Teenage Blob, cuando solo importaba la música
Teenage Blob bebe de la nostalgia del pop punk y los videojuegos de los 90. Entonces las cosas eran más sencillas… excepto cuando nos tocaba una fase acuática
En ese inmenso collage que es la nostalgia de la adolescencia, es difícil encontrar un referente común a las diferentes generaciones. Sobre todo, cuando las herramientas con las que experimentamos el mundo cambian constantemente, generando nuevas perspectivas que solapan a las anteriores. Sin embargo, casi todos confluimos en un lugar común, un sentimiento que convierte ese tiempo pasado en un refugio al que regresar de vez en cuando: el recuerdo de la despreocupación que sentíamos cuando el presente era una realidad de la que podíamos disfrutar y el mañana una promesa cargada de posibilidades.
Pocos géneros musicales saben captar esa sensación de tardes prolongadas de verano, risas y optimismo como el pop punk. Un sonido que gozó de amplia popularidad en los 90, enraizado en ese imaginario estadounidense de lo juvenil que conocemos de sobra gracias al cine y la televisión. Menos melancólico que el punk en el que se origina, apoyándose en riffs y coros llenos de energía, es bastante complicado que no se nos encienda el ánimo escuchándolo.
De esta nostalgia alegre que nos invade al escuchar a Green Day, Sum 41, Blink-182 o Yellowcard también sabe mucho el videojuego, además. Nada tenían que ver aquellas tardes noventeras de jugar pasándonos el mando con los amigos, de intercambiar cartuchos o discutir por la supremacía de Nintendo o Sega con el modo en que experimentamos el medio hoy en día. Hay quien recuerda aquella época con anhelo, otros no tanto, y algunos no la recuerdan en absoluto. Pero es fácil evocar con cariño los tiempos donde todo parecía más sencillo.
La fusión entre pop punk y videojuego nostálgico que propone Teenage Blob se revela, por tanto, como una simbiosis de lo más natural. Presentado como un “lanzamiento doble”, el equipo creativo detrás de este título, que podemos encontrar desde hoy para PC (en Steam e Itchio), es doble: tenemos al estudio de desarrollo, Team Lazerbeam, y por otro lado a The Superweaks, grupo de la escena indie de Philadelphia que se encarga del apartado musical. Con reminiscencias directas de ese punk adolescente de verano, surf y skate, Teenage Blob es mucho más que una colaboración para ellos: es, a la vez, su nuevo disco. Y esto no supone un detrimento para el juego en sí, que sabe contar su propia historia apoyándose en el universo que genera la música. El resultado es un conjunto sólido y refrescante que se disfruta de una sentada, tal como se escucharía un disco. Una inyección de energía que nos deja con esa sonrisa de despreocupación en el rostro que, tal vez, llevábamos mucho tiempo sin mostrar.
Antes hemos dicho que Teenage Blob es un “videojuego nostálgico”. No significa, sin embargo, que sea un videojuego retro. Rinde homenaje a varios clásicos del mundillo y a sus mecánicas, pero no cae en el recurso, a menudo sobreexplotado, de emplear la estética de aquellos sin apenas variación. En lugar de eso, utiliza su propio estilo artístico fresco y desenfadado, gamberro y de trazos gruesos, con un toque de inocencia; quizás el tipo de dibujo que cualquier adolescente podría esbozar en alguno de sus cuadernos del instituto.
La historia no podría ser más sencilla, y a la vez más adecuada: nuestro protagonista es un chaval cualquiera, tan indefinido que al principio no es más que una masa a la que podemos dar forma y vestir a nuestro antojo (en eso consiste, de hecho, la primera fase del juego), que está contando las horas para acudir al concierto de su grupo favorito (The Superweaks, qué casualidad). Pero es una noche importante y no puede ir sin estrenar las zapas que ha visto en una tienda y que le han enamorado. Para comprarlas, tendrá que ganar dinero realizando varios trabajos.
Cada fase del juego corresponde a una canción. New Year es la que abre el disco, con la que nuestro protagonista despierta. Papersong, nuestro primer trabajo, es un homenaje al clásico Paperboy, aunque en este caso no repartimos periódicos… sino bocadillos que debemos lanzar al buzón de los suscriptores. Guitar Zero nos convierte en vendedores de guitarras eléctricas en un centro comercial, y como no podía ser de otro modo recupera las mecánicas del popular Guitar Hero. Tony Dork se inspira en Battletoads: es un trabajo de lo más peculiar, en el que nuestro cometido será recorrer las calles y “chocar los cinco” con la gente para subirles el ánimo.
Cuando obtengamos el dinero necesario para comprar las zapatillas, accederemos a Ghoststep: un “simulador de sala de conciertos” cuyos controles recuerdan al alocado QWOP, y que sabe captar a la perfección el “subidón” de encontrarse entre la marea del público, compartiendo la euforia de la música. La última fase, y la canción que cierra el disco, lleva por nombre The Deepest Blues. Un homenaje final a uno de los tropos habituales del videojuego de los 90: la “fase acuática” que nos encontrábamos casi siempre y que solía ser desesperante. Este final no se queda solo en un guiño o una broma para el jugador veterano, sin embargo, sino que esconde una simbología mucho más sutil e importante.
No es complicado superar The Deepest Blues, al contrario de lo que suponían aquellas fases acuáticas que nos torturaban en el pasado. Se trata de un paseo agradable, descendiendo hacia las profundidades de un mar insondable; una vuelta a la calma tras el frenesí del concierto. Nuestro protagonista ha regresado a casa, satisfecho tras una gran noche, y está a punto de quedarse dormido. Y cuando llegamos al fondo, un mensaje nos sorprende. Un rostro dibujado con estrellas, y un mensaje. “A la memoria de Corey Bernard, 1993-2016”.
The Superweaks sufrió la pérdida repentina de su bajista, Corey, cuando este contaba tan solo 22 años, en 2016. Era, además, el hermano menor del cantante, Evan Bernard. La música había sido su conexión desde el instituto, y The Superweaks su sueño desde aquellos años de adolescencia y promesas de futuro. La muerte de Corey se produjo cuando el grupo estaba a pocos meses de lanzar el que ha sido su trabajo más reciente, Better Heavens, que se convirtió, por desgracia, en un homenaje póstumo. La portada del álbum fue, de hecho, uno de los dibujos de Corey.
Teenage Blob es un juego alegre, un recorrido por ese tiempo encapsulado en el optimismo, que sabe hacer uso de la nostalgia de modo muy inteligente. Y el descubrir ese “huevo de pascua” agridulce, esa historia que se desvela cuando alcanzamos la sima del océano (una inmensidad azul, un cielo invertido), otorga una dimensión adicional a su mensaje y lo vuelve todavía más poderoso. Nuestros sueños de adolescencia quedarán atrás sin que nos demos cuenta. El horror, la tristeza, lo incomprensible nos atropellarán sin remedio. Pero nada se pierde para siempre, sobre todo aquello que quedó grabado en nuestra memoria a través de la alegría. El mejor homenaje es celebrar el tiempo pasado y a nuestros allegados con una sonrisa; y, por qué no, con riffs de guitarra hasta caer rendidos.