Eider Rodríguez: “Es una pena que no se conozca más a los escritores en euskera”
«Las contradicciones son un espejo interesante donde ver lo que somos y lo que queremos ser o no.» Conversamos con Eider Rodríguez.
Si bien algunos de sus relatos ya habían sido traducidos al castellano —Caballo de Troya publicó su libro Un montón de gatos—, Eider Rodríguez ha sido un descubrimiento para muchos de nosotros que no habíamos leído a esta autora en euskera de amplia trayectoria y que ha sido galardonada por el Premio Euskadi de literatura por su libro de relatos Bihotz Handiegia y con el Premio Euskadi de literatura infantil y juvenil por el cómic Santa familia. Literatura Random House publica ahora Un corazón demasiado grande, volumen que recoge el último libro de relatos de la escritora, así como otros textos anteriores.
Tus relatos parecen construirse sobre la idea de límite o de frontera que se materializa en la ciudad de Hendaya, escenario de muchos de tus cuentos.
La idea de frontera y los límites como imagen tienen mucha importancia en todo el libro, aunque especialmente en la primera parte, en los relatos reunidos bajo el título de Un corazón demasiado grande. En estos relatos encontramos, por un lado, la frontera física remarcada por Hendaya, que es una ciudad costera y fronteriza y, por el otro lado, la alusión a este corazón demasiado grande que apela a una gran bondad y generosidad, pero también a una enfermad. El tener un corazón demasiado grande significa, en efecto, tener una cardiopatía. A parte de estos, hay otros límites en los relatos; de hecho, una frontera que yo tenía muy presente a la hora de escribir y sobre la que me interesaba indagar era la frontera entre lo emocional y lo racional y, por tanto, entre el cuerpo y la cabeza.
¿La frontera es un lugar desde donde escribir?
Sí, me parece un lugar interesante para hablar de las contradicciones y, sobre todo, para observar qué hay detrás de ellas. Personalmente, no creo que haya que tener miedo a las contradicciones, pero tampoco creo que tengamos que hacer apología de ellas, porque creo que pueden ser muy paralizadoras. Las contradicciones son un espejo interesante donde ver lo que somos y lo que queremos ser o no queremos ser. Si bien, como te decía, son un buen lugar desde donde escribir, no creo que tengamos que utilizar las contradicciones como algo paralizador, pues pueden llegar a serlo.
¿Tu interés por el límite tiene que ver también con una concepción del cuento como género fronterizo, género que comparte espacios con otros géneros literarios?
No sabría qué decirte en cuanto a mi concepción del género. Más que hablar del relato como género fronterizo, te hablaría de la frontera entre lo real y lo fantástico. A mí me interesa mucho el realismo, pero también lo fantástico y ambos géneros me parecen muy adecuados para hablar de lo que nos está pasando hoy en día. Muchas veces nos empeñamos en poner límites, pero no solo a nivel literario, sino en todos los niveles. Nos empeñamos en distinguir, por ejemplo, entre el bien y el mal. Obviamente creo que existen el bien y el mal, pero también creo que dentro de una cosa buena pueden caber muchas cosas malas y dentro de algo malo cabe mucho de bueno. La realidad es muy compleja y como escritora lo que intento es captar una fracción lo más amplia posible de complejidad a través del relato, que para mí es el género más adecuado para ello.
Es interesante tu uso de los detalles como forma de aproximación a lo que narras.
Como lector, cuando te enfrentas a un texto, estableces un pacto con el autor y yo, cuando escribo, siempre soy muy consciente de ese pacto y de que mi texto va a ser leído por alguien. Por esto, intento, a través de los detalles, dar a conocer un personaje que yo tengo en mente y que se puede presentar a través de detalles que considero reveladores. Yo intento no trabajar nunca con estereotipos y los detalles son una buena manera para huir de ellos. Ten en cuenta que un relato no tiene la extensión de una novela para construir personajes, así que el detalle se vuelve muy importante a la hora de relatar algo general. Es decir, el detalle es una forma de concretizar.
En cuanto a esta búsqueda de la concreción, leía que evitas utilizar nombres universales para tus personajes.
Creo que ha habido una tendencia en la literatura vasca a poner a los personajes nombres universales y esto es algo que, efectivamente, intento no hacer. Lo mismo sucede con los lugares: me gusta describirlos para que se puedan anclar en una realidad física y, para ello, intento respetar su realidad, su atmósfera.
En una entrevista en la radio, comentabas que intentabas que tu literatura rehuyera y no sé si desmintiera los estereotipos que rodean a los vascos.
