Una década después de lanzar la primera suscripción de vídeo bajo demanda de España José Antonio de Luna, socio fundador de la compañía, repasa la trayectoria del servicio online más recomendado por sus cinéfilos usuarios y analiza las claves de su éxito: un conocimiento del mercado excelso, un catálogo seleccionado y curado por personas en vez de algoritmos y verdadera devoción por el cine (y las series).
Hace exactamente una década Filmin lanzó la primera suscripción de vídeo bajo demanda de España. Tras varios años de pruebas, experimentos tecnológicos y discusiones sobre cuál debería ser su modelo de negocio en un país donde el consumo de cine digital estaba dominado por la piratería. En este tiempo, esta plataforma nacida en Barcelona se ha convertido en un (rentable) servicio de culto, siempre centrado en el cine independiente y de autor y, cada vez más, las series. Coincidiendo la onomástica con la crisis del coronavirus, hablamos con José Antonio de Luna, socio fundador de Filmin junto a Juan Carlos Tous y Jaume Ripoll, de esta odisea, cómo ha cambiado el mercado audiovisual con la entrada de gigantes como Netflix y el futuro del cine en estos tiempos inciertos.
“La idea de Filmin surge en 2005 en un momento en el que la piratería era el 99,9% del consumo online. Los tres compartíamos esa inquietud de analizar cómo estaba cambiando el mercado y ver qué podíamos ofrecer”, comienza contando De Luna, director del área de negocios de la compañía. “Juan Carlos Tous y Jaume Ripoll estaban en Cameo, compañía de distribución de DVDs y soporte físico básicamente. Y yo dejé mi trabajo para unirme a ellos con la idea de hacer un proyecto en internet”. Su acertada visión: el futuro del cine sería digital y los espectadores que entonces descargaban contenidos ilegalmente para verlos en el ordenador estarían dispuestos a pagar.
En 2007 fundaron la compañía como tal con el apoyo de las principales distribuidoras de cine independiente español: los socios de Cameo, Wanda, Tornasol, Golem, Alta Films, El Deseo y Continental, además de Vértigo, Avalon y Versus Entertainment. “Ahí nos encontramos con la gran aventura y la dura realidad, que es que no sabíamos nada de tecnología, que todavía era muy incipiente”, confiesa De Luna. “Curiosamente, la piratería funcionaba fenomenal, pero cuando intentabas hacer algo de forma legal era complicadísimo. Aunque eso también era una de las cosas que nos movía: la posibilidad de crear o ayudar a desarrollar un mercado legal que no existía”, explica.
El empujón definitivo llegó desde la Unión Europea, concretamente el programa de ayudas para el apoyo de la distribución online de contenidos europeos MEDIA, al que Filmin se presentó en 2009. “Cuando en nuestro país nadie daba un duro por una iniciativa como la nuestra, ellos sí creyeron que tenía futuro”, afirma De Luna.
A mediados de 2010 Filmin debutó como plataforma de streaming con “un catálogo de unos 800 títulos que conseguimos gracias a todas las compañías que creyeron en el proyecto y apoyaron con sus contenidos el lanzamiento”, destaca De Luna. El precio de la primera suscripción ofrecida en España era de unos 10 euros al mes, precio que hoy se ha reducido a 7,99 euros. Y su principal fortaleza: una filosofía de marca bien definida.
“A diferencia de otras grandes plataformas y compañías que ofrecen vídeo bajo demanda, nosotros éramos un grupo de profesionales del sector audiovisual enamorados del cine, con lo cual hicimos algo en lo que creíamos pensando no tanto en el mercado como en los espectadores. Teniendo en cuenta que ya habrá quien se dedique al público generalista, nosotros nos centramos en lo que conocemos: el cine más independiente y de autor”, afirma De Luna. “Entonces arrancamos con un servicio que apostaba por la versión original, la calidad, ofrecer títulos que no se podían encontrar de otra manera, buscar curiosidades y crear profundidad de catálogo. Por ejemplo, si teníamos cine de Haneke, intentábamos completar su filmografía”, añade.
