Woodstock, un festival sencillamente irrepetible
Woodstock, tres jornadas de paz, amor y música en las que pasó de todo… incluso se dice que hubo un nacimiento y alguna que otra muerte.
«No fue ninguna jodida revolución: fueron tres días en los que todos se comportaron decentemente los unos con los otros porque se dieron cuenta de que si no lo hacían, todos iban a pasar hambre». Así recuerda la cantante Joan Baez, que acaba de retirarse de los escenarios, el ya mítico festival de Woodstock que tuvo lugar hace ahora 50 años. Fueron tres días de música y paz que marcaron a toda una generación y definieron el modelo de evento musical tan en boga en la actualidad. El libro Woodstock Live, escrito por Julien Bitoun, con prólogo de Michael Lang (organizador del evento) y editado por Libros Cúpula, recuerda hora a hora, cantante a cantante aquellas tres jornadas en las que se dice que hubo un nacimiento y alguna que otra muerte.
Era 1969 y el contexto político y social en Estados Unidos estaba marcado por dos aspectos importantes: por un lado la guerra de Vietnam contra la que se manifestaba a una gran parte de la población y, por el otro, el asesinato de Sharon Tate, entonces esposa del cineasta Roman Polanski, a manos de Charles Manson. Aquel año también marcó otro hito en la historia americana: el 20 de julio la expedición Apollo 11 con Neil Armstrong y Edwin Aldrin a bordo, aterrizaba en la Luna. Estados Unidos ganaba, así, la batalla a la URSS.
Este era el telón de fondo en el que se celebró aquella reunión hippie que abanderaba la paz frente al horror y el absurdo de la presencia de las tropas americanas en Vietnam. El festival, que se celebró del 15 al 18 de agosto vio desfilar por sus escenarios a estrellas como The Who, Janis Joplin, The Jefferson Airplane, Joan Baez, Jimi Hendrix o Richie Havens, encargado de marcar el inicio de algo que pasaría a convertirse en el gran festival de la historia. Claro que también hubo grandes ausentes como Bob Dylan, Led Zeppelin, Jeff Beck, The Beatles, The Rolling Stones, Joni Mitchel, the Doors, Frank Zappa o Jethro Tull.
Pero ¿cómo se gestó tremendo hito? Pues bien, John Roberts, heredero de un imperio farmacéutico, y Joel Rosenman, un joven que rechazó varios contratos artísticos, publicaron en el periódico un anuncio en el que decían que buscaban proyectos interesantes que financiar. Como era de esperar recibieron un millar de propuestas y entre ellas les llamó la atención la de Michael Lang y Artie Kornfeld: el festival de Woodstock.
“Cuando emprendimos nuestro viaje a Woodstock, mi mayor preocupación era que mensaje y música se apoyaran mutuamente. Tres días de paz y música fue una forma de invitar a la contracultura de finales de la década de 1960 a reencontrarse en torno a la celebración de nuestros ideales, nuestra música y nuestro arte”, escribe Michael Lang. El mensaje que se quería enviar era alto y claro: la oposición a la guerra y la lucha por la igualdad y las libertades personales. La música se convirtió en el altavoz ideal y la explotación lechera de Max Yasgur, donde tuvo lugar, en el escenario que le dio cobijo.
Las entradas costaban 7 dólares por jornada y estaba previsto que asistieran 50.000 personas. La decisión del lugar del festival se tomó tan tarde que se decidió terminar de montar el escenario antes que delimitar el perímetro y vallarlo. Esta fue la razón por la que no pudieron detener la avalancha de espectadores que acudieron y los 30 kilómetros de colapso terminaron convirtiendo el festival en gratuito y la afluencia creció hasta los 500.000 asistentes.
“Medio millón de jóvenes pueden pasar tres días juntos y disfrutando de la música. ¡Nada más que divirtiéndose y disfrutando de la música! ¡Qué Dios os bendiga por eso!”, dijo Max Yasgur, cuyo terreno situado en una hondonada dispuso un recinto ideal para que el escenario se pudiera ver desde lejos.
