie de misteriosos Hombres del Hacha sembró el pánico en Estados Unidos, pero solo uno de ellos tenía un endiablado oído musical… Así mataba a ritmo de jazz el famoso hachero de Nueva Orleans.

 

Nueva Orleans no recuerda una noche igual que la de aquel martes de 1919 en que el jazz atronó en cada casa y los bares y salones de baile se llenaron hasta la bandera. El French Quarter con sus calles de estilo afrancesado hervía de música y la gente se sacudía como loca, movían la cabeza, los dientes chirriaban, las parejas se aferraban las unas a las otras; no, no era el embrujo del ragtime lo que les hacía moverse de esa manera, sino un miedo tan podrido que ni siquiera el alegre trompeteo de Louis Armstrong o el trombón de Roy Palmer podían apaciguarlos. Incluso Davilla, un compositor local, había escrito una canción para ese día y gritado a pleno pulmón “Don’t scare me papa” con la esperanza de que el melómano psicópata no cumpliera su promesa. ¿Pero acaso tenía que preocuparse de algo? Ese ser que se movía como el éter, al que muchos llegaron a considerar un espíritu, sentía predilección por los “espaguetis”, ningún negro hasta la fecha había aparecido muerto con el cuello rebanado. Igualmente la tocó, sus dedos rápidos se movían sobre el piano como ese infame “rey del Tártaro” lo había hecho en las casas de sus víctimas y en sus colmados. Raudo e invisible. Así suena la canción del asesino del hacha. Don’t scare me, papa… Don’t.

Los misteriosos asesinatos habían empezado en mayo del año anterior, cuando una pareja de italoamericanos que regentaba una tienda de comestibles, Joseph Maggio y su esposa Catherine, fueron atacados en su propia casa mientras dormían; el asesino les cortó el cuello, les golpeó con un hacha y huyó de la escena del crimen abandonando el hacha y sus ropas ensangrentadas en la casa. Un extraño mensaje escrito con tiza en la acera –“La señora Maggio se levantará esta noche. Llame a Mrs. Toney”- dejó a la policía tan perpleja como el hecho de que el asaltante no hubiera robado nada de valor.

Al tiempo apareció la navaja en el jardín de unos vecinos, su propietario era Andrew Maggio, hermano de Joseph y a la sazón barbero. Era obvio que lo considerasen el principal sospechoso. Y, sin embargo, aquel mensaje… ¿Qué pretendía querer decirles el asesino? El detective Theodore Obitz, encargado de investigar el caso, un hombre de intuición afilada como un hacha, mandó a sus agentes a investigar viejos informes y salieron a relucir otros crímenes similares acontecidos siete años atrás contra familias italianas. ¿Había sido la mafia? ¿Por qué Catherine Maggio? ¿Quién era Mrs. Toney?, se preguntaba Obitz hasta que dejó de hacerlo cuando un afroamericano al que había metido entre rejas decidió cobrarse su venganza.

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Don’t scare me, papa… Y la famosa canción del Asesino del hacha. | Imagen de archivo vía jazzmusica.hypotheses.org

El Doctor Jekyll & Mister Hyde de Louisiana

El asesino volvió a actuar. Era una calurosa mañana de finales de junio con olor a sexo e infidelidad, cuando Louis Besumer y su amante Harriett Lowe fueron atacados en la parte trasera de la tienda que él mismo regentaba mientras yacían los dos acostados. El panadero los encontró bañados en un charco de sangre a eso de las siete de la mañana; increíblemente no habían muerto y cuando los llevaron al hospital y Harriett recuperó la conciencia aseguró que el atacante era afroamericano.

Un ex empleado de la tienda fue arrestado por intento de homicidio, la amante se convirtió en el centro de un circo mediático y cambió su declaración varias veces llegando a acusar al propio Besumer de espía alemán –la primera guerra mundial estaba próxima a terminar – y, lo que aún era más delirante, como perpetrador del crimen fallido. Pero, ¿por qué se iba a fracturar él mismo el cráneo?, se preguntaron los agentes. Cuando su esposa llegó enfadadísima desde Cincinnati no se volvió a dar más crédito a la señorita Lowe y la policía quedó ante los medios como un atajo de incompetentes. Tanto la amante como Louis Besumer acabaron falleciendo y el caso empezó a ser objeto de leyendas.

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El legendario hachero de Nueva Orleans aparece en una de las temporadas de ‘American Horror Story’ | Foto vía FOX.