Esa cinefilia ha convertido a Filmin en una plataforma de culto en nuestro país, un arma de doble filo pues su público objetivo es tan fiel como limitado. “Sabíamos que no éramos para todo el mundo ni queríamos gustar a todo el mundo, pero entendíamos que nuestro trabajo era crear un servicio para ese nicho de público que pudiera complementar nuestra oferta con cualquier otra más abierta que pudiera existir”, reconoce De Luna para rematar: “Se nos ha etiquetado de gafapastas o culturetas, lo cual es verdad, pero también era el cine al que podíamos acceder y con el tiempo se ha podido abrir mucho más”.
Pues ya llegó. pic.twitter.com/lyFQBKZwSz
— Filmin (@Filmin) June 15, 2020
Tanto se ha abierto su catálogo que la entrada de la saga de Torrente protagonizó hace poco la polémica tuitera del día, con ofendiditos amenazando con darse de baja por dejar entrar a Santiago Segura en su templo del cine. “La verdad es que nos sorprendió. Entiendo que hay gustos para todo y las redes generan este tipo de dinámicas. Pero, en nuestra opinión, guste o no a la gente Torrente fue un fenómeno en la historia del cine de nuestro país y lo sigue siendo. Y al que no le guste con no verla está al cabo del camino”, zanja el director del área de negocios de la compañía.
Diez años sumando cine y la llegada de los gigantes del streaming
Hoy el catálogo de Filmin incluye 10.000 títulos: desde películas de Alfred Hitchcock a clásicos recientes como El silencio de los corderos, pasando por series nórdicas y británicas a la filmografía de Andrei Tarkovsky. Y a lo largo de este camino han roto muchas barreras.
En 2008 crearon una sala de cine virtual para estrenar, a la vez en cines y en su plataforma, la película de Jaime Rosales Tiro en la cabeza. En 2010 Anticristo de Lars von Trier se convirtió en el primer estreno internacional de Filmin y su primer título estrenado en alta definición. En 2011 ofrecieron en vídeo bajo demanda la película triunfadora de los Goya, Pa negre de Agustí Villaronga, demostrando que podía convivir la exhibición en ambas ventanas. Y en 2012 fueron los primeros en estrenar de manera simultánea en salas, DVD y vídeo bajo demanda Carmina o revienta, de Paco León.
“Hicimos muchos experimentos tanto a nivel de mercado como tecnológico, pues todo esto ha crecido en paralelo con el desarrollo de los sistemas de compresión, las redes de fibra óptica, la tecnología de vídeo y los televisores”, explica el socio fundador de Filmin, que hoy emplea a cerca de 30 personas.
Lejos de perjudicarles, la llegada de las plataformas de streaming, encabezadas por Netflix en 2015, arrinconó la piratería al atraer a un número creciente de espectadores al vídeo bajo demanda en general y a Filmin en particular. “Todo el mundo nos daba el pésame pensando que eso nos iba a barrer del mercado. Pero nosotros tuvimos la convicción de que ese era el punto de inflexión que iba a darnos el gran espaldarazo y así fue”, cuenta De Luna.
“La aparición de estas grandes compañías con una tecnología extraordinaria, unos catálogos impecables y una capacidad de promoción impresionante lo que hizo fue engrandecer el tamaño del mercado. A eso añádele el desarrollo de las Smart TV y los dispositivos” y en 2017 Filmin salió de los números rojos. “Evidentemente nos ha facilitado acceder a financiación y, por tanto, invertir más en la plataforma, el marketing y los contenidos. Pero no nos llevemos a engaño, hay muchas pérdidas que recuperar. En todo caso, supuso un gran apoyo a nuestra idea y se demostró que sí había sitio en el mercado para un servicio como el de Filmin”, comenta a este respecto De Luna.
Especialistas frente al big data: el catálogo de Filmin
En un momento en que el análisis de datos parece ser capaz de predecir el futuro, desde tendencias y modas a consumos de series (véase House of Cards en Netflix), De Luna confiesa divertido: “Después de tantos años lo que tenemos más que un big data es un big olfato. Pero por encima de todo está el criterio de nuestro equipo editorial”. Y pasa a explicar cómo seleccionan, adquieren y ofrecen su cuidadísimo catálogo.
“Tenemos un concepto muy editorial de la plataforma. Nuestros algoritmos son gente que sabe horrores de cine y son capaces de sorprender, proponer, sugerir y crear una oferta que siempre está en movimiento, adaptada a la realidad y con muchos guiños de humor”, señala el socio de Filmin. “Siempre hemos querido parecernos a ese videoclub de barrio que conocía a cada uno de sus usuarios y era capaz de ofrecerle a todos algo que les gustara”, añade.
