‘La zapatera prodigiosa’ que hace un siglo propuso el matrimonio igualitario, fue escritora, política... e inspiró a Lorca
Viviendas de protección oficial, supresión de fronteras, moneda única, matrimonio homosexual… Todo esto lo propuso Agustina González hace un siglo.
La Editorial Ménades recupera a otra mujer sepultada por la Historia: Agustina González, escritora, ensayista y política granadina que a comienzos del siglo XX propuso abolir las fronteras, crear una moneda única, legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo y, por supuesto, defendió la igualdad entre hombres y mujeres.
Agustina González (Granada, 1891 – Víznar, 1936) fue una escritora, ensayista y política realmente adelantada a su tiempo. Hace casi un siglo propuso crear un sistema de vivienda pública, abolir las fronteras, acuñar una moneda única, crear un sistema de educación universal y gratuito o legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo. Su determinación por hacer y decir todo lo que estaba prohibido a su sexo llevó a sus vecinos a tacharla de loca. Para entrar y salir libremente de su casa vestía como un hombre con la ropa de sus hermanos. Y escribía. Editaba, imprimía y encuadernaba sus propios manuscritos, que colgaba en el escaparate de la zapatería familiar para venderlos. Amiga de Federico García Lorca, inspiró al poeta su obra de teatro La zapatera prodigiosa. Y compartió con él su desgraciado destino: fue fusilada por las tropas franquistas “por lesbiana y por puta”. Su recuerdo fue sepultado por los golpistas, quedando olvidada tanto su obra como su avanzado pensamiento. Hasta ahora.
Dentro de la línea Olvidadas, que recupera a escritoras no publicadas o traducidas antes al español, Ménades Editorial acaba de lanzar Clemencia a las estrellas, un libro que incluye sus tres principales escritos: Justificación, Las leyes secretas e Idearium Futurismo. “Las mujeres no han formado parte de la nómina de genios de todas las épocas porque se las ha ninguneado y si alguna ha destacado ha sido por su relación con hombres de su entorno”, reconoce Gema Nieto, editora y prologuista de la obra, sobre las referencias al poeta andaluz. “Es dramático, pero si la manera que tenemos de sacar a estas mujeres del olvido es relacionarlas en un primer momento con un autor conocido, en este caso Lorca, y luego posicionarlas en el sitio que se merecen, pues bienvenido sea”. Porque la fascinante vida de González y el valor de sus avanzadas reflexiones son indiscutibles.
Nacida en la ciudad de La Alhambra el 4 de abril de 1891, Agustina fue una lectora voraz desde niña, destacando su interés por el mundo que la rodeaba, la astronomía y la ciencia. Quizá temiendo que se convirtiera en una intelectual, su familia decidió en cónclave si debían dejar que leyera cuanto deseaba, sometiéndola a una estricta vigilancia que causó en ella periodos de ansiedad y nerviosismo. “Lo que me gusta de esa anécdota es que esas circunstancias adversas la inspiraron para escribir posteriormente su biografía y poner en orden sus ideas”, cuenta Nieto sobre Justificación (1927), el primer ensayo del libro.
Por desafiar los roles de género la tacharon de loca
A pesar de las restricciones, González siguió leyendo y escapaba de esta cárcel vistiendo las ropas de hombre de sus hermanos, que le permitían caminar libre por las calles. Las consecuencias al ser descubierta no se hicieron esperar: junto con el diagnóstico de histeria llegaron las primeras críticas generalizadas por salirse de las normas prestablecidas para las mujeres. “Lo que más llama la atención es que Agustina escribe sus obras en la década de los años 20, pero tienen una vigencia absolutamente pasmosa. Cada vez que decidía hacer uso de su libertad tenía que soportar los insultos, las burlas, el acoso. Y evidentemente todas hemos vivido algún episodio desagradable en la calle”, apunta Nieto en referencia a los episodios de acoso callejero que González denuncia y que bien podrían hacer sido escritos en el siglo XXI.
“El problema no está en que una mujer salga a la calle, vista de determinada manera o haga según qué cosa. El problema está en quien se cree con derecho a acosarla o decirle cualquier cosa. Ese foco se cambia con sensibilización y educación, enseñando a los niños y a las niñas desde muy pequeños que somos iguales y que podemos hacer cualquier cosa sin miedo a las consecuencias”, sentencia Nieto, también escritora, saltando al presente.
En este sentido, es evidente que la situación de la mujer en España ha mejorado en el último un siglo, pero todavía existen injusticias que es necesario denunciar y combatir. “Ya no se nos castiga internándonos o prohibiéndonos leer, pero yo creo que sigue vigente esa desacreditación constante, no solo de los testimonios de las mujeres sino de sus acciones o sus habilidades. Incluso el negacionismo frente a nuestras denuncias, el insulto o llamarnos locas, histéricas o exageradas. Que también se lo llamaban a Agustina. En eso no hemos cambiado nada”, afirma la editora. “La igualdad es un tanto ficticia y todavía hay que llenarla de mucho significado, empezando por la cuota femenina no solo de cánones, que es de lo que nos preocupamos en Ménades, sino de los programas escolares, los libros de texto, las academias, los puestos directivos, los premios, los jurados, las antologías, las colecciones… los porcentajes de mujeres son irrisorios y a esas cifras nos tenemos que agarrar frente a los negacionismos y las argumentaciones que insisten en que esto está superado”, concluye.