No diría que escribo para desmentir en cuanto no escribo como reacción a los estereotipos, pero soy consciente de que existen y no solo relacionados al tema vasco, sino a muchísimos otros temas. Yo tengo muy presente como escritora que no puedo caer en los estereotipos, nunca, independientemente del personaje que esté describiendo. Pero, repito, no se trata de escribir para desmentir, sino de la literatura que pretendo hacer.
Uno de los elementos que caracteriza tus relatos es el efecto de extrañeza que suscitan en el lector.
A la hora de escribir, para mí la extrañeza es un elemento fundamental. No es algo que busco, sino que está en la génesis de mis relatos. Esto no significa que cuando escribo lo haga con la voluntad de provocar extrañeza a los lectores, más bien significa que escribo siempre sobre cosas que me han inquietado. Yo soy una escritora que toma bastantes notas antes de escribir, muchas de ellas no me sirven, pero aquellas que sí me sirven son las que, a pesar del tiempo transcurrido, siguen despertando en mí interés, siguen inquietándome y, por tanto, encuentro que tras ellas se esconden historias que puedo desarrollar. Para mí, a la hora de utilizar las notas y no desecharlas, la clave es que estén vivas. ¿Qué significa que están vivas? Pues significa que me crean extrañeza, inquietud.
Y esta extrañeza, como sucede, por ejemplo, en el relato Gatos aparece en escenarios cotidianos.
Gatos es un relato que, como muchos otros míos, narra la cotidianidad de dos personas. Es la historia, de hecho, de dos personas normales, dos personas con vidas no espectaculares y, sin embargo, en esas vidas, en esa cotidianidad, hay una historia. En Gatos, en concreto, me interesaba observar la capacidad que tiene la gente de ocultar lo que les gustaría decir y que conlleva, en el caso de mis dos personajes, a que el deseo que existe entre ellos no se materialice. ¿Por qué? Por la falta de verbalización. En Gatos, los animales son el contrapunto a las personas: a pesar de no tener una lengua con la que comunicarse, llegan a lugares a los que nosotros no llegamos por pura cobardía.
Gatos, así como otros cuentos cuestionan la idea de cotidianidad. Dicho de otra manera: el efecto de extrañeza cuestiona el concepto de ordinario, la idea de normalidad.
¿Qué es lo cotidiano y qué es lo extraordinario? ¿Hay de verdad tanta diferencia entre una persona normal y corriente y una excéntrica? Personalmente, creo que no la hay. La diferencia puede ser estética, pero no más. A mí lo que me interesa es buscar la autenticidad de la gente. La gente es muy auténtica, a pesar de que se empeñe en demostrar lo contrario. Se dice que la felicidad está sobrevalorada, pero lo que realmente está sobrevalorado es la normalidad y, a mí, como escritora me gusta mirar más allá de la aparente naturalidad, donde encuentras mundos sobrenaturales y únicos.
Muchos de tus relatos están construidos a partir de lo que no se dice, a partir de vacíos.
Así como en música cumplen una función clave, también en literatura los silencios tienen una función muy importante. Yo los tengo siempre muy presentes a la hora de escribir, porque lo esencial en los personajes no es solo lo que dicen o hacen, sino lo que dejan de decir y de hacer. Como escritora, me interesa tanto o más lo que no dicen los personajes que lo que verbalizan, de ahí que en mis relatos se construyan muchas veces a partir de los silencios de los personajes. Cuando escribo, además, me gusta pensar que será el lector quien llene los vacíos que yo dejo y haciéndolo reescribirá el relato. De hecho, creo que los relatos no solo se escriben a través del escritor, sino también a través de los lectores, que, frente a estos vacíos, se encuentra ante la necesidad de rellenarlos, de responder al enigma que plantean.
Es decir, apelas a un lector activo.
Sí, claro, porque yo soy una lectora activa y como escritora aspiro a encontrar lectores participativos con los cuales entablar una conversación a través del texto.
Con la publicación de este volumen de relatos por Literatura Random House, eres una “novedad” en castellano, pero tu trayectoria como escritora es larga…
Bueno, es que hay un gran desconocimiento por parte de la literatura en castellano hacia la literatura vasca, desconocimiento que no es recíproco, en parte, porque nosotros conocemos el castellano y no necesitamos de traducción. Además, gracias a las traducciones, la literatura vasca conoce otras literaturas mucho más de cuanto la conocen a ella y es que se traduce muy poco del euskera y eso que, en mi opinión, se están haciendo cosas muy interesantes. Hay muy buenos libros, de todos los géneros, en euskera que merecían ser traducidos y no lo son.
