Caitlin Moran: “Los Beatles cambiaron el mundo porque tenían un montón de mujeres como fans”
La segunda entrega de la autobiografía ficcionada de la periodista británica pone sobre las cuerdas al machismo, la fama y el poder que esta acarrea.
Las ruedas de prensa pueden ser un coñazo para los periodistas. Muchas veces no entras en confianza con el autor y, simplemente, todo termina siendo una gran respuesta genérica. Con la escritora británica Caitlin Moran no sucede esto, todo lo contrario, más bien lanza puñetazos de verbosidad entusiasta para promocionar su nuevo libro Cómo ser famosa (Anagrama, 2020).
Como muchos ya saben, su presencia es llamativa: mucho maquillaje en sus ojos y un mechón de canas en su cabello, tan particular en ella como en Susan Sontag; un manifiesto de vida y de estilo. Llega, saluda, hace muecas para la sesión gráfica con los fotógrafos. Le pido que me firme el libro e inmediatamente me pregunta dónde he comprado mi barra de labios. Le digo que en Sephora e inmediatamente estampa un «I will see you in Sephora» en la primera página del libro junto con su firma. A la par le pido un selfie y, al posar, me da un beso en la mejilla. Así es Caitlin Moran, una escritora auténtica tanto en la ficción de sus libros como fuera de ellos. Una mujer que no aburre y que toma en cuenta la importancia del oficio como si fuese una ONG: “si tenemos el privilegio de escribir libros, deben ser útiles y divertidos”.
Después de su último libro, Cómo ser una chica, le sigue Cómo ser famosa. En ambos títulos el personaje que guía la historia es Johanna Morrigan, un claro alterego de Moran, que en la nueva entrega ya ha dejado de ser adolescente y, con 19 años, se ha mudado del pueblecito de Wolverhampton a Londres, ha conseguido un trabajo en un periódico musical, ha bebido y fumado y, por supuesto, ha tenido unos cuantos malos polvos.
Esta segunda entrega de la autobiografía ficcionada de la autora pone sobre las cuerdas al machismo, la fama y el poder que esta acarrea. Johanna Morrigan llega a Londres y, aunque ya tiene un status por escribir en un periódico musical, no descansa protegiéndose de la violencia: es acosada por sus propios compañeros de trabajo en la redacción, ciertas mujeres a pesar de admirarla la acusan de estar gorda lo que acrecienta su complejo y su bulimia y, además, pasa por una cantidad de abusos por parte de un cómico famoso que se aprovecha de todas las chicas jóvenes y talentosas que llegan a Londres. “Hay tíos a los que les gusta hacer que las chicas se sientan pequeñas… aspiran su confianza en sí mismas como si esnifaran crack”, afirma uno de los personajes de la novela.
“Las mujeres sobrevivimos a cosas terribles, lo que necesitamos es librarnos de todas esas historias trágicas”
El tema del abuso es el más importante para Moran en su novela. La empezó a escribir antes de que el movimiento #MeToo hiciera ebullición, por lo que al final le dio un contexto adicional a la obra, una forma de expresar una problemática en conjunto. Sin embargo, la británica y su prosa particularmente mordaz y humorística impiden que ciertos actos violentos cometidos por personajes masculinos se conviertan en un tono trágico que conduzca la novela: “Las mujeres sobrevivimos a cosas terribles, lo que necesitamos es librarnos de todas esas historias trágicas”, afirma la autora.
Paralelismos y fama
Si Moran escribió en los años noventa para la ya extinta pero popular revista Melody Maker, Johanna escribe para la ficticia D&ME bajo el seudónimo Dolly Wilde, uno de esos seudónimos irónicos que ciertos periodistas musicales usaban durante los años dorados del Brit Pop. La gran experiencia de Moran como periodista musical la hace poder vislumbrar, tanto en la ficción como en sus declaraciones a prensa, las notables diferencias existentes en la industria de los noventa y la de hoy.
