La poesía, bálsamo de tinta contra la pandemia
Durante la cuarentena, muchos lectores se están acercando a la poesía y le están quitando ese sambenito de hermana sabionda de la narrativa, encontrando refugio en ella.
Durante la cuarentena, muchos lectores se están acercando a la poesía y le están quitando ese sambenito de hermana sabionda de la narrativa, encontrando refugio en ella. ¿Por qué los versos pueden ayudarnos a encajar mejor este raro presente? Llevamos la cuestión a debate con algunos de los mejores autores y editores del género.
“Me he acostumbrado a leer poesía por la mañana, con el desayuno y eso me coloca de nuevo en la realidad y a la vez me hace verla de otra forma, más bella”. La afirmación es de Atalanta Arés, redactora de contenidos online de 31 años. Ella era buena lectora de narrativa, pero no se había acercado apenas al género poético hasta el estallido de esta crisis. Ahora, durante su cuarentena alcarreña, a falta de calles (salvo en las horas permitidas), se pasea por los versos de Alejandra Pizarnik y de Neruda, entre otros autores.
Y como ella, desde que el 2020 se sublevó y nos instaló en este difícil presente, son muchos quienes han encontrado refugio en la poesía, un género que ha padecido históricamente las ventas menos cuantiosas del sector (según el último informe del Comercio del Libro Interior de España disponible, las ventas de poesía supusieron sólo el 1’5 por ciento del total de la facturación de ficción, frente al 90’7 de la novela). Sin embargo, desde hace unos años ha experimentado un cierto resurgir, aupado en muchas ocasiones por el tirón que han aportado autores que han encontrado en las redes sociales un cauce para hacerse con miles de seguidores, circunstancia que algunas editoriales han sabido aprovechar incorporándolos a sus catálogos.
Pero cifras aparte, es precisamente ahora, con el cataclismo pandémico encima, cuando más nos estamos acercando a los versos. ¿Por qué encontramos en ellos cierto alivio a este desasosiego casi también vírico? “La poesía es un ejercicio de la imaginación, y solo la imaginación nos permite comprender una realidad tan incierta y difícil, asumirla en toda su complejidad y convivir con ella. La poesía nos permite formular hipótesis sobre el mundo, ponernos en el lugar de los demás, mirar las cosas con perspectiva y evitar las trampas de la actualidad, de la urgencia informativa”, apunta el poeta, traductor y editor Jordi Doce, y añade: “Es un ejercicio de empatía que nos da las herramientas para iluminar y comprender lo que pasa lejos de las simplificaciones (necesarias, por otro lado) del Periodismo”.
En esa misma línea, en la de la poesía como reflejo necesario de lo que sucede, reflexiona Federico Díaz-Granados, director de Valparaíso, una de las editoriales más reconocidas del género: “La poesía ha dejado un testimonio de cada tiempo y cada época con precisión, misterio y espontaneidad, como nos recordaba la poeta Elizabeth Bishop. La poesía alivia, consuela, acompaña”. Y es cierto que no hemos estado solos desde que cerramos las puertas de nuestros hogares con nosotros dentro: han proliferado por las redes miles de iniciativas online, recitales, conversaciones entre autores, conciertos y expresiones artísticas que dan cuenta de lo que estamos viviendo.
Un ejemplo de ello es el poema iniciado por Benjamín Prado y Elvira Sastre y con título El Vals de los Salvavidas, que ha transmutado ahora en la canción Los abrazos prohibidos, producida por Vetusta Morla y que en menos de una semana ha cosechado dos millones de reproducciones en Youtube. “El poema corrió como la pólvora por las redes y empezaron a ocurrir cosas bonitas con él: médicos, doctoras, enfermeras que lo imprimían y se fotografiaban con él en las manos; niños de colegios que lo leían desde sus casas organizados por una o un profesor; artistas de salsa latinoamericanos que lo recitaban a verso por intérprete…”, cuenta Benjamín Prado, “luego, Guille Galván, de Vetusta Morla, decidió convertirlo en canción, él y yo adaptamos la letra para que funcionara y se apuntaron de Joaquín Sabina a Leiva, de Rozalén a Amaral o de Dani Martín a Luz Casal y otra gran banda de estrellas. Lo recaudado, va íntegramente y de aquí a la eternidad para el CSIC”.