A principios de agosto una mujer embarazada fue atacada en su domicilio y la hipótesis de que podía ser un asesino misógino caló duro en la opinión pública. Pero menos de una semana después, un anciano, Joseph Romano, fue golpeado de la misma forma y cuando sus sobrinas entraron en el cuarto les pareció ver a un hombre corpulento y oscuro vestido con un enorme sombrero salir huyendo después de lanzar el hacha en el patio trasero. Luego un detective retirado de nombre John Dantonio hizo declaraciones en las que relacionaba estos crímenes con lo ocurrido en 1911, igual que lo había hecho el infortunado inspector Obitz antes de su muerte. “Nos encontramos ante un Doctor Jekyll & Mr. Hyde de la vida real; un asesino con personalidad múltiple”, le dijo a la prensa.

Un jazz de ritmo infernal

La ciudad fue presa de la histeria colectiva. Todo el mundo creía haber visto al psicópata merodeando alrededor de sus casas e incluso había quien escribía a la prensa denunciando que había encontrado hachas ensangrentadas en su patio; las familias hacían turnos para velarse los unos a los otros y evitar que aquel misterioso criminal les cortase la garganta mientras dormían.

«Una cosa es segura y es que algunos de los que se atrevan a no escuchar esta música en la noche del martes (en caso de que alguien se atreva) probarán mi hacha»

Cargaban sus escopetas, hacían rondas de vigilancia vecinal y hubo varios casos en que hallaron marcas de cincel en las puertas traseras de colmados y viviendas como si el hombre del hacha hubiera intentado entrar, pero no pudo. O bien lo hizo y no encontró a nadie.

La espiral de muertes se detuvo un tiempo. Se diría que el asesino se estaba preparando para hinchar los carrillos y tocar una última nota final, cosa que hizo en marzo de 1919, al asesinar a un padre y su hija también de origen italiano. Luego, la esposa señaló a unos vecinos como sus autores y los dedos apuntaban en todas direcciones, se buscaban «chivos»; nadie quería creer que un espíritu maligno, un “don invisible” venido desde el infierno, como al poco se definiría el autor en una escalofriante carta enviada al periódico, sembrase el caos con la misma guadaña que empuña la muerte.

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Todo el mundo creía haber encontrado hachas ensangrentadas en su patio. La histeria se cebó con Nueva Orleans. | Imagen de archivo vía shorpy.com

La carta, compruébalo por ti misma, es obra de un poeta, demente eso sí, pero nadie le puede negar falta de ingenio y, sobre todo, de ritmo. Un ritmo infernal:

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El melómano hachero cumplió su promesa, no hubo muertes esa noche en Nueva Orleans. No obstante, la ciudad era un enorme cruce de caminos; los asesinatos se sucedían ya sin ningún patrón: morían niños, mujeres, hombres… ¿Era un vivo o un demonio el causante de aquellas matanzas? Ni siquiera el «Don’t scare me papa», el homenaje al misterioso asesino del hacha que interpretaba Davilla, lograba conformarlo.

Había quien tomando la carta al pie de la letra pensaba que la sombra de algo maligno se colaba bajo las puertas. Por su parte, la policía barajaba la hipótesis de la mafia, la cual pareció confirmarse cuando Esther Albano, viuda de Mike Pepitone, última víctima del carnicero del jazz, mató a un mafioso de nombre Joseph Mumfre y, de repente, los crímenes cesaron. ¿Era el mafioso el llamado “Hombre del Hacha”? ¿O fueron varios, tal vez una oleada de imitadores con gran sentido musical?

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Recorte de periódico de la época. | Imagen de archivo.

A principios de siglo pasado se sucedieron una serie de escabrosos asesinatos con hacha en pequeñas ciudades por las que pasaba el ferrocarril. Los crímenes, no resueltos hasta la fecha, se adjudicaron a un misterioso Hombre del Tren e incluso se habló de más de un hachero, una especie de efecto bola de nieve sangrienta cuyo máximo exponente fue el caso del Asesino del Hacha de Villisca, que acabó con todos los miembros de una familia y cuya casa es lugar de peregrinación del turismo macabro. No obstante, los escritores Bill James y su hija Rachel McCarthy James, quienes investigaron, el caso descartan que fueran la misma persona. Entonces, ¿quién fue? ¿Por qué empezó a matar? ¿Por qué dejó de hacerlo?

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Mientras haya música, habrá tranquilidad. ¿O no? | Imagen de archivo.

El misterio está servido, el hacha afilada, pero la ciudad de Nueva Orleans, con sus festivos carnavales y sus calles bañadas de música, no olvida que el jazz igual que la muerte es un ejercicio de improvisación y que, como dijo Miles Davis, el silencio es el más fuerte de todos los ruidos.

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