Si su personaje iba a conciertos gratis y hacía entrevistas a grandes estrellas en ascenso de la escena musical británica, en su mayoría bandas de hombres (Oasis, Blur, Pulp, etc), en la actualidad la autora puede ver que no solo existen más mujeres en el panorama musical, sino que las fans ya no son repudiadas como en los noventa. “La ironía es que muchas bandas británicas –integradas por hombres– tenían muchas mujeres seguidoras y ellos se avergonzaban de ellas. Las fanáticas daban su amor incondicional a diferencia de los chicos fanáticos. Los Beatles cambiaron el mundo porque tenían un montón de mujeres como fans”, sentencia Caitlin Moran mientras gesticula con sus manos a modo de repudio.
Fama y la cultura de la violación
Johanna ansía al cantante y compositor John Kite, con quien está en una amistad frustrantemente platónica; sin embargo, Johanna tiene dos aventuras de una noche con el cómico ególatra Jerry Sharp. La primera es bochornosa, bizarra e inconclusa; la segunda, espeluznante y grabada en vídeo.
Sin caer en spoilers Moran escribe con cierta protección cómo las jóvenes como Johanna son masticadas y escupidas por el glamuroso mundo al que intentan ingresar. Para la escritora, la misoginia que le permite a una celebridad distribuir un vídeo sexual que ha se hecho con una joven periodista está profundamente entrelazada con la misma misoginia que impide que las mujeres jóvenes progresen en el mundo de la música a causa de esa humillación sexual. “Las mujeres siguen sintiendo vergüenza sexual y tienen que cargarla en secreto pero esa carga debe imponérsele a quien la ha causado”, afirma la autora.
“Las mujeres siguen sintiendo vergüenza sexual y tienen que cargarla en secreto pero esa carga debe imponérsele a quien la ha causado”
Aceptar o no la cultura de la violación en ambientes glamurosos tiene que ver intrínsecamente con la capacidad de ingresar en él, con la facilidad de quedarse callada y acceder a todo encuentro sexual hasta el final sin ser una molestia. “Mi boca extendió un cheque sexual que al final mi vagina se negó a hacer efectivo y, ahora, como consecuencia, me he devaluado. Soy de esas personas que traicionan sexualmente a los hombres. Soy una rajada”, explica Johanna en su primer encuentro con Sharp. Mientras, en el segundo encuentro entiende que nunca fue una rajada, que sin buenos besos nunca hay un buen polvo y menos si te graban mientras lo hacen, que eso se convertirá en un cuchillo para la venganza. La voz de Johanna se desvanece, se cierra ante el trauma: “Voy a encerrar ese recuerdo en una caja, como si fuera radiactivo”. Es tan radiactivo que termina páginas más tarde explicándolo: “mi problema es que no entiendo suficiente de sexo como para afirmar con absoluta certeza: ‘Lo que hizo Jerry estuvo mal’. El sexo es tan misterioso que ni sé si ‘un hombre grabando un polvo de mierda’ está mal”.
Rabia y renovación
La protagonista de Cómo ser famosa se pregunta por qué su abusador hace lo que hace, por qué puso a circular el vídeo y por qué ella siente una rabia que nunca antes había sentido: “Me están castigando por follar, aunque yo no hice nada malo… Él quería sexo y yo le di sexo, que es lo que quieren los hombres. ¿A qué viene ahora esta putada?”.
Para Caitlin Moran “la rabia debe continuar” porque siempre existirán los hombres malos que desean aprovecharse o acallar. El feminismo[contexto id=»381722″] ha sacado la rabia del armario de las mujeres: “en los últimos 120 años los derechos de las mujeres han cambiado, mientras los hombres no han cambiado en absolutamente nada, no han sabido asumir su parte femenina como nosotras sí hemos sabido hacerlo con la masculina.” Sin embargo, al igual que su personaje en Cómo ser famosa, cree que todo tiene que ver con las formas de comunicación y los sesgos que hay entre hombres y mujeres: “los hombres no pueden hablar de sus sentimientos. A nosotras se nos ve como una ayuda y a ellos como una amenaza”.
La palabra cambio es fundamental para Moran, así como contar las historias de abusos es otra razón por la que no se debe renunciar, especialmente por hacer más fidedigno el sistema judicial. Para la escritora británica este libro fue escrito para esas “chicas que se sienten solas”, que necesiten entender e informarse así como le sucedió a ella en su infancia en Wolverhampton, mientras las hace reír con un final feliz: “creo que era importante que al final del libro hubiera un buen polvo”.