David Carretero, autor del poemario Rewind (Valparaíso, 2020), habla de esos mismos abrazos que ahora se han convertido en el gesto más deseado, por imposible: “Con la poesía el lector logra encontrarse de una manera muy íntima con otro ser humano en un momento en que la cercanía física con otros es algo casi prohibido. Y para el poeta, la poesía es la forma de expresar cómo se siente respecto al aislamiento, amén del desasosiego que le provoca una introspección mucho más difícil de esquivar”.
También el lenguaje mismo del poema, la montura sobre la que se asienta, nos da otra clave. La poeta y filóloga Ada Salas, premio Juan Manuel Rozas de Poesía y Medalla de Extremadura 2019, lo explica así: “La poesía es siempre una pócima sanadora. Y digo ‘pócima’, y no ‘medicina’, porque, como en todo arte, en ella interviene la magia. Magia es todo lo que nos saca del lugar conocido, mensurable, comprensible, en que nos movemos habitualmente. La poesía está acostumbrada a construirse en y sobre la incertidumbre. Se siente cómoda en ella. Ahora que andamos sobre arenas movedizas, los poemas pueden ser, precisamente, un terreno seguro: ella lleva siglos diciéndonos que las cosas no son lo que parecen”.
Es cierto que la realidad ha empezado a hablarnos en otro lenguaje, al igual que hace la poesía que, con sus códigos, puede convertirnos en interlocutores más válidos de este raro presente. Ahonda en esta tesis la poeta y directora de la Fundación Centro de Poesía José Hierro, Julieta Valero, cuando dice que “en circunstancias críticas, distópicas, duras, como esta que estamos viviendo se intensifica esa función, aquello de que ‘donde termina el lenguaje comienza la poesía…’”. Y, para que la poesía sea, el poeta y presidente de la Sección de Literatura del Ateneo de Madrid, Aarón García Peña, recuerda algo fundamental, la labor y el papel del poeta como orfebre, también en mitad de esta crisis: “Sin libertad para movernos, sin libertad para reunirnos, sin trabajar como nos place y la muerte como personaje principal de esta ‘novela’; el único papel de la poesía sigue siendo el que habrá de ser aunque la maten: escribir buenos poemas”.
Y no podemos olvidarnos de una particularidad que, si bien nos viene impuesta, forma parte de este puzle destartalado que es el confinamiento: tenemos más tiempo para todo. Y ese tiempo también puede soplar a favor de los versos: “En estas circunstancias difíciles, en alguna medida, se han desacelerado aspectos como la súper producción y el súper rendimiento y es tentador pensar que se genera un nuevo espacio para cosas que exigen mayor atención, como la poesía. Esta va un poco a contrapelo de esas sociedades súper productivas porque demanda lo contrario: la pausa, la atención y también la mengua”, argumenta Teresa Soto, reciente ganadora del III Premio Internacional de Poesía Margarita Hierro.
Dentro de esa mayor dedicación que nos permite asomarnos al género, no todo tiene que ser necesariamente ventajoso. Eso apunta Escandar Algeet, autor de cinco poemarios y uno de los máximos referentes de la que ha sido dada en llamar la poesía de las redes, con miles de seguidores en su estela: “La poesía, la literatura en general, no creo que cumpla un papel predeterminado, sino que este se lo concede el lector que completa el acto de la comunicación con la funcionalidad que quiera otorgarle. Puede paliar un dolor o hacerlo más profundo, igual que puede combatir la soledad o intensificarla”. La también exitosa María Nieto (conocida por sus seguidores como Lorca de Amor), por su parte, habla sobre las ventanas que los poemas abren: “Ahora mismo, que el estado emocional de cada uno está a sus duelos e incertidumbres, sí creo que es una herramienta que te permite identificarte con un mismo dolor o escupirte en una historia absolutamente dispar a la tuya, lo cual sirve como refugio para muchos”.
