Showrunners españoles: los artífices de las series que triunfan en todo el mundo

Creadores, guionistas y productores ejecutivos, Javier Olivares (El ministerio del tiempo), Aitor Gabilondo (Patria) y Daniel Écija (Estoy vivo) nos cuentan por qué se ha puesto de moda el término showrunner para denominarlos, cómo mantienen el rumbo de sus producciones y si la irrupción de plataformas como Netflix, HBO o Movistar ha cambiado su manera de trabajar.

En el último lustro los creadores de las series de televisión españolas se han convertido en showrunners. El término anglosajón apunta a un hecho consumado: muchos guionistas comenzaron a reclamar funciones de producción ejecutiva para tener un mayor control sobre sus obras y hoy son nombres conocidos a nivel global gracias a la irrupción de las plataformas de streaming. Javier Olivares y su Ministerio del Tiempo o Álex Pina con Vis a vis y La casa de papel son dos de los representantes más internacionales de este cargo que aúna creatividad, gestión de la producción, visibilidad del autor y promoción. Pero también tenemos a Ramón Campos y Teresa Fernández Valdés, fundadores de Bambú Producciones y artífices de Gran Hotel, Velvet, Las chicas del cable o Fariña. Alberto y Laura Caballero, artífices de La que se avecina y Aquí no hay quien viva. Pau Freixas, creador de Pulseras rojas, y Sé quién eres. O Carlos Montero y Darío Madrona, cocreadores de Élite y, antes, de Física o química y Los protegidos respectivamente.

“El liderazgo de una serie tiene que tener una sola voz. El showrunner antes era el productor ejecutivo, pero era un título que tenía más de uno, así que efectivamente había que buscar una palabra para la persona que toma todas las decisiones de una serie. Es la única forma de trabajar y yo lo llevo haciéndolo desde que fundé Globomedia y me encargué de la ficción”, afirma Daniel Écija, creador de icónicos títulos de nuestra televisión como Estoy vivo, Águila Roja, El internado, Los hombres de Paco, Los Serrano, UPA Dance o Médico de familia, todo sea dicho, éxitos internacionales antes de la actual globalización de la ficción televisiva.

“Yo me considero showrunner desde 1995, cuando hice mi primera serie de televisión y tuve que tomar todas las decisiones por un tema de coordinación: una serie es una orquesta con decenas de personas que tienen que trabajar bajo tu mandato y tus instrucciones”, continúa diciendo. Y remata enumerando todas estas funciones: “Yo tengo la fortuna de haber tocado todos los oficios porque empecé con 18 años desde muy abajo. Por eso con 30 años pude liderar una serie de televisión, porque ya había trabajado como montador, director, realizador, guionista desde la argumentación a los diálogos, pero también participo en el vestuario, los decorados o el interiorismo”.

Del guionista al productor ejecutivo

Javier Olivares, padre de El ministerio del tiempo, Isabel o Víctor Ros, coincide en la necesidad de que una persona controle todo el proceso de producción de una serie para dar homogeneidad y una identidad propia a un producto tan coral. “Esto también tiene que ver temas como el casting, la elección de directores, el diseño de producción, la creación de equipos, el control de que la serie sea producible. Es un término que parece una moda, pero surge en Estados Unidos en los años 90 en series como Doctor en Alaska o Canción triste de Hill Street. Más que discutir la figura, lo importante es analizar la historia de la ficción y cómo aparece”. Y procede a ello.

“Para HBO el creador siempre ha sido esencial y luego vinieron los demás. En España cuando las televisiones privadas no existían el peso del autor era mayor. En series como Anillos de oro, Curro Jiménez o Los gozos y las sombras había un creador o adaptador que manejaba la serie, bien fuera director o guionista”, recuerda. “Con la llegada de las televisiones privadas se desarrolló una gran industria, pero la figura del creador se diluyó. Durante mucho tiempo era la serie de tal cadena o de tal productora, pero nunca se nombraba al creador, no aparecía en las notas de prensa, no iba a negociar a la cadena”, explica para ponerse como ejemplo. “Yo El Ministerio del Tiempo la vendí a Televisión Española en un mes. Y luego tardé un año en poder producirla porque cuando buscaba coproductora para tener músculo financiero no entendían que un guionista fuera showrunner. Hasta que encontré a unos socios como Onza”.

