¿Por qué seguimos escuchando vinilos?
La vuelta de vinilo podría ser englobada en eso que genéricamente se ha llamado “retromanía”, un rasgo de la cultura contemporánea que nos hace valorar excesivamente nuestro pasado
A principios del siglo XXI el vinilo parecía un objeto propio de coleccionistas y aficionados a géneros y escenas musicales minoritarias. Y, de hecho, los datos más recientes sobre ventas de música, y algunos estudios académicos nos dicen que la gente consume, sobre todo, música en streaming. ¿Por qué, entonces, desde hace cerca de diez años, no deja de crecer la venta de vinilos?
Desde algunas disciplinas académicas, como la sociología, o los estudios sobre músicas populares, se están investigando estas cuestiones, tratando de averiguar por qué el vinilo es el único formato físico de la historia que ha sido capaz de revertir su caída en ventas. Veamos qué explicaciones son las que se están proporcionando.
Objetos, emociones y rituales
Algunos estudios nos explican que los aficionados a la música estamos unidos a los discos a través de sentimientos y emociones. No son simples objetos, cosas sin vida, si no que la música, las portadas, las canciones que contienen, están ligadas a nuestra memoria, a nuestra identidad. A veces escuchar un disco es como mirar un álbum de fotos. Cada canción está conectada con una época de nuestra vida, a personas concretas.
La vuelta de vinilo podría ser englobada en eso que genéricamente se ha llamado “retromanía”, un rasgo de la cultura contemporánea que nos hace valorar excesivamente nuestro pasado, haciendo que nuestro consumo cultural, sobre todo en música, sea nostálgico.
Pero algunos autores sostienen que el revival del vinilo está influido por las características físicas del objeto más que por cuestiones nostálgicas, que hacen que muchos consumidores jóvenes descubran los rituales que rodean a este formato: desde el proceso de escarbar en las cubetas y encontrar joyas ocultas, al proceso de apertura, observación y audición del objeto.
A veces hemos interpretado mal que la música que escuchamos ya no esté en soportes físicos, que la consumamos en streaming y en MP3.
Algunos autores explican que el aumento del consumo de los formatos digitales, de la digitalización de la música, no implica que la música deje de ser un objeto. Es decir, que a pesar de que el consumo de música digital haya superado a los formatos materiales, eso no supone que la música no siga precisando de objetos físicos para su reproducción, como tabletas, móviles, ordenadores y reproductores de MP3/MP4. Los objetos siguen muy presentes en nuestro consumo de música.
Vinilo y autenticidad
Cuando escuchamos a alguien defender el formato vinilo frente a otros formatos, a veces da la sensación de que el vinilo es entendido como algo auténtico, real, creíble, cálido, mientras que el MP3 o el CD son formatos engañosos, fríos, distantes…
Por ejemplo hay aficionados que entienden que el vinilo fue apartado del mainstream, de las grandes ventas, por el CD, y quedó como un formato alternativo, más selecto, menos comercial.
Otras investigaciones apuntan a que lo que otorga un aura de autenticidad al vinilo son sus imperfecciones, su sonido rugoso, los arañazos en la superficie de los vinilos antiguos, los rastros de vida e historia insertos en ellos. Sus imperfecciones son las que le otorgan esa autenticidad, frente a la fría perfección del CD.
De alguna manera estas afirmaciones llevan a pensar que los aficionados al vinilo humanizan este objeto. Los compradores de vinilo tienen la sensación de que este objeto se caracteriza por cuestiones como la falibilidad, la mortalidad, o por ser un objeto cálido. Las imperfecciones de este objeto, su sonido, sus portadas… todo ello hace que los aficionados lo humanicen y lo vean como un objeto más próximo y cercano, más real, que otras tecnologías.
El vinilo como pieza de arte
Diversos autores coinciden en apuntar la importancia del “arte” –portada, fotos interiores, libreto– en el vinilo, como un extra que aporta elementos visuales a la escucha, así como elementos interactivos.