¿Puede ser útil la poesía?
Con las teorías, ya negro sobre blanco, acerca de por qué nos estamos acercando más a la poesía durante esta larga cuarentena, cabe preguntarse si además esta puede ayudarnos de otras formas, incluso pragmáticas, en nuestra vida cotidiana. Y eso es algo que maestros y filólogos como Carmen Jiménez García-Brazales tienen claro: “Con la narrativa y el teatro somos espectadores de historias ajenas, con la poesía conectamos con el interior de un desconocido, quizás de hace 500 años o un millennial, y a la vez sentimos el eco de sus palabras en nuestro propio interior. Nos conocemos mejor, nuestra inteligencia emocional crece. Nos hace más libres, más críticos, más sensibles y empáticos. Ojo, también más peligrosos…”, dice la profesora, que acomete una labor titánica para tratar de compaginar el extenso currículo que marca el plan de estudios con la enseñanza de la poesía: “Los textos que provocan más silencios emocionados en clase son poéticos, sin duda”, añade.
“Para mí la poesía no solo desarrolla el verdadero pensamiento analógico, que permite a quien la lea tener un pensamiento crítico más agudo sino que, además, contribuye a formar los recuerdos más hondos que se conservarán para siempre. Prueba de eso es que ahora que vivimos el tiempo del Alzheimer y la demencia somos testigos de que lo único que conservan casi hasta el final quienes lo padecen son los poemas y las canciones”, apunta el director de Valparaíso.
Y sí, incluso aquellos que cerraron su último libro de poemas en la escuela, quizá se sorprendan a veces recitando algún pasaje de Machado o de Gloria Fuertes, grabado a fuego en los canales del recuerdo: “Un poema es portátil y lo podemos llevar con nosotros en la memoria para decírnoslo en cualquier momento, como si fuera una oración laica. Los poemas y la literatura en general nos dan las vigas maestras de nuestra sensibilidad. Ahora han sido o están siendo sustituidos por el cine y las series de televisión, porque el poder de la imagen, su impacto, es enorme. Pero creo que el poso que dejan las palabras en nuestra mente, es más intenso a la larga, más perdurable. Solo que su influencia parece más difícil de cuantificar”, desarrolla Jordi Doce.
El poema, concluimos, favorece la memoria. Toquemos un aspecto más espinoso: los poetas no comen de sus versos. La inmensa mayoría viven de actividades lucrativas relacionadas de algún modo con la Literatura. ¿Quiere decir eso que el poema no es útil, no es alimento? “Para mí hay pocas cosas tan útiles como las que pensamos que no lo son. No solo de pan vive el hombre, dice el dicho. Pan. La poesía es pan. Hace crecer cosas que dan fruto en el espíritu, y que nos alimentan. A veces se nos olvida que un ser humano no es solo una cosa (animal) que vive y un día se muere. Para que esté vivo de verdad no basta con que sus órganos funcionen correctamente: hace falta que su sensibilidad, sus emociones y su inteligencia no estén abotargadas. Así que, sí, la poesía tiene una función eminentemente práctica: nos ayuda a estar vivos”, sentencia Ada Salas.
Por su parte, y rebatiendo la histórica distinción entre las materias útiles que enseñar a los menores, como las matemáticas, y aquellas consideradas superfluas -entre las que no pocas veces se ha contado la Literatura y, en concreto, la poesía- el presidente de la Sección de Literatura del Ateneo de Madrid, lanza una reflexión: “Si bien se escribe fundamentalmente con palabras, estas ocupan un espacio, un lugar cuantificable; sirven a una pauta y llevan de la mano hasta el altar a la palabra ‘simetría’. Todo poema es un elogio pretencioso de la lógica; y la poesía es, a pesar de que nazcamos con tanta necedad como morimos, el cielo compartido de las matemáticas. Leer poesía sirve, como poco, para aprender a contar con los dedos”.