Recientemente, Iban Zaldúa fue también “novedad” gracias a la publicación de sus relatos en castellano por Galaxia Gutenberg.
Iban tiene una trayectoria como cuentista inmensa, es un autor de grandes relatos. Creo que Iban tiene una manera especial de narrar, pero no es el único. Hay muchos autores en euskera que narran desde otro lugar, en parte, porque narran con otro idioma, desde otra tradición lingüística. El idioma te lleva a narrar de una manera y de otra, cada lengua implica una manera de narrar distinta y, por esto, es una pena que no se conozca más a los escritores en euskera.
Tu lengua familiar es el castellano y aprendiste el euskera en el colegio. ¿Cuán determinante fue la elección del euskera como lengua literaria a la hora de pensar la literatura que te interesaba hacer?
Bueno, cuando comencé a escribir, no tenía en mente ningún concepto de literatura ni pensaba en ninguna literatura en concreto. ¡No soy tan ordenada! Yo soy bilingüe, pero, en mi casa se habla el castellano y, como dices, aprendí el euskera en la escuela. Cuando empecé a escribir, surgió de manera espontánea el hacerlo en euskera, no me lo plantee. Eso sí, yo era consciente de que el escribir en euskera tenía sus cosas buenas y sus cosas malas. Por un lado, es una lengua a la que le falta una tradición, es decir, tiene una tradición de literatura contemporánea escasa, le faltan registros y no todas las palabras son conocidas por todos sus hablantes. No quiero decir con esto que al euskera le falte vocabulario, en absoluto. Lo que quiero decir es que falta que parte de su vocabulario sea conocido por los hablantes. Esto es un hándicap a la hora de escribir. Por otro lado, sin embargo, este hándicap era para mí un motor para escribir en cuanto el escribir en euskera era una manera de enriquecer el idioma, una forma de que el idioma se siguiera oxigenando. Hay mucha gente escribiendo, interpretando, cantando en euskera… De esta manera, entre todos, creamos la lengua, la vivimos y la hacemos vivir.
Si, como señalabas, la lengua determina en parte la manera en cómo se narran las cosas, ¿cómo ha sido traducir tus propios relatos?
En mi caso, la experiencia de la traducción ha sido maravillosa. Eso sí, tengo que decir que no he hecho yo sola la traducción de mis relatos, sino que ha habido otras dos personas que han participado. Por lo que a mí respecta, el auto traducirse ha sido un ejercicio muy natural: en la medida en que iba leyendo lo que había escrito, lo iba traduciendo al castellano. He pulido algunas cosas, pero no he modificado apenas nada. El momento de la traducción ha sido una de las escasas ocasiones en las que las dos lenguas han colaborado en mi interior por una causa común, algo que no suele suceder. Precisamente por esto ha sido tan gratificante auto traducirse. Por experiencia propia sé que la traducción es una tarea tan ardua que habría que poner un monumento a cada traductor y a cada traductora; la auto traducción, sin embargo, es otra cosa.
Por tanto, ¿no has reescrito mientras traducías?
Bueno, traducirse es una forma de reescribir lo ya escrito, pero he sido bastante literal. No me he alejado mucho del texto original, en parte porque no había pasado mucho tiempo desde la escritura de los relatos a su traducción.
Por último, en algunos de tus relatos el conflicto vasco aparece como escenario, como trasfondo, pero casi nunca es el centro de la trama.
Yo comienzo a escribir en un momento en que el conflicto estaba muy presente en la sociedad. En la primera presentación pública que hice de uno de mis libros de relatos, leí un poema del nicaragüense Ernesto Cardenal que dice: “Me contaron que estabas enamorada de otro/ y entonces me fui a mi cuarto / y escribí ese artículo contra el Gobierno / por el que estoy preso”. Yo hice lo contrario a Cardenal: en lugar de escribir sobre el tema político para hablar de un tema personal, hice de lo político el trasfondo de mis relatos, evocándolo en todo caso a través de relatos en torno a relaciones personales, sentimentales y familiares. No siempre, pero creo que en muchos de mis relatos hay un componente político y utilizo el término “político” en términos muy amplios. Piensa en el primer relato, ahí abordo el tema de los cuidados, que es un tema profundamente político. No hablo del conflicto, obviamente, pero abordo un tema político muy actual. La sociedad vasca ha sido, es y será muy compleja, no se puede reducir únicamente al conflicto vasco.