India Martínez: "Mis padres me decían que no dijese que era de un barrio en exclusión social porque me cerraría puertas"
«De niña sí sentí rechazo y racismo por mis aires exóticos. Alguna vez escuché como se referían a mí de forma despectiva como ‘la gitana’»
Jennifer Jéssica. Ese es el nombre real de India Martínez (34 años). El nombre de una niña que vivía en el bloque 11 del barrio de Las Palmeras y jugaba a tocar el cajón subida en las papeleras de las calles. O la niña que cantaba y bailaba en los bancos del humilde barrio cordobés donde los sueños son más caros que en otros porque cuesta más alcanzarlos. La barriada con mayor fracaso escolar de toda Europa, donde el abandono es casi total en 2º de ESO.
India Martínez está más orgullosa que nunca de sus orígenes, por eso ha querido dedicar este nuevo trabajo, Palmeras, a esa niña que fue, «que creció en un barrio humilde, con muchas ilusiones y miedos porque era un lugar que no sabías lo que te iba a deparar ni en el día a día ni en el futuro». De esta forma, la cordobesa se inspira en sus orígenes, su ADN, y regresa al punto de partida como base para seguir rompiendo fronteras.
Nos lo cuenta la propia India, Jenni para los amigos, en las instalaciones de Sony Music. Ataviada con un enorme abrigo de pelo amarillo fluorescente –muy a lo Rosalía– y luciendo un espectacular pelazo negro llega acompañada de su hermana Laura, quien se encarga en todo momento de cuidar la imagen de la artista, de que su hermana luzca espectacular –como si ya no lo fuera– y que ningún pelo quede fuera de su sitio.
Llega cansada. Ella misma nos lo dice. Y se nota. Está en plena promoción. El disco se ha estrenado esa misma mañana (25 de octubre) y el día anterior lo presentó de forma exclusiva para sus fans e invitados en el Parador de Córdoba y en la madrileña estación de Atocha.
Nos cuenta que con Palmeras necesitaba recordar quién es y de qué está hecha. Recordar «esas emociones y sensaciones que tenía de niña para no perderlas nunca», porque el tiempo te arrastra, y con él también se lleva recuerdos, memorias e ilusiones. «Me estaba dando cuenta de que estaba cumpliendo sueños que me propuse cuando era joven y no los estaba disfrutando», confiesa recordando esos deseos de niña, cuando comenzó cantando en las tabernas y peñas flamencas de Almería, donde con 11 años llegó con sus padres y comenzó a ganar festivales y certámenes de música. Por entonces era conocida como ‘La niña del Puerto’. Tímida, introvertida, buscando ser reconocida pero no conocida.
Y de esa niñez recuerda las tardes de limpieza general del patio del barrio, «aquello parecía la fiesta de la espuma»; «o los veranos que venían los profesores a Las Palmeras y los niños hacíamos muchos juegos». También rememora con cariño las reuniones familiares, en casa de sus tíos y sus abuelos. O aquellos peroles en el campo.
–Después de ocho discos, una nominación en los premios Grammy latinos, tres premios Cadena Dial y un Goya a la mejor canción por la película El Niño, ¿qué queda de aquella niña? –pregunto mientras se coloca el pelo hacia un lado y apoya la cara en su mano derecha–.
–Queda todo, por eso ha nacido este disco, que es un homenaje a mí misma, a mi niñez, a mis comienzos y a mi camino.
–Y en ese camino, ¿el ser de un barrio humilde te ha supuesto un obstáculo en tu carrera?
–Sí, yo no soy gitana pero tengo familia gitana y lo soy de corazón. También tengo ascendencia árabe. Tengo una mezcla que ni yo sé decirte qué soy. Pero de niña sí sentí rechazo y racismo por estos aires exóticos que tengo, por venir de un barrio humilde con exclusión social y alguna que otra vez escuché ‘mira la gitana’. Al principio en mi familia me decían que no dijese de dónde era porque me cerraría las puertas. Esto no lo he dicho nunca, pero lo hemos sentido así. Sin embargo, con el tiempo he aprendido a hablar y sentirme orgullosa de donde vengo, y en este disco, en ese sentido, me desnudo.
De esta forma, India defiende sus orígenes y aprovecha la ocasión para denunciar el poco nivel educativo que hay en los colegios situados en zonas en exclusión social porque, asegura, la base del cambio está en la educación. «Yo tuve problemas de adaptación cuando me trasladaron del Duque de Rivas, en Las Palmeras, a un colegio en Almería. Creía que iba muy bien porque sacaba sobresalientes, pero cuando llegué a Almería empecé a suspenderlo todo, incluida Música, porque el nivel educativo estaba como dos niveles por debajo», –recuerda la cordobesa, que confiesa que de su tierra le embruja la Mezquita y Medina Azahara y, por su puesto, la gastronomía: «Me encantan los flamenquines y el salmorejo, mi plato estrella» –.
Todo ese poderío femenino y todas esas raíces rebosan ahora en Palmeras, un compendio de 13 canciones que cuenta con los duetos de Pedro Capó, Orishas y Vicente Amigo. Esta última es la colaboración más especial para la cordobesa: «Cielo y Tierra, con Vicente Amigo, es la canción que más me emociona. Siempre he deseado cantar con él, desde que empecé a cantar flamenco clásico con 12 años» –confiesa la artista, que nos revela que antes de subir al escenario se relaja haciendo sentadillas y flexiones «como una loca».
Canciones sin filtro, sin el vocabulario perfecto, sin tapujos, mezclando culturas y músicas del mundo, como la hindú, la árabe y, por supuesto, el flamenco, que la han convertido en la figura número uno del pop racial español.
De esta forma, con Palmeras, India Martínez abre una puerta a esas vivencias, las que han hecho de ella la mujer que es ahora para rendir así homenaje al humilde barrio de Córdoba porque, como dice la artista, «quien no tiene raíces jamás podrá desplegar las ramas”.