¿Por qué entonces no leemos más (poesía)?
La poesía, según lo analizado, nos aporta comprensión, nos apoya y nos acompaña, y es para muchos especialmente reconfortante en momentos tan difíciles como el que atravesamos. ¿Por qué otros tantos siguen entonces considerándola una especie de hermana sabionda de la narrativa? ¿Un néctar para elites? ¿Qué podría hacer el sector para hacer crecer su lectura? “La poesía siempre será un género para las ‘inmensas minorías’ como rezaba el eslogan de la emisora cultural HJCK, pero estoy convencido de dos cosas: si por un lado los gobiernos decidieran apostar por incluir la poesía en los planes lectores escolares, en los presupuestos de dotación de bibliotecas y en la médula de los currículums tendríamos más y mejores lectores de poesía formados para el futuro, y si por otro lado los medios de comunicación dejaran de ver la poesía como accesorio y le dieran la misma cobertura e importancia que a otras publicaciones, seguro la poesía llegaría a rincones insospechados”, afirma el editor Federico Díaz-Granados.
Para Escandar Algeet son los propios poetas y consumidores de poesía los que más alto pueden hacerla llegar, liberándola de etiquetas y prejuicios: “A partir de ahí, debemos dejar que fluya y aceptar que vivimos en una sociedad de consumo donde la cantidad es solo una cifra de contabilidad que poco tiene que ver con la huella personal o social de cualquier obra artística”, afirma.
Por su parte, Julieta Valero, al frente de la Fundación de Poesía José Hierro lucha cada día por difundir la poesía, como ella misma dice, sin jerarquización alguna, algo por lo que abogó siempre el poeta que da nombre al centro: “Pienso en una mujer muy querida, ya mayor, que llevó una vida durísima de trabajo en el campo, cuidando el ganado sola en el monte desde los siete años. Llegó a la Fundación casi sin saber expresarse por escrito; leer sus poemas es tener la certeza de que el lenguaje, con todas sus precariedades, nos hace trascendernos; de que, como decía Severo Sarduy, la poesía ‘es una súbita calidad del mundo’”.
Teresa Soto cree que se trata, simplemente, de darle una oportunidad a lo desconocido: “La poesía en ocasiones se asocia a un exceso de sentimentalismo o incluso de ininteligibilidad, pero a veces solo se trata de parar un momento y leer y ver qué pasa. Una vez hecho eso, muchos lectores se darán cuenta de que no es algo ni tan lejano ni tan difícil”.
Para muestra, sus versos
Y, tal y como dice Teresa, vamos a darnos y a darles razones para que, si no son ustedes lectores habituales del género, quieran tal vez pasar a engrosar sus filas. Para ello les hemos pedido a cada uno de los autores que ha participado en este reportaje que nos cuenten las razones por las que escriben. Aquí el resultado, junto a alguno de sus versos: bálsamo de tinta en tiempos raros. Que lo disfruten.
Aarón García Peña
“Escribo como garantía de poder leerme y porque soñé, momentos antes de mi nacimiento, con saberte contestar a esta pregunta. Escribo, incluso cuando no lo hago en consciencia, para convencerme a mí mismo de que soy inteligente mereciéndome la pena el autoengaño”.
Versos: Uno las colas de los boquerones / las tardes que no sirvo para mucho, / y me llevo muy bien con los congéneres / que sueñan con mi muerte por contrato. / Aprendo cuanto puedo de mi abuela / ahora que la cuido de sí misma. / Entierro y desentierro diariamente / las ganas de cambiarme de trabajo, / los juegos que inventé cuando era niño, / el beso que olvidé sobre una rama. / Hoy sufro hasta que doy con la manera / de ser de otro país de vez en cuando.
“Escribo porque me hace sentirme viva. Supongo que podría pasar sin ella. Como supongo que se puede vivir sin estar vivo. Ojalá pueda no conocerlo”
Versos: Hay libros que se escriben sobre la carne misma. / Son esas cicatrices que nos hablan / y sangran/ cuando el tiempo se rinde a su derrota / un puñado de signos que apenas / comprendemos / y eran el beso intacto de la vida.