Obviamente, la capacidad de adquisición de Filmin no es la misma que la de gigantes globales. Pero su foco tampoco está puesto en los mismos contenidos, ya sea cine, series, títulos infantiles o documentales. Y su tarea es encontrar esas joyas escondidas, gracias, en buena parte, a la personal relación que han desarrollado con distribuidores e incluso productores.
“También es cierto que nos hemos convertido en una ventana muy específica para determinado tipo de contenido que tiene difícil distribución en otras plataformas. Ellas buscan productos de interés amplio, no productos de nicho porque no les sería rentable. Y ese es precisamente el producto que a nosotros nos hace especiales. Hay contenidos que compartimos con otras plataformas, pero lo que nos distingue es ese conocimiento del mercado y la cinematografía que nos permite buscar contenidos que creemos pueden gustar a nuestros suscriptores porque son impactantes o porque encajan con lo que ya tenemos”, afirma De Luna.
“Lo que queremos es que la gente venga a Filmin a descubrir”, resume el fundador de la plataforma. “Pretendemos que ese viaje para buscar o encontrar un título sea agradable, que la gente no necesite más tiempo para escoger una película que para verla. Por eso tenemos un concepto muy fuerte de colecciones y canales, para ayudar al espectador a escoger. Por intentar ser más originales creamos las recomendaciones por estado de ánimo y curiosamente la que más éxito tenía era Olvidar a mi ¿ex?pareja los viernes por la noche”, reconoce De Luna entre risas.
“Apelamos siempre a la curiosidad y la complicidad del espectador. Por ejemplo, yo invitaría a ver nuestras series de desconfinamiento”, ojo, divididas incluso por fases, «y racismo en USA”, donde destacan títulos como Detroit, Haz lo que debas y Arde Mississippi. “Seguimos siendo una plataforma de nicho y, por tanto, entendemos que tenemos que mimar o plantear esa curación y selección de contenidos de forma más humana. Nuestro departamento editorial imprime el gusto que tiene Filmin como plataforma y no creemos que eso pueda sustituirse con una máquina”, remata.
Personalmente, De Luna recomienda la colección de Metro-Goldwyn-Meyer, empezando por Con faldas y a lo loco; y en lo que a series se refiere la negrísima comedia británica Inside Number 9 y el drama de época Los Durrell, así como sus recientes estrenos nórdicos: Greyzone, Homeground, Exit o La ruta del dinero. Cabe señalar, además, que todos los títulos van acompañados de las puntuaciones y opiniones de otros usuarios, los mayores prescriptores de Filmin.
El futuro del cine: ¿en salas o en casa?
La crisis del coronavirus ha marcado un antes y un después en el audiovisual, tanto por la necesidad de suspender rodajes –ya reanudados en España bajo estrictas medidas de seguridad– y cerrar cines –que poco a poco vuelven a abrir sus puertas–, como por el aumento de los consumos online, que en el caso de Filmin se han multiplicado por tres. “A nivel interno esto ha supuesto un reto tecnológico. Pero también nos ha obligado a adelantar estrenos, ayudar a convertir festival como Docs Barcelona en ediciones online o lanzar un proyecto como The Filmin Times, un viaje por la Historia contemporánea de Europa a través del cine con una estructura similar a la de un diario”, cuenta De Luna.
Sobre la cacareada muerte del cine, anunciada con la popularización de la televisión, el vídeo doméstico y ahora las plataformas de streaming, De Luna comenta: “El modelo, que sigue siendo el mismo que hace 100 años, se tiene que adaptar, pero, en mi opinión, a los que nos gusta el cine, la experiencia de la gran pantalla en una sala oscura es incomparable”. Y concluye diciendo: “Me gustaría que las salas dejaran de vernos como enemigos. Porque si algo ha quedado claro es que hay muchos caminos para la explotación cinematográfica. Y no debemos olvidar que no hay salas en todas partes o que las circunstancias de cada uno a veces hacen difícil ir a ellas. El equipamiento en los hogares ha cambiado mucho. Por eso, yo creo que el cine y la experiencia se van adaptando a los tiempos”.