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Simon Critchley: “El coronavirus nos recuerda nuestra dependencia de los demás y nuestra debilidad”

La tragedia griega siga interpelándonos como espectadores. Hablamos con Simon Critchley, autor de ‘La tragedia, los griegos y nosotros’.

Simon Critchley: “El coronavirus nos recuerda nuestra dependencia de los demás y nuestra debilidad”

Miles de años después, la tragedia griega siga interpelándonos como espectadores. ¿Pero sigue siendo una herramienta útil para abordar nuestros problemas más acuciantes, mirarnos a nosotros mismos y reflexionar sobre nuestro papel en la sociedad? En La tragedia, los griegos y nosotros, el filósofo británico defiende que sí. Incluso en medio de esta pandemia.

 

Hace casi un año Simon Critchley publicaba La tragedia, los griegos y nosotros, un ensayo que, recién traducido al español por Turner y en plena crisis del coronavirus, resulta tanto o más revelador que entonces. Ya que funciona como una reflexión sobre el sentido profundo del yo en su intrínseca dependencia de los otros. Una brújula ante la incertidumbre que caracteriza nuestro presente y futuro más inmediato. Y un espejo, como aquellas obras de teatro, donde cuestionarnos y, entonces, pedir cuentas a nuestros representantes. Pero vayamos por partes.

“Estos días he estado pensando mucho en la idea de la debilidad humana y su vulnerabilidad como punto de partida, frente a la creencia de que estamos protegidos dentro de una burbuja”, dice el pensador británico, asentando en Nueva York y en cuarentena desde mediados de marzo. Y cita al francés Blaise Pascal, quien afirmó que el hombre no es más que un junco, el más endeble de la naturaleza, y un vapor o una gota de agua bastan para matarlo. “El coronavirus nos recuerda nuestra dependencia de los demás, nuestra debilidad y la debilidad de los demás. Y la principal diferencia es que, quizá, esta situación haga que la gente se cuestione las asunciones individualistas en las que basábamos nuestra vida. Porque, nos guste o no, nos encontramos dentro de una vasta red de responsabilidad que es transregional y transnacional. Y eso es interesante: ahora estamos conectados como especie por virtud de este virus que amenaza con destruir a la Humanidad”, añade el filósofo, conocido por reflexionar sobre temas tan populares como David Bowie o el fútbol.

Simon Critchley: “El coronavirus nos recuerda nuestra dependencia de los demás y nuestra debilidad”
Simon Critchley. | Foto cedida por la editorial.

De vuelta al libro, Critchley asegura que uno de los valores de la tragedia griega es precisamente su habilidad para revelar lo perecedero, lo frágil, lo pausado que hay en nosotros. En un mundo obsesionado por el presente y lo inmediato donde las certezas escasean, la tragedia se erige como una herramienta para echar el freno y afrontar la incertidumbre que nos rodea; asumir, y esto es quizá lo más desconcertante, que la razón puede estar en las dos caras de la misma moneda.

“La lección básica de la tragedia, según yo lo veo, es la ambigüedad moral en el sentido de que la mayoría de las obras presentan una disputa, un conflicto alrededor de un concepto, como la justicia en la Orestíada de Esquilo o el deber en Antígona de Sófocles. En la tragedia vemos una representación estructurada de la ambigüedad moral donde se ofrecen al menos dos respuestas a una situación, ambas legítimas y argumentables”, asegura Critchley. Y señala las posiciones opuestas, pero igualmente defendibles, de Antígona e Ismene: la primera quiere dar sepultura a su hermano Polinices a pesar de que el rey Creonte lo ha prohibido, mientras que la segunda prefiere respetar la ley por temor a las consecuencias.

“Creo que nos tenemos que acostumbrar a vivir con esa ambigüedad y a vernos no como personas que llevan razón o son víctimas de algún poder, sino como parte implicada en una estructura que es en sí misma ambigua. Gran parte del libro está dirigido a defender eso y en filosofía es algo normalmente aceptado. Pero podemos extender esa ambigüedad moral a la forma en que la gente ve el mundo. Por eso tenemos que aprender a razonar y negociar. Algo que, por un lado, es una necesidad y, por otro, una limitación, porque siempre nos encontraremos con las emociones, el poder y la violencia”, añade.