“Yo soy inocente, es ella la que me obliga a ser escrita. Y eso lo he sentido desde los diecisiete años: no «quiero» escribir, lo «necesito»; no busco poemas, me encuentran ellos a mí, de pronto hay una idea que empieza a abrirse paso en mi cabeza y desde el primer instante ya sé que lo único que puedo hacer con ella es un poema, o tal vez que ella misma es el origen de un poema y no puede ser ninguna otra cosa. Y luego está la felicidad: pocas cosas consiguen ponerme tan eufórico como dar con el verso que buscaba”.
Versos: Las veces que no quiero formar parte de mí. / Las veces en que todo lo que piensas te engaña. / Las veces que te das por desaparecida. / Las veces que sería cualquiera menos yo. / Las veces en que muerdo la mano que me cura. / Las veces que seguirte es andar sobre el hielo. / Las veces que tu nombre da vueltas en mi anillo / como un tigre enjaulado.
“Escribo poesía porque soy muy charlatán y tengo una necesidad muy grande de acercarme a la gente. Estoy respirando esto desde que tenía doce o trece años y no me adaptaría a otra cosa. Es una costumbre muy arraigada”.
Versos: Tu cuerpo es una curva de agua. / Una selva de rosas. / Un copo de sol / en el corazón de una uva. / Soy sed / dentro de la sed / dentro de la sed.
“La poesía es mi forma de entender el mundo y de entenderme a mí, de razonar y de imaginar. No sé si podría pasar sin ella, es un escenario que no planteo ni consigo imaginar”.
Versos: Yo viví / en un cálido regazo del amor, / protegido bajo su techo, / comiendo de su misma mano, / aprendiendo el fuego hasta verlo arder, / hasta quemarnos. / Compartí su sudor / y ascendí en su alegría de peldaño en peldaño. / Es decir: de dos en dos.
Jordi Doce
«Escribo cuando surge la necesidad o la obsesión me obliga. Depende de las épocas. Pero no dejo nunca de leerla: uno vuelve a los poemas que conoce como quien charla y se pone al día con un viejo amigo. Y entonces descubre que son los poemas los que le leen a uno.»
Versos: Las aguas del puerto eran grises / como las piedras de las escolleras / y pronto los vencejos apagaron el aire / con el manto apretado de su voracidad. / La piel lo gobernaba todo. Y en las terrazas / las mujeres se cubrían los hombros / y pedían a sus acompañantes / la cabeza del tiempo.
Julieta Valero
“La escribo por estricta necesidad, la poesía no tiene sentido desde otro lugar…”
Versos: Por mi parte prefiero negociar con la luz y recomiendo la elegancia como férula y techo. / Pero hay mil maneras de ponerle la letra a este crimen. / En algunas latitudes se limitan a bailar.
“No sé si ponerme la etiqueta de poeta va conmigo. Sí puedo decir algo menos subjetivo y es que el lenguaje poético me acompaña en cualquier cosa que escriba. Encuentro un lugar muy especial en esa manera más elevada de decir lo cotidiano, sin el que me costaría mucho hacer lo que hago”.
Versos: Soy una prisionera. Un zulo lleno de ratas. / Nadie me va a creer. / Rosita, hasta el coño de esperarle. / Cuando te tiras de un sexto piso al vacío, es porque decides que sólo te quedan dos cosas que hacer en la vida: / volar y desaparecer. / Volar y desaparecer.
Teresa Soto
“Tiene que ver con un gusto por el lenguaje y también de rearmar en palabras una cierta experiencia del mundo para después obtener otra cosa: arrastro unos objetos al lado de otros, los pienso de otra manera, los alejo. Es un espacio también. Me gusta mucho pensarla como lugar donde suceden cosas”.
Versos: Porque eres hilo de oro / y tiro de ti / pero no te deshago / y tiro de mí / y te acercas / con todas tus distancias / la de la geografía, / la de la lengua, / la del secreto.