Neo Cab, al volante de nuestras emociones
Neo Cab nos pone al volante de un Uber futurista, en una distopía ciberpunk. ¿Cómo conseguiremos que el sistema no nos devore?
Marty McFly aterrizó en el futuro un 21 de octubre de 2015. Sin tener apenas tiempo para digerirlo, arrastrado por Doc al final de la mítica Regreso al Futuro, justo cuando acababa de retornar a su propio presente. Se encontró con un mundo de vestuarios estrambóticos, donde jugar a videojuegos “con las manos” era considerado algo para “recién nacidos”, y en el que Tiburón iba ya por su decimonovena entrega. Y, por supuesto, donde los vehículos voladores, el icono por excelencia de la especulación futurista, eran ya una realidad.
Nosotros hemos pasado ya de largo ese momento, por increíble que nos parezca a quienes recordamos haber disfrutado con la trilogía de Robert Zemeckis una y otra vez en nuestra infancia. Muchas de las situaciones que dejaron pasmado al pobre Marty nos resultan hoy un tanto ingenuas, como el “aterrador” holograma promocional de Tiburón 19. Pero lo que quizás esté más cercano a nuestra realidad sean las innovaciones en los medios de transporte. No, todavía no contamos con monopatines voladores (aunque lo hemos intentado), y desde luego estamos muy lejos de poder darnos paseos por el tiempo gracias a condensadores de fluzo; sin embargo, la inteligencia artificial se va colando cada vez más en nuestros vehículos, obligándonos a posicionarnos en debates incómodos. ¿Hasta qué punto es razonable ceder el control a los coches autónomos, y de qué modo se puede comprometer nuestra seguridad al hacerlo?
Más allá del todavía irresoluble dilema ético del tranvía, que se aplica directamente a esta nueva realidad, se encuentra otra no por secundaria menos relevante. ¿En qué lugar quedamos nosotros, seres humanos, si se invierten los papeles? ¿Cómo nos afectaría vernos despojados de esta posición de autoridad que otorga la conducción, para muchos identitaria, en favor de la máquina? Conducir tiene, en gran media, un valor simbólico: nos colocamos frente al volante y sentimos que tenemos el control absoluto de algo en nuestras vidas. Que podemos elegir por dónde vamos de manera plena y consciente, por una vez (dejando a un lado condicionantes externos, atascos, la tiranía del reloj).
Quizás esta sensación de empoderamiento sea lo que explique la popularidad de muchos videojuegos de conducción. Incluso algunos que parecerían improbables a ojos casuales; como los Euro Truck Simulator, que nos invitan a convertirnos en camioneros para recorrer autopistas reales de distintas partes del mundo. Desde una óptica bastante diferente, Neo Cab, también nos sitúa en el papel de una conductora que quiere ganarse la vida, en un futuro indefinido pero plausible que podemos percibir como próximo. Lina, nuestra protagonista, conduce un vehículo de la empresa Neo Cab, un trasunto de Uber o Cabify. La principal diferencia con nuestro mundo se encuentra en que los transportes con conductores humanos son ya una rareza: la empresa Capra ejerce el monopolio de los vehículos autónomos, que son percibidos por la inmensa mayoría de la sociedad como un medio de transporte mucho más fiable.
Todavía hay quien prefiere un conductor de carne y hueso, y ello explica que Neo Cab siga existiendo: muchos nostálgicos optan por la compañía y la conversación de una persona real. Lina tiene un pasado nada halagüeño como extrabajadora de Capra; formar parte de Neo Cab le permite recuperar ese empoderamiento, rebelarse contra la sumisión a la máquina que representa la esencia de su realidad. Pero escapar de un sistema que se desliza en cualquier faceta de nuestra vida, ya lo sabemos, es mucho más complicado de lo que parece.