En un principio Sweetwater era quien iba a poner en marcha la gran fiesta pero a las 17.00, hora prevista para que saltaran al escenario, la banda se encontraba en un atasco que le impidió llegar a su hora. De modo que se le pidió a Richie Havens que hiciera de maestro de ceremonias y el cantante, cuyo folk aún no había llegado al público general, sentado en una silla aprovechó un momento que se convirtió en su gran bautismo de masas. Su concierto, que inicialmente iba a tener una duración de 40 minutos, se tuvo que alargar. El músico interpretó todo su repertorio, versionó Freedom y, “así, el festival empieza con uno de los mejores ejemplos de composición espontánea”, describe Bitoun.
Durante aquella jornada actuaron Sri Swami Satchi Dananda, Tim Hardin, Melanie o Joan Baez, cuya actuación cerró a las 2 de la madrugada la primera intensa jornada con la canción We Shall Overcome, un himno de la lucha por los derechos civiles. “Joan anuncia cada frase antes de cantarla para animar al público a corearla con ella”, asegura Bitoun. Poco pudieron dormir durante aquella noche ya que el primer concierto del sábado fue a las 12.15 y fue a cargo del desconocido rock progresivo de Quill. Lo hicieron bajo una torrencial tormenta y con varios anuncios por parte de la organización en torno al acceso a la comida, la limpieza y la calidad de las drogas que circulaban por el festival. “Han dicho que circula un ácido envenenado, pero no es verdad, solo es de baja calidad. Si os apetece experimentar, tomad solo media pastilla”. Anuncios que hoy en día, por supuesto, no tendrían cabida en un festival.
La música continuó hasta las 8 de la mañana del domingo con las actuaciones de Country Joe McDonald, Santana, Canned Heat o Grateful Dead, que con sus 95 minutos de actuación marcó el inicio de la gran noche. A las dos de la mañana saltaba al escenario Janis Joplin para ofrecer un espectáculo de una hora. A pesar de que no se sabe con seguridad a qué hora estaba prevista su actuación sí se conoce que se fue retrasando. “Cansada de esperar el momento de subir al escenario, el único lugar donde realmente puede ser ella misma y sentirse segura, recurre al alcohol y a la heroína en una mezcla destructiva. Cuando se presenta ante el público, Janis ha tenido tiempo de ponerse en trance, cosa que se ve en su actitud escénica y se escucha en la manera en que su voz se enronquece rápidamente”. De hecho, la adicción de Joplin acabó con la muerte de la cantante en 1970, tan solo un año después de Woodstock.
A las cinco de la mañana del domingo se hicieron con el escenario The Who, cuya obra maestra Tommy había sido publicada tan solo unos meses antes. Fue la banda más importante del festival dado que ni los Beatles, ni los Rolling, ni los Kinks acudieron a la cita. Jefferson Airplane dio los buenos días a los asistentes con un concierto a las 8 de la mañana del domingo y “desde las primeras notas la cohesión es palpable, la energía común y se nota que el grupo está acostumbrado a tocar en condiciones técnicas comparables a las que se encuentran”, describe el autor del libro. Sin duda, una manera inmejorable para empezar la última jornada en la que también actuaron Joe Cocker, Ten Years After, Johnny Winter, Crosby Stills Nash & Young, Sha na na o Jimi Hendrix, que con 130 minutos sobre el escenario marcó el final de un festival que ha pasado a la historia. Su recital acabó con la canción Hey Joe en la que se pregunta “¿Y ahora adónde escaparás, adónde irás?”. El año siguiente Hendrix estuvo buscando un nuevo rumbo y este se vio truncado por su muerte en septiembre de 1970.
Han pasado 50 años y la conmemoración que se iba a celebrar entre el 16 y el 18 de agosto con artistas como Jay-Z o Miley Cyrus fue cancelada hace escasos días. La organización anunció que la decisión se había tomado por “una serie de reveses imprevistos”. Sin embargo, Woodstock continúa “comprometido con el cambio social. Mis pensamientos se dirigen a Bethel y su celebración del 50 aniversario para reforzar valores como compasión, la dignidad y la belleza de nuestras diferencias abrazadas por Woodstock”, escribía su director Gregg Peck.
El festival no solo iba a ser un homenaje sino que planeaba un concierto para crear conciencia y financiación para prevenir el cambio climático. Peck continúa: “Los valores de paz y tolerancia de Woodstock son hoy más importantes que nunca y miramos hacia el futuro buscando formas de honrar y celebrar estos ideales”. ¿Será que aquellos tres días son realmente irrepetibles?