El pensamiento político de González
Como una mujer libre, González desafió a cada paso los roles de género, preguntándose a sí misma cómo condicionan nuestros comportamientos, expectativas y deseos. El feminismo también es una bandera que enarboló, pero, como Nieto explica, su definición está condiciona por el momento. “Decía que era feminista moderada y que no por eso había descuidado su higiene, ni su aspecto, lo que recuerda al prejuicio que todavía hoy arrastramos de que las feministas son feas o que no se cuidan. Pero más allá de esa aclaración, impresiona mucho la defensa que hace del feminismo en esa época porque lo consideraba uno de los puntales para construir un mundo mejor: para ella la igualdad entre hombres y mujeres era necesaria para construir una sociedad mucho más justa y decía que los hombres serían los primeros beneficiados de ese feminismo”, cuenta Nieto.
La vocación política de González cristalizó en la fundación del Partido Entero Humanista para las elecciones de 1933, en las que también se presentó María Lejárraga por la circunscripción de Granada. En su bandera blanca ondeaban dos palabras bordadas, alimento y paz, y entre sus objetivos se encontraba la eliminación de las fronteras, la creación de una moneda universal y el Palacio de Todos para dar alojamiento a los pobres y desposeídos – o como se apuntaba al inicio, viviendas de protección oficial–, y erradicar el hambre en el mundo. “Su socialismo no deja de ser muy utópico e idealista, pero muchas de sus propuestas se han impuesto”, dice Nieto sobre la retahíla mencionada, los economatos o los huertos urbanos de los que hablaba. “Ella consideraba que el pensamiento político debía tender a un socialismo entendido como poner el interés común por encima de los intereses individuales, y hoy los políticos y todos nosotros también deberíamos aspirar a eso”, añade. Y pasa a hablar de su idea más revolucionaria: legalizar los matrimonios entre personas del mismo sexo.
Genitalidad, orientación e identidad sexual
Como explica González en la segunda parte del libro, Las leyes secretas (1928), los espíritus son los que se enamoran, no los cuerpos. “Según ella el sexo estaba contenido en la materia, en el cuerpo, no en el espíritu, que carecía de sexo. Y atendiendo a esta teoría un espíritu se puede enamorar de otro independientemente de su sexo”, desgrana Nieto. De hecho, su pensamiento, en opinión de la editora, podría ir más lejos: “Yo creo que de ahí se puede inferir la destrucción del binarismo tal y como lo entendemos. Agustina distingue mucho entre el sentir y lo físico. Tú te puedes sentir hombre o mujer y que tu cuerpo se corresponda por genitalidad o por biología con el de un hombre o una mujer. Ella lo tenía muy bien estructurado en su cabeza un siglo antes de que empezáramos a pensar estos debates. Fue una pionera en pensar en la transexualidad y que el sexo de una persona no se tiene por qué corresponder con su genitalidad, que su orientación, su condición y su identidad son cosas completamente distintas”, señala.
Esta compilación finaliza con Idearium Futurista (1916), ensayo donde aboga por la reducción y simplificación del español. En palabras de González: “El sistema futurista de eskribir resuelbe las difucultades ortográfikas por lo mismo ke simplifika la ortografía. Este libro ba todo esckrito en futurismo”. Muchos, además, quieren ver aquí la forma en que décadas después se escribirían los mensajes de texto. Comparaciones aparte, Nieto explica los objetivos de Agustina del siguiente modo: “Parece un texto frívolo y lúdico, pero le mueve un propósito muy noble que es educar a la población, que era una de sus obsesiones”. Y continúa diciendo: “Ella estaba muy preocupada porque los ciudadanos fueran plenamente conscientes de lo que votaban y de lo que ocurría en la vida política, y para lograrlo había que educarles y enseñarles a leer. Esto va muy en consonancia con las preocupaciones por la educación de la II República y ella siguió sus principios hasta sus últimas consecuencias”.
Tras el golpe de Estado de 1936, González fue primero encarcelada y después trasladada al pueblo de Víznar y fusilada allí, igual que Lorca, junto a otras dos mujeres. Se desconoce la fecha exacta de la ejecución y el destino de sus restos. Dicen que cuando el pelotón de fusilamiento franquista recomendó a los condenados encomendarse a Dios, Agustina pidió clemencia a las estrellas. “Su desgracia fue nacer y ser coetánea del fascismo que la asesinó porque a día de hoy estoy segura de que Agustina sería una gran activista en redes u otros medios y discutiría sobre los mismos temas que discutimos hoy porque muchas de sus ideas están vigentes”, asegura Nieto. Con todo, es difícil hacer justicia a una mente tan brillante en unas pocas líneas, de modo que la mejor forma de descubrirla es leyéndola.