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Federico Peralta Ramos: el artista de la disolución total

Conversamos con el autor de ‘Del infinito al bife’, una biografía coral del polifacético artista argentino Federico Manuel Peralta Ramos

Federico Peralta Ramos: el artista de la disolución total

“No sé a qué me dedico, me basta ser en el mundo” cantaba a modo de poética el artista conceptual argentino Federico Manuel Peralta Ramos (1939-1992), en su tema Soy un pedazo de atmósfera (1970). Sus ideas avanzadas, de vanguardia, tienen en el público de hoy una audiencia mucho más apta que la encontró en su momento. Una biografía coral, Del infinito al bife (Caja Negra, 2019), escrita por el también artista polifacético Esteban Feune de Colombi viene a resarcir su legado (que se conserva apenas de manera oral), a rescatar su figura y a presentarla a un público nuevo que jamás lo conoció.

Un artista pionero

Hace unos días, tras su visita a ARCO escribía en twitter el escritor, crítico e historiador del arte murciano Miguel Hernandez que la conclusión era: “mucho espejo, mucha superficie reflectante y mucha gente mirándose mirar. El narcisismo, ahora, en el lado del espectador.” Pero esto ya lo había intuido Peralta Ramos hace más de treinta años. Concretamente en su última exposición, de 1989, en la galería Altos del Sarmiento. En ella había un gran espacio sin obras, con las paredes llenas de espejos. Peralta Ramos caminaba por la sala sin hablar. En un momento, el artista rompió el silencio con un aplauso y dijo: “Señoras y señores, esta es mi exposición y ustedes son mi obra de arte”.

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Foto tomada por Silvio Fabrykant en ‘La salita del Gordo’, muestra que Federico Manuel hizo en Centro Cultural Recoleta en 1986. Cedida por el autor.

Sucede algo parecido con la obra The Artist is Present (2010) que Marina Abramovic representó en el MOMA durante tres meses. Se recuerda ese instante en el que el artista alemán Ulay, quien fuese novio y pareja performática de la artista serbia y que falleció hace unos días, se encuentra con la artista. Pero es que, otra vez, esto ya lo había hecho Federico en su performance La salita del gordo, representada en el Centro Cultural Recoleta, Buenos Aires (1986). Peralta Ramos puso una mesa, un póster y dos sillas y recibía al público, se sentaban y conversaban.

La pregunta que se harán todos vosotros es ¿cómo es que no esto no se sabe o no forma parte de la historia del arte? Muy sencillo, porque no hay registros, documentos, pruebas. Unas escasas fotografías que se hallan en manos privadas. La leyenda de Peralta Ramos se ha mantenido en base a testimonios, anécdotas, de forma oral. Su obra está disuelta en su vida. De ahí que sea tan difícilmente apresable (y complejo el rastreo de su influencia).

El artista que (casi) predijo la Internet

En 2003 el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires le dedicó a Federico Manuel Peralta Ramos una Retrospectiva y a finales de 2015, Chus Martínez comisarió la muestra La era Metabólica. De cómo Federico Manuel Peralta Ramos predijo Internet con un huevo en el MALBA (Buenos Aires), en la que venía a afirmar que la célebre obra del artista argentino, Nosotros afuera (1965), consistente en un escultura ovoide de 260 x 450 centímetros, construida con material desplegado y yeso, venía de alguna forma a anunciar este tiempo nuestro caracterizado por la “abundancia propositiva de ideas y mundos”. En otras palabras, que el huevo era un gran contenedor de posibilidades, que relacionan las imágenes que sobrepasan la inteligencia de lo humano con lo natural, los géneros fluidos y otros binomios posibles que escapan de los ya establecidos hombre/naturaleza o arte objeto. En ese sentido, Martínez vinculaba el arte cándido y visionario de Peralta Ramos con las investigaciones del padre del hyperlink, Douglas Engelbart, sugiriendo que el huevo, igual que la Internet, es una forma elíptica que “contiene todo tipo de energías curvas en continuo movimiento y que genera diversas conectividades entre materia orgánica, simbólica, estética y semántica”.

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Imagen vía Editorial Caja Negra.

