Rozalén o lo "bonico" de cantar lo que duele
Uno de los momentos más emocionantes de la noche llegó cuando, junto a la madre que la parió, cantó ‘Ay pena, penita, pena’
El desamor duele, las injusticias duelen, el machismo duele, la intolerancia duele, pero quizá todo pese un poquito menos si alguien como Rozalén se sube a un escenario y, delante de 12.000 personas, canta tan «bonico» a la vida. Porque al final, como escribía Benedetti, se trata de eso, de no quedarse parado al borde del camino.
Camino, impecable, el que viene labrando la de Albacete desde hace casi una década, cuando apenas lograba reunir a un puñado de personas en el mítico Libertad 8 o en la Sala Galileo. Lo que ocurrió el viernes en el WiZink Center de Madrid, donde presentó su aclamado Cuando el río suena…, tardarán unos y otros en olvidarlo. Una excelsa María Rozalén se consagraba, una vez más, en su concierto más multitudinario, como una de las máximas cantautoras de nuestro país. Porque cuando uno canta con sinceridad y honestidad, sin imposturas ni mordidas de lengua, pasan cosas como las de ayer. «Cuando contamos las cosas se normalizan. Es lo más importante que he aprendido con este último trabajo. Las cosas hay que hablarlas, es la única manera de sentir y aprender», se sincera la artista con el desparpajo que la caracteriza.
Y es que ha quedado claro que la de Letur lo casca todo. Así lo afirma ella misma y así comenzaba el concierto. Ataviada con un sombrero vaquero, al estilo cowboy, Rozalén –acompañada de su inseparable Beatriz Romero, quien traduce las letras de sus canciones al lenguaje de signos– volvió a desgranar la historia de ‘Justo’, su tío abuelo asesinado en la guerra y desaparecido durante 80 años en una fosa común, y cuyos restos pudo encontrar gracias a esta canción. «Duele mucho cuando hablan de esas personas como huesos que le tirarías a un perro. Me han metido mucha caña con el tema y no comprendo cómo no se pueden alegrar de que hayamos encontrado a un desaparecido», reivindica, visiblemente emocionada.
De esta forma, a lo largo del concierto donde cantó casi una treintena de joyitas, Rozalén presentó la mayoría de las canciones que forman parte de su último álbum –disco de platino y número uno en ventas- como ‘El hijo de la abuela’ o ‘Amor prohibido’, en la que cuenta la historia de amor de sus padres. Y, junto a la madre que la parió, llegó uno de los momentos más emocionantes de la noche, poniendo el WiZink Center ‘patas arriba’ cuando esta subió al escenario para juntas interpretar ‘Ay pena, penita, pena’.
Las sorpresas llevaban por nombre David Otero y Mr. Kilombo, con quienes interpretó ‘Baile’ y ‘Sinmigo’, respectivamente.
Y como broche final, como no podía ser de otra forma, ‘La Puerta Violeta’ y ‘Girasoles’. La primera una composición en homenaje a «todas las mujeres que no pudieron pintar esa puerta violeta». Y aquí el alegato feminista que siempre acompaña a la artista siempre cargada de mensajes sociales; la otra, una canción cuyo fin es recordar que “el mundo está lleno de buenas personas”.
Sin duda, una noche muy «bonica» en la que, durante casi tres horas, 12.000 personas abrazaron cómplices a la artista consagrada ya como una de las máximas cantautoras de nuestro país.