El valor promocional del artífice de una serie es para Aitor Gabilondo una de las claves del uso de la nueva nomenclatura y, en parte, del reconocimiento de los guionistas-productores ejecutivos. “Lo que ha cambiado son los intereses de la industria. No quiero pinchar el globo, pero destacar el nombre del creador es una estrategia comercial como otra cualquiera para distinguirse. Dicho esto, yo estoy encantado de que se nos valore, pero no perdamos de vista que este es un trabajo en equipo. En una serie, por personal que sea, no hay un único autor”. De ahí que el creador de El príncipe, Allí abajo, Vivir sin permiso y Patria defina al showrunner como “el dueño del mapa. Hacer series es una aventura incierta para la que conviene tener un mapa bien detallado, y creo que el showrunner es el dueño de ese mapa y el encargado de leerlo, interpretarlo y de identificar los peligros para conducir a la tripulación hasta el destino”.   

Una compañía para controlar todo el proceso de producción

Una forma de salvar todas estas dificultades y tener un mayor control sobre el producto final, es fundar tu propia compañía, opción por la que han optado muchos showrunners españoles. Écija ha desarrollado Estoy vivo, actualmente en su tercera temporada, La valla o El accidente desde Good Mood. Olivares creó Cliffhanger para sacar adelante El ministerio del tiempo y ahora trabaja desde Globomedia-Mediapro, “que gracias a dios entiende el papel de un productor ejecutivo”. Y Gabilondo ha hecho lo propio, primero desde Plano a plano y ahora con Alea Media. “A mí me gusta contar historias, no sólo escribir guiones. Y creo que para contar bien una historia en televisión tienes que estar presente en todas las fases de creación. La diferencia entre una historia bien contada y una historia mal contada está en los detalles, y sólo si estás cerca de todos los procesos puedes estar atento a esos detalles”, afirma.

Todos están de acuerdo en que la irrupción de las plataformas de vídeo en España ha influido, sobre todo, en la forma de promocionar las series. Y como venían comentando, eso les implica a ellos directamente. “Parecemos ahora todos más importantes porque se dedica más tiempo a decir que lo somos. O sea, lo que viene a ser comunicación y marketing”, señala Écija. “Antes, al manejar presupuestos más exiguos, el 90% estaba dirigido al contenido y la producción. Ahora hay más dinero para generar atractivo delante y detrás de las cámaras. Pero en este país se apostó por la ficción, probablemente por el éxito que tuvieron las series en los años 90, de manera que cuando llegaron players como Netflix y HBO o Movistar nos pillaron en un extraordinario estado de forma”, asegura.

Series marca España: de la tele en abierto al mundo entero 

En este sentido, Olivares destaca: “Todas las grandes series que han dado prestigio a la ficción española se han creado en abierto y lo que a lo mejor hicieron fue dar un paso adelante antes de tiempo. Vis a vis, La casa de papel, El ministerio del tiempo, Merlí o Fariña son series que se estrenaron en televisiones en abierto y no fueron grandes booms, sobre todo las más arriesgadas, pero tampoco fracasos. A lo mejor el público ya tenía otra forma de ver las series, como, por ejemplo, en las webs de las cadenas. Y simplemente necesitamos unas mediciones mejores”. O una lógica de emisión y distribución por las diferentes ventanas de explotación más ordenada. “Yo vengo de estrenar Atrapa a un ladrón en Telefé en Argentina. Los tres primeros capítulos son líderes de audiencia, pero al mismo tiempo se puede ver entera en una plataforma. De manera que, a partir del cuarto capítulo, se hunde la audiencia. Ahora en España estrenaremos en Paramount Network, pero al mismo tiempo se emitirá en Amazon. ¿Quién mide eso?”, se pregunta.

En conclusión, Olivares afirma: “la historia nos dice que los showrunners en el 90% o 95% de los casos son guionistas, no directores. Y mientras el cine es el mundo del director la televisión es el mundo del guionista por temas de producción y mecánica. Está bien que se nos reconozca porque así nos obligan a ser mejores”. Y termina mirándose en la ficción europea, especialmente la brillante producción de la BBC, para seguir avanzando. “Ser showrunner en España a día de hoy es casi imposible, pero por una cuestión de diseño de producción. De repente tienes que hacer una serie en unos pocos meses, nunca llegas con todos los guiones escritos al inicio del rodaje, entonces es muy difícil que te puedas dedicar a todas esas otras cosas. Las prisas te lo impiden. Que no se proyecte con tiempo, que no se haga una estrategia a medio y largo plazo, que no se plantee una lógica de renovación de una serie, sino que se espere a ver las audiencias… todo eso hace que vayas muy deprisa y que cuando empiece la producción no puedas dedicarte a las funciones de producción ejecutiva”.