Juan Gallego Benot: «Me espantaba esta crisis porque me parecía una horterada»
El ensalzamiento al amor en ‘Oración en el huerto’ baila con elementos de la religiosidad y la corriente romántica adaptándose al siglo XXI
En Ascot —donde las pamelas por doquier y la aristocracia británica—, a la llegada del estío, los prados del condado de Berkshire amontonan la meca de la clase y elegancia. Al menos en las primeras filas del hipódromo. Entre bambalinas, en la barra del bar y los palcos privados, cuenta Juan Gallego Benot (Sevilla, 1997) cómo «escuchaba las conversaciones y algunas veces eran vergonzosas. Desde barbaridades racistas hasta homófobas o misóginas».
Las camisas desabrochadas. El aliento de los highborn desprendía vehemencia. Y, por aquel entonces, el estudiante de Reading de Literatura Inglesa y Relaciones Internacionales no podía dejar de pensar que el lenguaje de T. S. Eliot manifestaba un tono «de inglés rico».
Cada verso sugiere un ritmo o nos refiere cierta entonación. Para Gallego, su manera de escribir poesía no era compatible con el estilo de habla de los asistentes de Ascot. «Escribía algo y decía: ‘Esto me ha quedado muy Eliot’ o ‘lo diría uno de Ascot’. Y lo borraba. Me servía de barrera para saber cómo no quería escribir y cómo no se dijeran las cosas».
Fue el primer obstáculo al que tuvieron que enfrentarse los textos que forman parte de su primer poemario, Oración en el huerto (Ediciones Hiperión, 2020), que se hizo con el II Premio de Poesía Joven Tino Barriuso. «Yo siento que hay muchas más opciones para los poetas jóvenes que para, por ejemplo, otros tipos de arte como la pintura. Además, para un Ayuntamiento o una provincia luce mucho tener una nómina de poetas en su nombre».
Gallego sostiene que sintió «la llamada» de la escritura en plena preadolescencia, cuando plasmaba sus textos breves en un blog. Desencadenantes fueron sus amores fallidos y la frustración del instituto. «Solo lo leía mi madre y mis tías. Funcionaba de catarsis y ahí ya empezó todo un poco». Ahora, dice que los relatos se encuentran sumidos en la deep web y, aunque no se avergüenza de sus inicios, «la idea de publicar sí que llegó mucho tiempo después».
El ensalzamiento al amor en Oración en el huerto baila con elementos de la religiosidad y la corriente romántica adaptándose al siglo veintiuno. Todo ello con una métrica impoluta. «Los temas se ven muy claros porque son una selección de imágenes muy identificables. Yo lo que buscaba era comunicarle a mi pareja que le quería. Existe un deseo inicial. Aunque luego haya expresiones más oscuras. Me interesaba el mensaje y me serví de lenguajes y tradiciones diferentes para hacer algo».
La poesía como conciencia política
En esa voz singular, clasicista y contemporánea, el agotamiento de la precariedad juvenil subyace en el poemario. «Es un tema de la poesía actual ineludible, porque es una percepción ganada, es un terreno del que nosotros hemos decidido apropiarnos para discutirlo y cuestionarlo. No solo estamos desesperados y no tenemos trabajo. Estamos enfadados. Sabemos que estamos explotados por un sistema y queremos hacer algo con eso».
Fuera de la prosa de Eliot, Gallego sí ha incorporado en Oración en el huerto elementos del más puro estilo británico. El paisajismo. Un estilo pictórico que, en palabras del joven, aborrecía. «Yo odiaba enormemente cuando iba a los museos y veía solo cuadros de esta corriente. Al final tuve que admitir que tenía sentido. Es como los bodegones de aquí».
Un proceso educativo del que ha tenido que deconstruirse al suponer que literatas como Alice Oswald o Emily Dickinson solo trataban «campitos» y «bosquecitos». «Yo venia con una mentalidad muy machista a la hora de leer el paisajismo o a mujeres hablando de naturaleza. Todos los prejuicios desaparecieron a la hora de leerlas. Creo que eso ha influido mucho a la hora de escribir el poemario».
Oración en el huerto no es el único texto en el que Gallego deja espacio para la evocación mística y la pasión. Árboles frutales es un compendio de relatos de varios autores creado durante el Estado de Alarma. «Me parecía horrible escribir sobre el confinamiento. Me espantaba esta crisis porque me parecía una horterada. Me tacharon, con razón, por criticar estéticamente esta crisis». Esta vertiente social online le ha servido como refugio ante la sobreinformación. «Leer los textos todos los días al levantarse y ver lo que había escrito alguien era bastante bello, la verdad».