Damien Echols: «Solo hay una fuente de sabiduría: el dolor»
Damien Echols, uno de los Tres de West Memphis, cuenta en su autobiografía ‘Vida después de la muerte ‘ las brutalidades que padeció
En el año 1993, Bill Clinton se convirtió en presidente de los Estados Unidos; Michael Jackson fue acusado de abusos sexuales y, sí, siguiendo la lista de grandes tragedias y épicas victorias de la historia norteamericana hasta llegar a la “W”, también fue el año de Los tres de West Memphis. Si llegó la noticia a España, lo hizo de pasada. Teníamos nuestro propio “coco”, los crímenes de Alcàsser, y si algo había en común fueron la atronadora (no siempre ética) cobertura mediática y que a día de hoy siguen sin estar resueltos. Pero hubo chivos. Siempre los hay. Los chivos son la pomada del Sistema.
A Damien Echols se le recuerda por los documentales Paraíso perdido, algunos de ellos dirigidos por primeras espadas como el director Peter Jackson. Cuando tenía 18 años fue acusado junto a dos amigos, Jason Baldwin y Jessie Misskelley Jr., de haber asesinado a tres niños de ocho años en la ciudad de West Memphis, Arkansas, una de las hebillas del bíblico cinturón. ¿Evidencias? Escuchar música metal, leer libros “raros”, pintarse las uñas de negro (“eso es lo que hacen los satánicos”, afirmaba un supuesto experto en religiones durante el juicio). Pasó dos décadas en el corredor de la muerte, defendiendo su inocencia; los dos primeros años fueron un infierno, los siguientes encontró la manera de sentirse más libre de lo que alguna vez nos sentiremos tú o yo. La magia, asegura Echols, salvó su vida.
“Siempre han existido villanos; en la década de los 50’ eran los comunistas; en los 90’, los satánicos, y ahora son los terroristas” –Damien Echols.
“Empecé a practicar el sistema de la Aurora Dorada –una organización esotérica nacida en Londres que había tenido entre sus integrantes a personalidades como Yeats-. Iba añadiendo modificaciones personales a través de la prueba y el error. Llegué a meditar hasta cinco horas diarias, aprendí ejercicios de respiración y visualizaciones que me conducían a mi centro. La prisión, aunque no lo creas, me permitió un grado de concentración como pocos pueden lograrlo en el mundo exterior. Convertí mi celda en un monasterio”, cuenta el escritor, que ahora está inmerso en la promoción de su nuevo libro High Magick, un manual de magia para la vida que incluye reflexiones y rituales que puso en práctica en los años en que cada día podía ser el último –“en prisión el tiempo no existe, se crea”, dice. Y también: “Solo hay una fuente verdadera de sabiduría: el dolor”-. Había tomado refugio y sido ordenado monje budista, leyó un Curso de Milagros, leyó cuanto pudo. Pero la espiritualidad, que tiene mucho que ver con el amor, solo se puede alcanzar mediante la experiencia directa. “Todo el mundo está haciendo magia todo el tiempo; basta con trabajo, disciplina y dedicación. Y los gobiernos y corporaciones hacen su magia también, en el pasado gente como Hitler la empleó para hacer daño y ahora la vemos en talismanes como los arcos dorados de McDonald’s”, resume.
Grietas en el sistema judicial
En Estados Unidos hay 2.500 personas condenadas a la Pena Capital y algunos de ellos llevan casi medio siglo esperando que los ejecuten. Durante los últimos 16 años existió una moratoria sobre la pena de muerte a nivel federal, pero tras las masacres de El Paso y Daytona, la moratoria se anuló; las ejecuciones serán rápidas, sin demoras. “Decisivas”, declaró el Presidente Trump. No obstante, uno de cada veinticinco condenados a muerte en el país resulta ser inocente, según una investigación dirigida por el profesor de Derecho de la Universidad de Michigan Samuel R. Gross. “En el centro de todo está la política y el capital. Jueces y fiscales hacen carrera acumulando condenas. El sistema de prisiones ahora es un complejo industrial y perder ese flujo de ingresos serían devastador para algunas personas”, afirma Echols, que salió de prisión en 2011 después de que la Justicia se sacase de la manga un ardid legal para no reconocer que se habían equivocado: Los tres condenados tuvieron que admitir públicamente su culpabilidad aun siendo inocente.
“El estado de Arkansas no tiene ningún interés en resolver el caso, por eso sigue abierto” –Damien Echols
“Los políticos que tenemos son resultado de nuestro pensamiento inconsciente. Vivimos en una cultura de miedo y desesperación que busca villanos; en los años 50s eran los comunistas; en los 90s, los satánicos; ahora son los terroristas”, afirma y añade que si no hubiese sido por el impacto mediático de los documentales Paraíso Perdido hubiese muerto en prisión: “Si no hubiera sido por los medios me habrían olvidado como a otros”. Su mensaje llegó a millones de personas que hicieron la causa de Los Tres de Memphis la suya, incluyendo a grandes personalidades como Johnny Depp, Eddie Vedder y Marilyn Manson. La canción Nothing Else Matters de Metallica se convirtió en la melodía insignia de su lucha por la libertad y contra la caza de chivos. Pero el mayor apoyo de todos lo tuvo de su esposa, Lorri Davis, con quien contrajo matrimonio en 1996 mientras estaba preso en una celda de aislamiento. “El tiempo más duro fue el que viví antes de que mi mujer llegase a mi vida y cuando no tenía ningún apoyo ni esperanza. Pasé los dos primeros años de condena con rabia y miedo, estaba el infierno”, señala Echols, quien padeció síndrome de estrés postraumático tras salir en libertad –“la magia me ayudó a sanarme y todavía me ayuda a navegar en la vida”-.
Crítico con el formato true crime que arrasa en plataformas como Netflix, el ahora mago y escritor se niega a que su historia se convierta en un serial. No obstante, está agradecido a los medios. Los medios, dice, deben difundir la verdad. Incluso el padrastro de uno de los niños asesinados, Mark Byers, que tanto protagonismo tuvo en Paraíso perdido en virtud de sus sonadas y apocalípticas referencias a castigos divinos y pactos diabólicos obrados por los tres adolescentes, acudió el día de su puesta en libertad para asegurar que Echols, Baldwin y Miskelley eran completamente inocentes, y denunciar que el verdadero autor del asesinato de su hijastro siguiera en la calle. Pero, entonces, ¿quién fue el autor de los asesinatos? Si bien hay evidencias que apuntan al padrastro de uno de los niños, Terry Hobbs, como el principal sospechoso, Echols es poco amigo de la especulación: “El caso sigue abierto porque el estado de Arkansas no tiene ningún interés en resolverlo, eso es todo”, concluye.
Vida después de la muerte, la autobiografía donde recoge su niñez y adolescencia, su búsqueda espiritual y las brutalidades que padeció en prisión no es solo un exorcismo literario de primera, sino el testimonio de un sistema roto que responde con violencia a la violencia y un relato sobre cómo la voluntad puede alumbrar incluso el más negro agujero de nuestra sociedad.
¿Qué le dirías a las personas que sienten que no encajan, Damien?, le pregunto al final de nuestra charla. “No hay nada donde encajar –contesta–. Somos la misma cosa”.