A nivel histórico no hay que olvidar que fue en los años sesenta cuando las bandas de pop-rock comenzaron a prestar atención a las portadas de los discos, a entenderlas como parte del concepto de álbum. Desde entonces las portadas se han convertido en un elemento clave para entender los vinilos como piezas artísticas. En ese sentido es muy significativo prestar atención a las ventas de vinilos. Aunque no hay muchos datos oficiales, algunos artículos de prensa apuntan a que los discos de vinilo que más se venden son aquellos que forman parte de lo que podríamos llamar el canon del pop-rock: Beatles, Pink Floyd, Michael Jackson, Prince…
¿Y por qué son estos vinilos los que más se venden? Probablemente porque la idea del vinilo y de su diseño como pieza artística está muy ligada a los años sesenta y setenta, a la década en la que se afianza ese canon del rock. El formato LP está conectado históricamente con el concepto de álbum en el rock desde esos años.
El concepto de álbum implicaba que el pop-rock era una música seria, con poso artístico, a la altura del cine y la literatura y que el formato de single no tenía entidad suficiente para contener la profundidad del mensaje que se explicaba a través del formato álbum. Así, es en esas décadas cuando las bandas de rock comenzaron a utilizar las dos caras de los vinilos y a servirse de esa metáfora para componer álbumes con dos partes diferenciadas.
Por tanto, existe una conexión histórica entre el formato vinilo y los álbumes clásicos del rock. Cualquier disco de Beatles, Rolling Stones, Dylan, Hendrix, Who, Kinks… tiene más valor y entidad en formato vinilo que en otros formatos.
Vinilo y nostalgia
Ya hemos hablado de la idea de “retromanía”, un rasgo de la cultura musical contemporánea, absolutamente dependiente de las obras musicales del pasado, sobre todo en el terreno del pop-rock, en el que se vive en un revival continuo de géneros y escenas pretéritas, proceso a su vez acelerado por las nuevas tecnologías.
En el caso del vinilo, podríamos aplicar esta idea a través del concepto de “tecnostalgia”, entendida como los sentimientos agridulces que aparecen al utilizar medios tecnológicos que formaron parte de la socialización de una persona y que estarían en clara obsolescencia en la sociedad actual. La “tecnostalgia” sería un elemento claramente generacional ya que miembros de una misma generación compartirían esos elementos tecnológicos de socialización.
Para las generaciones más jóvenes el vinilo no puede formar parte de un proceso nostálgico ya que estos jóvenes apenas han utilizado ese formato. Por tanto, podemos pensar que, si bien puede existir un consumo de vinilo “tecnostálgico”, habría que distinguirlo de otro tipo de consumo que en este caso sería más bien “aurático”, es decir, basado en una idealización o mitificación de un formato que no ha sido parte del repertorio cotidiano de formatos auditivos utilizados por esa generación.
En resumen, como vemos, las investigaciones académicas sobre el vinilo avanzan y proponen una serie de conceptos e ideas para explicar el retorno de este formato.
Pero sigue habiendo cuestiones sobre las que no se ha respondido claramente, o sobre las que no se ha estudiado. Por ejemplo, sabemos poco sobre quiénes compran vinilos, sobre todo dentro de las generaciones más jóvenes. Además, la mayor parte de los trabajos realizados se han centrado en el caso de Estados Unidos e Inglaterra, con pequeñas aportaciones desde Suecia y Portugal.
Sería de gran ayuda que futuros trabajos analizasen el mundo del vinilo en otros contextos, especialmente en aquellos como los del sur de Europa en los que las crisis económica y de la industria discográfica han sido muy duras.
A su vez, abrirse a nuevos contextos implicaría abrirse a otros géneros, como pueden ser el fado o el flamenco, las hibridaciones del pop-rock con músicas autóctonas o las escenas locales de Electronic Dance Music o rap. Eso permitiría ampliar nuestro conocimiento sobre las relaciones entre géneros y vinilo y plantear si ese revival es propio del pop-rock, o también está presente en otras escenas y géneros.
Por último, conviene plantear la necesidad de obtener datos fiables en cuanto a las ventas de vinilo en cada país. A pesar de la dificultad que eso conllevaría, arrojaría mucha luz sobre estos trabajos obtener cifras concretas en torno a estas cuestiones.
La versión original de este artículo fue publicada en la Revista Telos, de Fundación Telefónica.