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Imagen vía Editorial Turner.

Nuestra responsabilidad en la tragedia

Critchley defiende en su libro que solemos pensar en la tragedia únicamente como una desgracia, pudiendo recaer esta en una persona, en el caso de un accidente o una enfermedad fatal, o sobre una comunidad, ya sea un desastre natural como un tsunami, un ataque terrorista como el del 11-S o, de nuevo, el coronavirus. “Pero lo que las 31 tragedias griegas ponen de relieve es la forma en que, apenas sin saberlo, somos partícipes de las calamidades que nos suceden”, afirma en el libro. Pues la tragedia, continúa diciendo el filósofo, requiere de nuestra connivencia y cierta dosis de libertad. De modo que la estructura de estas obras apunta directamente a nuestra responsabilidad. Y sugiere una noción revolucionaria: tenemos la capacidad, por limitada que sea, de afrontar el destino desde nuestra propia mortalidad.

“Un tirano es alguien que no es capaz de sentir vergüenza, de entender la responsabilidad que tiene por la situación en la que se encuentra. Y Edipo Rey de Sófocles es un gran ejemplo. La obra comienza cuando una peste se desata en Tebas y los ciudadanos cuentan con él para resolverla. Pero Edipo termina por darse cuenta de que él es la fuente de la peste”, explica Critchley. “El desarrollo de la tragedia consiste en ver al tirano cubierto de vergüenza. Y en esta situación nosotros tampoco somos inocentes: si salimos y compramos un montón de papel higiénico también nos estamos comportando de manera tiránica porque no estamos pensando desde la responsabilidad”, advierte para continuar con otro de sus temas favoritos.

“Lo que veo en la tragedia es la muestra más realista de cómo funciona la política. En el contexto en el que yo me encuentro, que son los Estados Unidos de Donald Trump, lo que le caracteriza como tirano es su total ausencia de vergüenza. Pero parece que no tiene fin y que no va a acabar con él. Si se contagiara de este virus, finalmente podría admitir que se equivocó, que es responsable de lo que ha ocurrido y que no puede culpar a otros, que esto no es un virus chino como sigue repitiendo”, señala.

El problema, apunta en el libro, es que no castigamos a los políticos porque entonces tendríamos que mirarnos a nosotros mismos. Pero esta terrible epidemia puede sacudir todo el sistema obligándonos a repensarlo todo. “Hasta hace poco los argumentos en contra del cambio climático aseguraban que el sistema económico mundial no se podía parar. Y lo que ha ocurrido es que, empezando por China y Corea del Sur, después Europa y ahora Norteamérica las cosas han parado. Los efectos de esto van a ser muy serios y horribles, pero todo se ha detenido. Y esta podría ser la ocasión para reorientar las cosas. Mi esperanza es que ocurra. Pero es una esperanza”, concede cauto.

“Para la Humanidad es inconcebible el fin del mundo tal y como lo conoce. Podemos ver historias de ciencia ficción, dramas distópicos, pero imaginar que la era en la que vivimos está acercándose al final es muy difícil. Y por eso la Historia es muy importante, porque está llena de ejemplos de mundos que se acabaron y muy a menudo lo hacen en plagas o enfermedades”, cuenta Critchley. “Creo que lo que está pasando ahora es que esta era en la que hemos estado viviendo desde 1945, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, está colapsando y lo que emerja en su lugar espero que sea mejor, pero no lo sé. Parte de lo que está ocurriendo es el colapso político del imperio americano, algo que lleva claro desde hace 20 años, pero ahora Estados Unidos se siente como un poder remoto y provinciano inútil y el poder imperial está cambiando hacia China, que ha enviado doctores y ayuda a Italia y otros países. El final de esta era también puede significar el final de la democracia liberal a la que estamos acostumbrados y eso puede ser bueno o malo”, concluye.

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