En esta línea están también algunos de sus amigos más íntimos que se refieren a él como “el primer tuitero de la Argentina”, gracias al carácter literal, pero enfático, de la mayoría de sus acciones, performances y happenings. Pero, sobre todo, por la fuerza de sus frases, que escribía en materiales modestos (servilletas, papelitos) y que luego regalaba. Pedro Roth, por ejemplo, dice que Peralta Ramos se parece mucho a Borges, solo que en 140 caracteres.

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Reproducción de la obra ‘Misterio de Economía’. | Cedida por el autor.

El discreto exhibicionista

“En Federico está todo por descubrir”, nos cuenta Esteban Feune de Colombi en la terraza de una cafetería del barrio de Gracia, en Barcelona. Y es paradójico, porque se diría que no había hombre más sociable que él, tan dado a la gente, a compartir y a mostrarse. A habitar los cafés y a improvisar escenarios en la calle, en los bares, donde fuese que se hallara en el momento en el que le venía la inspiración. No en vano una de sus frases más famosas es “my life is my best work of art”. Sin embargo, la intimidad más profunda de este descendiente de una familia patricia bonaerense (su tatarabuelo fue fundador de Mar de Plata y, curiosidad, se halla emparentado con la dirigente del PP Cayetana Álvarez de Toledo) es escurridiza y esquiva. “Creo que su intimidad es muy difícil de adivinar, queda siempre como un lugar protegido, en todos los testimonios”, nos confirma el autor de su biografía coral. De ahí que dé la impresión de que, a pesar de su presencia constante en la vida de mucha gente que lo trató, sea un artista que siempre parece estar desapareciendo.

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Esteban Feune de Colombi, autor de ‘Del infinito al bife’. | Foto cedida por el autor.

Todos los que lo conocieron resaltan de él su bonhomía, su genialidad sin dobleces, su vivir fácilmente. Su carácter angelical. Tenía muchos amigos entre los quiosqueros, los camareros, los taxistas (que muchas veces le fiaban dinero). Y quizá de ahí provenga “la marca profundísima que dejó en los que lo trataron y el gran cariño que le tenían”, nos comenta Feune de Colombi.

Peralta Ramos era una especie de Gómez de la Serna sin metáforas, con menos ironía que dulzura. Un aforista porteño, a lo Lichtenberg. Tuvo también sus abscesos duchampianos exponiendo cuadros y objetos ajenos, interviniéndolos. Fue artista conceptual, poeta, escritor, jugó al polo, grabó música, domó caballos, actuó en cine y tv, trabajó en radio y en gráfica, pero también alternó con la movida punk de los 80’s. Fue casi arquitecto, pintó, hizo escultura, performance, happening, fue un apropiacionista sutilísimo y wildeano (pues lo fue, sobre todo, de sí mismo) y hasta fundó una religión (la religión Gánica, de hacer lo que a uno le venga en gana, con sus mandamientos y todo).

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‘Cuidado con la pintura’ (1971). | Imagen cedida por el autor.

Y, sin embargo, fue un hombre austero, que hizo su vida en apenas cuatro o cinco manzanas alrededor de la casa de sus padres (de la que no se movió nunca más que algún viaje esporádico, de juventud, y en la que habitó siempre una habitación del servicio). Afirmaba que su trabajo era “ser hijo” (sus padres le pasaron siempre una mensualidad; no demasiado boyante, se ha de decir también). Y nunca tuvo más plan estético que el de hacer de su vida una obra de arte. No fue un artista programático ni metódico, sino más bien espasmódico y vital. Su trascendencia ha quedado en la memoria de quienes lo conocieron y los que han oído hablar de sus anécdotas y hazañas.

“La obra de Federico es como la carta robada de Poe”, nos dice Feune de Colombi. “Es algo que tienes tan delante y es literal que no puedes creerlo, que piensas que te está engañando”. Su obra es la un perverso polimorfo, a decir del autor de esta compilación de testimonios.

