La historia de cómo se gestó Frankenstein es bien conocida pero nunca está de más volver a recordarla para aquellos que aún no la saben. Tal y como cuenta Mary Shelley en el prólogo de la edición en 1831 el verano de 1816 visitó Suiza. Allí, cerca de Ginebra, fue vecina del poeta lord Byron, que se encontraba en su villa de Diodati. Era “el único que plasmaba sus pensamientos en el papel”, escribe. Aquel verano fue sombrío y húmedo con días de intensa lluvia que les obligaba a confinarse en casa. Durante esas jornadas aprovechaban para leer historias de miedo hasta que una noche el romántico lord Byron propuso que todos los allí presentes escribieran su propio relato de terror.
Pero, ¿quiénes estaban allí? Pues bien, el círculo de amigos no era nada desdeñable: además de Byron y la propia Shelley estaban Percy B. Shelley (futuro marido de Mary Shelley), Mary Jane Clairmont (su hermana) y John William Polidori (médico del poeta). Ella misma lo recuerda así: “Me empeñé en pensar una historia…, una historia que estuviera a la altura de aquellas que habían propiciado nuestro reto. Una que hablaría de los misteriosos temores de nuestra naturaleza y despertara el terror más emocionante…, una que consiguiera que el lector mirara a su alrededor con miedo, que helara la sangre y que acelerara los latidos del corazón”.
Pasaban los días y Mary Shelley no conseguía encontrar esa historia que tanto anhelaba. Sin embargo, con el transcurso de las noches, algunos sueños, muchas horas dedicadas a pensar y tras varios debates entre Byron y su futuro marido sobre variedad de temas, lo que empezó como un juego entre amigos se acabó convirtiendo en el momento en el que Mary Shelley alumbró los primeros esbozos de Frankenstein o el moderno Prometeo, una de las grandes obras de la literatura moderna que culminaría un año después. Otro dato curioso: tan solo tenía 18 años.
Desde su publicación, tan solo año y medio después, han sido muchas las adaptaciones al cine y al teatro que se han hecho de este gran clásico. Incluso se han publicado ediciones reducidas respecto a la original y ahora, la editorial Lunwerg lanza una edición ilustrada por Fernando Vicente, artista que ya ha traducido a imágenes novelas como Cumbres borrascosas, Drácula, Mansfield Park o Estudio en escarlata.
La idea de abordar este relato partió del propio ilustrador. Cuenta que no ha sido demasiado difícil porque ha llevado el relato a su terreno. Por eso, a pesar de que no existen pasajes en los que se hable de la creación o que cuenten cómo “ha cosido” al “monstruo” (así lo llama Shelley) Vicente ha recreado el laboratorio del doctor Frankenstein. “Escuché una teoría de un escritor que cree que es un súcubo, un ser creado de forma misteriosa, sin miembros cosidos. Hay un momento, cuando lo crea y se da cuenta de lo que ha hecho, en el que dice que no tiene piel que le cubra los huesos. Ahí lo llevé a mi estilo, porque me encanta la anatomía y cuando viajo procuro ir a los museos de ciencias naturales o de anatomía”, explica el ilustrador.
Abordar proyectos de este tipo no suele ser tarea fácil pues “hay que medirse un poco”, asegura Vicente. El primer paso fue leer el libro, marcar con lápiz los pasajes que más le interesaban para ver, después, cómo podrían encajar en las páginas. Trabajar con esta edición más larga del texto, asegura, ha sido un acierto porque así ha podido añadir pequeñas ilustraciones en blanco y negro al inicio de cada capítulo mientras que los pasajes más importantes vienen acompañados de dibujos a color. Además, para embellecer aún más esta edición al final del relato se han incluido varios de los bocetos a lápiz a los que fue dando vida el ilustrador.
“Puede que las películas le hayan dado fama”, sostiene Vicente, pero la historia que idea Mary Shelley se aleja bastante de lo que hemos podido ver en el cine. “Al releer la historia no recordaba que no tiene nada que ver con películas como la de Boris Karloff, que la llevó a los años 30”, incide. Sin embargo, lo importante es entender que es “un libro de pasajes que nos cuentan cómo el doctor persigue al monstruo por Suiza y el Polo Norte, una historia en la que el monstruo quiere vengarse de su creador”, apunta el artista. Como sostiene José C. Vales en el prólogo “el monstruo es el resultado de la ciencia que se utiliza mal, pero también de todos los actos humanos que pretenden ir más allá de sus posibilidades y de lo que la Naturaleza le permite”.
Pero la historia de Frankenstein puede ser entendida desde diversos puntos de vista y los lectores de diferentes épocas o edades pueden sacar sus propias teorías. Para Vales, por ejemplo, “Victor ejerce de Dios, dando forma y aliento a un ser deforme, desvalido, ignorante y tambaleante. Y si Victor Frankenstein es Dios, el ‘monstruo’ es el hombre, desdichado y solo, abandonado en un mundo inhóspito y cruel…”. Y, claro, todo eso no puede si no acarrear consecuencias con las que tendrá que lidiar.
Si bien con el proyecto de Drácula el artista recuerda que pudo exponer los dibujos que había hecho, ahora, debido a la pandemia y los estragos que está causando, no ve tan fácil hacer lo mismo con los dibujos de Frankenstein. A Fernando Vicente, que le gusta trabajar en caballete, el mundo de la novela romántica le interesa especialmente. De hecho, ahora mismo se encuentra acabando la versión ilustrada de otro gran clásico que llegará para Navidad: Madame Bovary.
Así, desgranar estos grandes clásicos de la literatura puede hacer que generaciones de lectores más jóvenes que aún no conocen estos títulos sientan la curiosidad de leerlos. “La ilustración puede rejuvenecer estos títulos para que los adolescentes y la gente joven pueda sentir interés por ellos”, comenta Fernando Vicente. Y en este caso en concreto se convierte en otra manera de volver a Mary Shelley, “una precursora a la que nunca está de más reivindicar”, concluye. Con todo, ¿se os ocurre mejor manera que pasar este Halloween entre las páginas de Frankenstein?