Neo Cab, el primer juego del estudio independiente Chance Agency (disponible para PC, Nintendo Switch e iOS), es una novela visual que nos presenta toda una constelación de personalidades distintas, nuestros pasajeros ocasionales. Seremos nosotros quienes elegiremos cómo interactuar o implicarnos en esas vidas que suban a nuestro coche, qué respuestas dar a sus dilemas cuando se desahoguen con nosotros, y en qué medida dejaremos traslucir nuestras propias convicciones al hacerlo. Chance Agency define su opera prima como “un juego de estrategia emocional”, sin duda una denominación muy acertada. En todo momento habremos de tener en cuenta nuestro estado emocional, que condicionará algunas de nuestras respuestas posibles en los diálogos, reflejando que no siempre somos dueños de lo que decimos; y tendremos que ser capaces de leer las emociones de nuestros interlocutores para responderles de modo adecuado. Si no lo hacemos, nos arriesgamos a que su viaje no sea satisfactorio y nos den una valoración negativa en la aplicación de Neo Cab, lo que puede resultar en nuestro despido.
Pero no es todo tan plano. Neo Cab no se basa solo en esta dinámica de dialogar con nuestros pasajeros. La historia nos plantea un misterio de fondo: acabamos de trasladarnos a una ciudad nueva, Los Ojos, en California, y nuestra mejor amiga, con la que íbamos a vivir, ha desaparecido. Iremos reuniendo pistas para localizarla, pero si decidimos seguirlas tendremos que descuidar nuestro trabajo. Y si no cumplimos con el mínimo de pasajeros por noche, o bajamos de puntuación, y Neo Cab se deshace de nosotros, ¿qué nos espera? Encontrarnos desamparados en una ciudad ajena, hostil. Sin trabajo, purgados del sistema, con escasas posibilidades de sobrevivir.
A través de una mecánica intuitiva y accesible, Neo Cab nos coloca en el ojo del huracán, atenazados por ese dilema que condiciona nuestra vida real y al que resulta muy difícil sostener la mirada. Nos decimos a nosotros mismos que debemos escuchar a nuestras emociones, guiarnos por ellas; pero somos conscientes de que la maquinaria en la que estamos insertos no nos lo permite. Las emociones no son productivas. Sabemos qué es lo importante en la vida, queremos enmendar nuestros errores y recuperar a nuestros seres queridos… pero nuestro rol dentro del engranaje capitalista no nos lo permite. A menos que realmente queramos convertirnos en elementos exógenos, subversivos. No todos tenemos facilidades para soportarlo, o medios suficientes para subsistir como individuos al margen.
Lina, como nosotros, se ve absorbida por ese círculo vicioso, aferrándose a la ilusión de autonomía y libertad que su trabajo le concede. Afirma ser ella quien elige a sus clientes, pero la realidad es que hay un marco claro que delimita tales elecciones: la puntuación mínima que estos exigen a un conductor, la distancia a la que se encuentren, si debemos recargar la batería de nuestro vehículo para llegar a ellos… Y una vez dentro del microcosmos que es nuestro coche, donde las barreras simulan caer y las cadenas de los secretos se aflojan, tampoco nos sentiremos realmente libres. La sombra de Capra flotará a nuestro alrededor de manera constante, recordándonos que el Estado siempre nos vigila, y que el pasado es un copiloto del que no podemos deshacernos.
La amarga distopía capitalista de Neo Cab se complementa con una banda sonora lo-fi, que funciona muy bien incluso de manera independiente al juego; y con una ambientación hipnótica, en una ciudad noctámbula donde los carteles publicitarios y las luces de neón tienen mayor presencia que el propio ser humano. Un entorno relajado, intimista, que nos permite pararnos a reflexionar sobre lo turbulento de nuestras emociones e intentar recordar quiénes somos a pesar del mundo. Qué queda de nosotros después de que el capitalismo nos haya fagocitado, y cómo podemos seguir conduciendo, en busca de esa versión real de nosotros mismos. Aquella que solo puede existir en el universo que nos ha tocado vivir, como nos recuerda el juego en cierto momento.