Su obra maestra: La beca Guggenheim

La Beca Guggenheim que obtuvo Peralta Ramos es, según el también performer argentino Feune de Colombi, la mayor genialidad de Federico y su obra más representativa. De hecho, de ahí parte su investigación para este libro, tomado de una idea que barajó en su momento el propio Peralta Ramos para un libro inconcluso que habría de incluir “páginas en blanco para recetas de comida, teléfonos, direcciones”. Aunque Feune de Colombi ya había tenido noticia de la existencia del artista conceptual argentino desde su juventud (en particular gracias al manifiesto Gánico), se introduce de lleno en la obra de Peralta Ramos a cuenta de una nota que le encarga el diario La Nación para conmemorar el 50 aniversario de la concesión de la beca artística.

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Colección de Raúl Naón | Imagen cedida por el autor.

La cosa fue así: en 1968 Peralta Ramos solicita una beca a la institución americana con la idea de “lanzar al mar un inflable gigante que desparramaría buena voluntad por el mundo”. Le conceden la beca de tres mil quinientos dólares (unos cuarenta mil dólares actuales), pero enseguida cambia de idea. Lo primero que hace es rechazar recibirla en Estados Unidos y les pide a los americanos que le giren el dinero a Argentina. Acto seguido, pensando en que para qué iba a pintar ningún cuadro si era mejor comprarlos, adquiere varios cuadros de amigos suyos pintores (de Josefina Robirosa, Ernesto Deira y Jorge de la Vega). Se compra tres trajes para ir bien elegante a recibir la beca (sabiendo que no iba a viajar a los USA) y se hace imprimir unas tarjetas formales con su nombre donde se indica “Becario Guggenheim”. Después de esto, en un acto de “señalamiento artístico real” invita a un grupo de 25 amigos a una cena el Alvear Hotel Palace y luego se los lleva de fiesta a la boîte África. La convicción que alienta esta acción es la de que “la vida es una obra de arte”. Y explica así su filosofía: “siendo en el mundo”. Por lo que en lugar de pintar una comida, dice, “da una comida”. Esto es, se la zampa.

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‘¿Qué es el arte?’ | Archivo de Raúl Naón | Imagen cedida por el autor.

Pero aún le queda dinero para pagar las deudas de una exposición que había hecho en 1968 nada más enterarse de que le daban la beca, en la Galería Arte Nuevo. Y para invertir una última cantidad en una financiera y vivir de los intereses mensuales durante 10 meses.

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Primera carta enviada por Peralta Ramos a la Fundación Guggenheim. | Imagen cedida por el autor.

La Fundación Guggenheim se enfada y le reclama la devolución del importe de la beca, a lo que Peralta Ramos en una doble genialidad responde diciendo que “una organización de un país que ha llegado a la luna que tenga la limitación de no comprender y valorizar la invención y la gran creación que ha sido la forma como yo gasté el dinero de le beca, me sumerge en un mundo de desconcierto y asombro”. Total, que consigue dos cosas: que la Fundación Guggenheim se olvide del dinero y dos, que, a partir de ese momento, modifiquen los estatutos de la beca y ya nunca más se le demande a los becados ninguna obra finalizada o garantía de haber completado la obra para la que les fue entregado el dinero de la beca.

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Fragmento de la segunda carta enviada por Peralta Ramos a la Fundación Guggenheim. | Imagne cedida por el autor.

De la misma idea de la fiesta que es la cena con los amigos en el Alvear Hotel Palace parte este libro, Del infinito al bife, que se propone como una especie de gran mesa donde todos los participantes están reunidos y levantando la mano para participar. Se sienten agradecidos y alego apenados, con un cierto sentimiento de haber dejado solo a Federico, de pensar que no supieron protegerlo. Si Vd. lector se adentra en este texto plagado por múltiples voces sentirá cómo podría haber sido ese instante en el que todos van comentando la última genialidad de Peralta Ramos, notándolo a él aún presente, a punto de marcharse (o habiéndose marchado ya, lo mismo da). Porque lo que uno más percibe según más cosas sabe de Federico es que éste siempre estaba a punto para irse a otro sitio, reclamado por alguna impostergable urgencia, sabiendo que el arte solo es posible zigzagueando, siendo un pedazo de atmósfera, que se contrae y expande sin demasiada dilación.  

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